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AGRICULTURA

Políticas inapropiadas y estúpidas

La agricultura es el sector más protegido y subsidiado de la economía norteamericana. Muchos de quienes se benefician de tales ayudas no viven en el campo, sino en lujosas mansiones de Nueva York, Boston y San Francisco. Es más, el 74% de los subsidios agrícolas van a parar directamente a las mayores empresas del ramo.

La agricultura es el sector más protegido y subsidiado de la economía norteamericana. Muchos de quienes se benefician de tales ayudas no viven en el campo, sino en lujosas mansiones de Nueva York, Boston y San Francisco. Es más, el 74% de los subsidios agrícolas van a parar directamente a las mayores empresas del ramo.
Los subsidios agrícolas vieron la luz en EEUU en 1933, esto es, en plena Gran Depresión, una época en que muchos desempleados abandonaron las ciudades para instalarse en el campo. En la década de los 30, el 25% de los estadounidenses vivía en el campo; hoy, no llega al 2%.
 
Un nuevo plan de subsidios agrícolas y programas de alimentación va reemplazar a la ley que sobre la materia se promulgó en 2002. Se trata de nuevas ayudas que volverán a beneficiar a quienes más tienen, justo ahora que las cosechas producen los más altos rendimientos de la historia, debido a la exagerada (y artificial) demanda de biocombustibles como el etanol, que por otro lado ha llevado a que se reduzca la oferta de grano destinado al consumo animal y humano y, por tanto, se dispare el precio de los alimentos básicos en todo el mundo.
 
El maíz ha subido un 300% en los últimos dos años. Los productos agrícolas que reciben más ayudas estatales en EEUU son –y cito en orden decreciente– el maíz, el algodón, el trigo, el arroz, la soja, la leche y sus derivados, el maní y el azúcar. Hasta los productores de tabaco reciben subsidios. ¿Les resulta extraño? Bueno, lo cierto es que los políticos hablan horrores del tabaco, y no nos dejan fumar ni en los restaurantes ni en las playas, pero se pirran por los impuestos: por eso pronto comprar una cajetilla en Nueva York costará 9 dólares; lo cual, por cierto, ha hecho emerger una mafia de vendedores ilegales de cigarrillos, que pueden ganarse hasta un millón de dólares con cada camión cargaddo de tabaco de contrabando.
 
El grueso de las ayudas agrícolas va a parar a los grandes productores, y éstos utilizan parte de ese dinero –procedente de nuestros impuestos– para comprar a sus competidores pequeños, con lo que el número de empresas en el sector no deja de disminuir.
 
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Por lo general, en los países ricos, en los cuales el sector agrícola es pequeño, se subsidia la agricultura y se imponen restricciones y aranceles a las importaciones de alimentos. Por el contrario, en los países pobres y en desarrollo, donde gran parte de la población trabaja en el campo, los Gobiernos imponen altos impuestos a la producción agrícola, así como controles de precios; y últimamente hasta impiden la exportación de arroz y otros alimentos.
 
Es increíblemente cruel que los Gobiernos de los países pobres impidan exportar a sus agricultores, pues éstos, con el dinero que obtendrían así, podrían adquirir maquinaria y, consecuentemente, aumentar la producción, lo cual, por lo demás, elevaría la oferta mundial de alimentos y contribuiría a la normalización de los precios.
 
Las políticas agrarias tanto de los países ricos como de los pobres son contraproducentes, y no es fácil determinar cuáles son más inapropiadas y estúpidas. Ahora bien, de lo que no cabe la menor duda es de que los más afectados por los manejos de los políticos y los burócratas son, siempre, los más pobres.
 
 
© AIPE
 
CARLOS BALL, director de la agencia AIPE.
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