Uno de los periodistas que me entrevistaron, no diré cuál, con motivo de la salida de mi libro El exilio fue una fiesta trató a Miguel Ángel Aguilar de “hijo de puta” y justificó su insulto contándome lo mal que le había tratado cuando era, Aguilar, director o subdirector de EFE. En mi libro yo había irónicamente comentado, de paso, cómo Aguilar, por primera y única vez en su vida, me llamó a casa rogándome insistentemente que me solidarizara con él, fulminantemente dimitido de la dirección de Diario 16, y que cesara mi colaboración en ese diario. Como un imbécil, así lo hice y fui el único, ya que hasta su mujer, Juby Bustamante, permaneció en el periódico. También ironizaba sobre la evolución política de Aguilar, del Opus Dei, al felipismo polanquista. Mi libro se publicó en 1998 y desde entonces las cosas han ido de mal a peor. Está visto que pasar de tener a Calvo Serer como director espiritual en el vespertino Madrid a Javier Pradera como comisario político en El País no le ha sentado nada bien. Y con la proximidad de las elecciones se vuelve frenético y hace alarde de odio y mala fe. No es casualidad si Aguilar el martes 13 y Javier Pradera, el miércoles 14, ambos en El País, claro, arremeten contra el PP y le acusan de ¡"sembrar el miedo"!
Pues yo no es miedo, sino rabia lo que siento ante el resultado desastroso de las elecciones catalanas y la política de un cínico oportunismo del PSOE. Que el PP alerte sobre los peligros que conlleva una política así para España no es “sembrar miedo” sino decir la verdad. Y hay amplios sectores del PSOE que manifiestan su “miedo”, pero a la política de su dirección. A Rodríguez Ibarra han tenido que cerrarle el pico recientemente, pero si pueden ejercer una drástica censura durante la campaña, nada pueden contra la libertad absoluta de los electores frente a las urnas. Además, Ibarra no es el único líder socialista que se opone al delirio ultranacionalista; los “guerristas”, por ejemplo, y don Alfonso en primer lugar, por sectarios y cavernícolas que sean, también se oponen. El malestar ha llegado a tales extremos que hasta Félix de Azúa ironiza: “...sabemos ya que el PP va a perder la mayoría absoluta en el mes de marzo y un nuevo gobierno pluripartito (PSOE, PNV, ERC, IU, CIU, BNG, UPA, BMW, éste último se lo está pensando), nos sacará del hoyo en el que estamos hundidos”. (El País 14/1)
La política del PSOE frente a esos nacionalismos provincianos siempre fue, y sigue siendo, sin principios, incoherente y oportunista. Cuando estaban en el poder afirmaban la “unidad de España” y en el País Vasco llegaron al crimen organizado con los GAL y Felipe González se libró de la cárcel de milagro (¿podría calificarse ese milagro de cortesano?). Más recientemente, cuando socialistas como Nicolás Redondo, Rosa Díez y sus camaradas, quisieron oponerse a la violencia terrorista de ETA y sus cómplices, los etarras se pusieron a asesinar sistemáticamente a concejales socialistas —como sistemáticamente asesinaban a concejales del PP. ¿Cuál fue la respuesta de la valiente dirección del PSOE? Relajarse. Tirar a la cuneta a estos socialistas demócratas y poner en su lugar a una banda de López, más “flexibles” frente al nacionalismo vasco. Está visto que al PSOE, con tal de derrotar al PP, le importa tres cominos destruir a España.
Para sembrar el odio contra el PP y justificar el cínico oportunismo del PSOE, Javier Pradera, en su artículo, recuerda que en 1996 Aznar tuvo que aliarse con el PNV y CiU, para ser presidente del Gobierno. Es desgraciadamente cierto, pero no pasa de ser un sofisma, porque si en ciertas ocasiones las alianzas heterogéneas son necesarias para poder gobernar, lo más importante es el resultado de esa gobernación. Pues bien, ¿cuál fue el balance de ese gobierno de compromiso? No fue del todo malo, y Aznar y el PP se impusieron lo suficiente para obtener la mayoría absoluta cuatro años después. Lo cual no quiere decir que el gobierno de mayoría absoluta de Aznar lo haya hecho todo bien. Recuerdo entre los inconvenientes del anterior gobierno de coalición dos casos, hubo más: la evicción de Esperanza Aguirre del Ministerio de Educación y de Aleix Vidal-Quadras de la jefatura del PP de Cataluña. Ambas exigidas por el “moderado” Jordi Pujol. Tampoco hay que exorbitar las cosas, Esperanza Aguirre fue luego presidenta del Senado y ahora de la Comunidad de Madrid, y Vidal-Quadras sigue muy activo, pero no estoy en absoluto convencido de que Piqué lo haga mejor, para el PP en Cataluña, se entiende. Pero nadie propuso entonces que Cataluña “conquistara” Aragón e imponer el catalán como lengua oficial en ese mismo Aragón, y demás barrabasadas que propone la nueva Generalitat, nacionalista de izquierdas... Si mis temores son exagerados, y el río vuelve a su cauce, siempre algo conflictivo, seré el primero en reconocerlo.
Los sondeos le dan a Mariano Rajoy como gran triunfador en las próximas elecciones, lo cual provoca epilepsias por doquier. Se le presenta incluso como más popular que Aznar. Pues yo espero que Rajoy se muestre tan firme como Aznar en cuestiones de política internacional, resistiendo a todos los vendavales “pacifistas” y anti USA, que tenga la misma firmeza en la lucha contra ETA, y puestos a soñar, que sea más liberal en cuestiones económicas y sociales. Además, hay que desconfiar de los sondeos, es un arma de doble filo, puede entusiasmar a algunos y desmovilizar a otros: si es seguro que los “míos”, o sea los menos malos, van a ganar, ¿para qué molestarme e ir a votar? De todas formas, los sondeos son movedizos, en dos meses la gente puede cambiar de opinión. Como siempre, mucho dependerá de la campaña y, a mi modo de ver la mejor baza del PP es el PSOE, su incoherencia, su oportunismo, sus promesas electorales absurdas (¡todo gratis!), y su falta de líder, o de líderes. Porque no me digan que Zapatero.... Claro que Almunia era aún peor, y Almunia con Frutos, un aquelarre. Le ofrecieron una autopista a Aznar. Veremos, en todo caso va a ser interesante.