III. Los últimos pasos de la revolución de Allende
Dado que todos los sondeos electorales preveían un fuerte retroceso para Allende, las fuerzas de la derecha llegaron a acariciar la idea de obtener una mayoría de dos tercios que permitiera desplazar de la presidencia al socialista. No faltaban razones para mantener un cierto optimismo al respecto. Pese a todo, los resultados electorales fueron interpretados por muchos como un refrendo de la política de Allende que alcanzó un 43,4 por ciento de los sufragios, es decir, una cifra superior a la que lo llevó a la presidencia de Chile, y un aumento neto de ocho escaños que le situaba muy cerca de la mayoría. A pesar de todo, durante los meses siguientes menudearon los conflictos sociales y en ellos se vieron involucrados crecientemente las fuerzas armadas. A la muerte del general Schneider, Eduardo Frei —aún presidente en funciones— había nombrado como nuevo comandante en jefe de las fuerzas armadas al general Carlos Prats, un militar convencido como su antecesor de la supremacía del poder civil sobre el militar, y Allende había confirmado el nombramiento al acceder a la presidencia e incluso lo envió a la URSS para negociar los términos de un acuerdo con Aleksei Kosyguin.
No resulta extraño que en aquellos momentos, Prats era el blanco de las iras del sector del ejército que se iba desplazando cada vez más en favor de una solución armada. El 22 de agosto, las esposas de trescientos oficiales se manifestaron ante la vivienda de Prats para mostrar su repulsa por el apoyo que había estado proporcionando a Allende hasta la fecha. Prats tardó apenas veinticuatro horas en dimitir convencido de que un importante segmento del ejército ya no obedecería sus órdenes. Le sustituiría el general Augusto Pinochet.
La situación que atravesaba el país era tan tensa que cuando a finales de junio de 1973 el diputado socialista Mario Palestrero afirmó que la UP estaba formando milicias para practicar “la violencia revolucionaria” y que, en su momento, irían “al barrio alto y los que serían fusilados no iban a ser obreros ni campesinos” la tensión aumentó más. El 23 de agosto, la Cámara de diputados aprobó un proyecto de acuerdo que invitaba a Allende y al Gobierno a “restituir la normalidad democrática del país” y poner “término a todas las situaciones de hecho que infringen la Constitución y las leyes”. Una vez más, Allende desoyó la voz de la legalidad.
Cuando el último día de agosto el colegio de abogados emitió un informe señalando que, de acuerdo con el artículo 43.4 de la Constitución, Allende está incapacitado para el ejercicio de su mandato, la respuesta fue fulminante. Allende pensó en convocar un referéndum para el 11 de septiembre y en el caso de que la mayoría de los sufragios se inclinara por él, disolvería el Congreso y convocaría unas nuevas elecciones. La solución era inaceptable en la medida en que desbordaba totalmente la Constitución, pero hubiera proporcionado a Allende siquiera una apariencia de legitimidad para continuar manteniendo las riendas del Gobierno en sus manos. Frente a esa salida iba a encontrarse con la resistencia del ejército.
La próxima semana terminaremos de desvelar el ENIGMA sobre el golpe de estado de 1973 en Chile.
3. ENIGMAS DE LA HISTORIA
¿Por qué tuvo lugar el golpe de estado de 1973 en Chile?
La política de Allende y la oposición cada vez mayor contra la misma tuvieron como consecuencia una rápida polarización de la opinión pública. Se acercaba la fecha de marzo de 1973, cuando tenían que celebrarse los comicios que permitirían renovar la mitad del Senado y toda la cámara de los diputados.
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