Un título tan genérico como La España posible parece difícilmente abarcable en un libro relativamente breve como es la última obra de Enrique de Diego. Sus páginas, sin embargo, contienen las claves fundamentales que describen política y sociológicamente una España que se asoma con optimismo a los umbrales del tercer milenio. Un análisis político e histórico que, compaginando el ensayo y la crónica, tiene un doble eje de reflexión: por una parte, analiza la evolución ideológica del Partido Popular, su paulatina asunción del liberalismo y el efecto generado por su acción de Gobierno. Por otra, trata la cuestión del nacionalismo y las ideas en torno a España y nación.
Uno de las clarividentes aportaciones que De Diego vierte en este libro al pensamiento político contemporáneo es su criterio de asentar el concepto de Nación en el del Estado de Derecho. De Diego muestra la inconsistencia de asentar o justificar la existencia de cualquier nación en determinados rasgos colectivos que determinen de forma inequívoca el "ser nacional". Una comunidad compuesta por una diversidad de individuos, que evoluciona a lo largo de los siglos, que es permeable al exterior y susceptible de cambios, no puede ser interpretada de forma definitiva.
Por otra parte, los rasgos culturales, étnicos, lingüísticos o religiosos no pueden ser el fundamento que explique una nación o que justifique la aspiración de una comunidad para constituirse como tal. Cualquier nación es mestiza en estos aspectos por lo que basar el "ser nacional" en alguno de ellos, además de una distorsión mutilada y empobrecedora de la realidad, contiene como proyecto una carga agresiva que convierte en disidentes o en anómalos a las personas que no los comparten.
Mientras que el nacionalismo tiene una concepción de la nación que fundamenta su razón de ser en el pasado, De Diego justifica la razón de ser de la nación no en la fidelidad a ningún proyecto o modelo pretérito sino al hecho de su articulación y asentamiento en un Estado de Derecho que haga respetar la libertad de sus miembros a través de normas que no discriminan a unos frente a otros, tutelados todos por tribunales independientes y un poder limitado que expone a quien lo ocupa a una periódica valoración por parte de los ciudadanos.
Evidentemente De Diego no mantiene que el origen de las naciones -salvo raras excepciones como puede ser la fundación de los EEUU- fuera este moderno y "racional" ideal. De hecho destaca que la unidad de muchas naciones, entre ellas España, se basó en la religión. Mas precisamente, porque es consciente que las causas o los principios que originaron las naciones ya no pueden ni deben justificar la realidad nacional es por lo que defiende como principio justificador de su persistencia el que se sustente en un Estado de Derecho. Siendo las naciones ámbitos de pluralidad, el único principio que puede articular su unidad es el del respeto y tolerancia a cada uno de sus integrantes. Tratar de hacerlas explícitas en función de sus características pasadas, ya sean reales o ficticias, provocarían, precisamente por su parcialidad, su propia negación.
Desde este punto de vista De Diego trata el "falso debate de la autodeterminación". La secesión de una comunidad respecto de un Estado no se justifica porque aquella ostente unas características colectivas que le hagan merecedora del estatus de "Nación". Por el contrario sería la falta de respeto a los derechos individuales del Estado del que forma parte la que justificaría las ansias de secesión.
El "derecho de los pueblos" a decidir por sí mismos no puede significar en la práctica que cada minoría étnica, lingüística o religiosa disponga de un Estado independiente, sino que toda minoría disfrute de la protección de las leyes del Estado del que forme parte.
El derecho de autodeterminación se contradice a sí mismo desde el momento en que se plantea como un derecho colectivo. La diversidad que se da en el conjunto, se da también en sus partes. Sólo como ejercicio solidario de las personas en defensa de sus derechos individuales puede tener sentido. Mas en ese caso sería una lucha por los derechos del hombre y no por los de ninguna supuesta nacionalidad.
De Diego muestra las imposibilidades lógicas y prácticas del derecho de autodeterminación cuando se invocan en el seno de un Estado de Derecho, respetuoso con los derechos individuales. Si el País Vasco puede independizarse de España, ¿por qué no ha de poder hacerlo Álava respecto del País Vasco? El principio de autodeterminación por su propia lógica se rebate a sí mismo.
El derecho de autodeterminación de los vascos, desde este punto de vista holístico, invalida el mismo derecho de los españoles, mientras que el de los alaveses imposibilita, a su vez, el de los vascos. Como derecho colectivo es siempre reductible y podría abarcar ciudades, pueblos y aldeas.
La España posible de Enrique de Diego es una nación que erradica de su justificación todo argumento nacionalista, una España respetuosa de las minorías, amante de su diversidad y que hace de la libertad su bandera más representativa.