El salario se entiende mejor en términos de poder adquisitivo o capacidad relativa para vivir bien. Como tal, a lo largo de la historia siempre han existido enormes diferencias. En Inglaterra, la declaración fue la primera vez en la historia que se llevó a cabo un recuento de los activos particulares en un país. Revela un vacío sin fondo entre los nobles, abades (cerca de 100 hombres) y cardenales en la cúspide de la sociedad, y los siervos al final. La relación era probablemente de 1000 a 1 ó más.
Sin embargo, estos hombres de economía saneada eran obligados a suministrar a la corona lo que se denominaba el servicio de caballero, una cifra específica de hombres armados y montados, entrenados para la batalla y obligados a servir a la corona durante 40 a 60 días al año. El número de hombres suministrada así se determinaba según las extensiones de tierras que poseía el noble o el miembro del clero. Este sistema llevó a incontables conflictos entre el rico y la corona, que en ocasiones alimentaban rebeliones. El rico afirmaba que estaba siendo "arruinado" por el impuesto. Un ejemplo de una verdad universal: hay contratiempos ocultos de ser verdaderamente rico.
Durante el Renacimiento, el gerente del Banco Médici de Florencia tenía sin duda unos ingresos que al menos eran 1000 veces el poder adquisitivo de un campesino italiano medio. Para defender sus ganancias, el banquero tenía que participar en la cara política civil, construir casas urbanas similares a fuertes y villas campestres fortificadas, y mantener un enorme contingente de hombres armados a caballo. Además, se esperaba que dedicase enormes sumas de dinero a la gloria de Dios y el esplendor de su familia, construyendo y dotando a iglesias o capillas privadas en catedrales y embelleciéndolas con altares creados por los más importantes pintores flamencos o de la Toscana de la época.
Este mecenazgo artístico era altamente competitivo y caro. Un banquero florentino pagaba bastante para hacer que un pintor como Hans Memling, en Brujas, hiciese un trabajo en varios grandes lienzos (de 9 pies de ancho) y después transportarlos a Amberes, enviarlos a Italia por mar y transportarlos por tierra a Florencia, donde, una vez allí, necesitaban 10 porteadores solamente para atravesar la ciudad.
En cada una de las épocas, los ricos han tenido obligaciones insalvables con respecto a su riqueza. Acabo de leer la biografía de Andrew Mellon, el empresario y banquero de Pittsburgh que fundó algunas de las mayores empresas de América y después sirvió durante 11 años (1921-32) como Secretario de Hacienda, que firma David Cannadine. Durante los últimos años de su larga vida, Mellon fue recompensado por su servicio público siendo procesado por una imaginaria evasión fiscal por el Presidente Franklin D. Roosevelt; un hombre que, aunque receptor durante su vida de un salario no ganado, parece que creía de algún modo que generar riqueza es inmoral. Mellon parece haber gastado poco de su riqueza en autoindulgencias de algún tipo. En su lugar la utilizarla para comprar obras de arte que eventualmente vendía a la nación para fundar la gloriosa Galería Nacional de Arte de Washington, D.C.
No creo que la gente que gana salarios medios tenga tanta envidia del rico como suponen los comentaristas de los medios. El tipo de comparación por la que la gente se preocupa es que sus ingresos y sus activos sean mayores que los de sus padres y que sus hijos lo hagan mejor aún de lo que ellos lo hicieron.
Tal progreso ciertamente está teniendo lugar, especialmente en países como Estados Unidos o Gran Bretaña, que gestionan economías de mercado relativamente libres. En el número del 2 de octubre de Forbes descubrí que en 5 años desde el ataque contra las Torres Gemelas, el PIB de América se ha incrementado en 3 trillones de dólares. Solamente este incremento es equivalente a grandes rasgos a toda la producción entera de la economía mundial de más rápido crecimiento, China. Claramente, cifras significativas en millones de americanos llegan a fin de mes mejor que antes. Siendo ése el caso, las sumas astronómicas ganadas por unos cuantos en Wall Street tienen poca importancia. Según veo, una gran riqueza trae más preocupaciones que felicidad: varias casas distintas que mantener y proteger de ladrones, discusiones con el servicio, el terror a un litigio de divorcio y la lucha por la custodia de los hijos, así como el miedo a que la riqueza y todos sus adornos se desvanezcan como oro de palo.
Por supuesto, las enormes diferencias entre países plantean verdaderos problemas. Los ingresos medios en los países más ricos pueden alcanzar fácilmente las 100 veces los de los países más pobres. Esto no importaría mucho si los países verdaderamente pobres estuvieran mejorando poco a poco. Pero, a causa del mal gobierno y las guerras internas, estos países son cada vez más pobres, tanto en términos relativos como absolutos.
Al mismo tiempo, China y la India (en tiempos dos de los países más pobres del mundo) están dando pasos de gigante hacia la abundancia, recaudando cada año decenas de millones de sus ciudadanos en los círculos iluminados de la buena vida. En su momento creo que las áreas del mundo verdaderamente miserables aprenderán más de la experiencia India-China de lo que nunca han sido capaces de absorber de Occidente. El ex pobre puede enseñar al aún pobre. Adopto una opinión optimista sobre estos asuntos.
La envidia es una emoción enfermiza y autodestructiva. En economía también es profundamente perniciosa.