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ATAQUE A IRAK

Petróleo, mentiras y donuts

Como Revel debe estar equivocado cuando dice que la primera de las fuerzas que mueven este planeta es la mentira, habrá que creer a los que sostienen que Estados Unidos ha decidido acosar al país que comercializa el tres por ciento del petróleo mundial, para apropiárselo.

Y también habrá que asentir a los que ven en los norteamericanos a gente de pocas luces, lo que explicaría que terminasen la primera parte de la guerra del Golfo olvidándose de confiscar para sí los pozos iraquíes de la provincia de Basora. De hecho, procedería aplaudir a los que los sitúan en la frontera de la idiocia puesto que, una vez liberado Kuwait, tampoco se les ocurrió otra cosa que devolver los campos a sus legítimos propietarios para que los siguieran explotando. Porque, si Revel está equivocado y hay que creer el mensaje mayoritario que estamos recibiendo los europeos, sólo se puede concluir que ese país capaz de enviar naves a Marte está regido por una vengativa pandilla de lectores de tebeos que, cuando no olvidan la cartera, se dejan los donuts extraviados en medio del desierto arábigo.

Prueba irrebatible de la influencia de la doctrina de Mortadelo y Filemón en la praxis de Bush sería su interés por poner en el mercado las reservas iraquíes —que representan el once por ciento del total mundial— sólo para favorecer al lobby tejano del crudo. Si su intención oculta es ésa, en el plazo de unos diez años la producción del país se podría cuadruplicar y, como sabe cualquier estudiante de primero de Económicas, eso repercutiría en una reducción inmediata de los precios. Las estimaciones más precisas para ese escenario sitúan el barril en quince dólares. Pero el gran misterio consistiría entonces en saber por qué el derrumbe del precio podría ser un gran negocio para unas petroleras que, por cierto, apenas representan el seis por ciento de la capitalización de la Bolsa norteamericana.

De todos modos, como lo más probable es que Revel esté equivocado, hay que pensar que, finalmente, el humanitarismo pacifista de la Francia de Chirac acabará imponiéndose. Porque nadie en su sano juicio podría creer que el ideal de la fraternidad que siempre ha guiado al país de las Luces pudiera verse manchado por bastardos intereses mercantiles. Y es que, aunque no se pueda negar que TotalFina ELF ha firmado contratos con Sadam gracias a los cuales ya controla una cuarta parte de las reservas de crudo de Irak, ésa no puede ser la razón de que Francia le haya dotado de la infraestructura nuclear precisa para que pueda fabricar bombas atómicas en el próximo quinquenio. Del mismo modo que sería absurdo sospechar que el cambio de nombre oficial que sufrió el reactor nuclear de Sadam, el Osirak, después rebautizado como Tammuz I (el mismo que los israelíes dañaron en 1981 mediante una incursión aérea), se debiera a una sugerencia gala por las connotaciones de su pronunciación francesa (“O´Chirac”). Igual que no se puede dudar que la Rusia de Putin —para la que el gas y el petróleo representan el cuarenta por ciento de sus exportaciones y la mitad de los ingresos estatales— actúa movida por altos principios al oponerse a la intervención contra el régimen que le ha otorgado las concesiones que ya no era capaz de abarcar TotalFina ELF.

Hay que aferrarse a que la realidad tiene que ser esa porque, de lo contrario, sólo cabría concluir que un eje de la inconsciencia, mucho más peligroso que el eje del mal, se habría apropiado de todos los resortes que mueven la creación de la opinión pública en Europa; un eje de la inconsciencia que habría hecho creer a la mayoría de los privilegiados habitantes de este continente que su nivel de vida es un dato, un hecho de la naturaleza, algo irrevocable; que los habría persuadido de que pueden mirar para otro lado, decir “No a las lecciones de dos mil años de historia”, y después continuar atentos a las eliminatorias de Operación Triunfo, como si nada pasase.

El cuarenta por ciento de la energía indispensable para que nuestras viejas y ricas sociedades no vuelvan a la Edad Media procede del petróleo. Ese era el nivel de dependencia que teníamos hace veinte años, y es el mismo que se sabe que seguiremos teniendo en los próximos veinte. En ese futuro inmediato, la OPEP será el proveedor de la mitad del crudo que circule por el planeta. Y, dentro de la OPEP, Arabia Saudí podrá seguir decidiendo en cualquier momento los precios del mercado mundial. Lo podrá hacer porque uno de cada cuatro litros de todo el petróleo que existe en el globo se esconde en su subsuelo; por tanto, les bastará con mover el pomo del grifo para que, con la misma cadencia, se muevan los precios. Sin combustibles fósiles, nuestras viejas y ricas sociedades volverían en sólo cien días a la Edad Media. Y en los próximos veinte años, directa o indirectamente, nuestra disponibilidad de ese combustible dependerá de Arabia Saudí. Es decir, dependerá del país que emitió los pasaportes de quince de los diecinueve terroristas que ejecutaron los atentados del 11-S, ésos que sacrificaron sus vidas por la utopía de intentar que el mundo vuelva a la Edad Media.

Y ocurre que el mayor vecino de Arabia Saudí es un psicópata discípulo de Hitler que, al igual que Al- Qaeda, odia a Occidente, y que lleva treinta años invirtiendo miles de millones de dólares en la creación de un arsenal químico, biológico, bacteriológico y nuclear con el que pretende llevar a cualquiera que se oponga a su voluntad a la Edad de Piedra. Ese enfermo fue el primero en utilizar la táctica sangre por petróleo cuando provocó un millón de muertos en su intento de apoderarse de los pozos de Irán; y fue el último en recurrir al método sangre por petróleo cuando invadió Kuwait y masacró a la población, también para apoderarse de sus pozos. Después, innovó su creación y aplicó a su propia gente la variante hambre pese al petróleo; eso fue entre 1992 y 1996, cuando prefirió que su pueblo no comiera antes que aceptar que la ONU controlase el intercambio anual de crudo valorado en 1.600 millones de dólares a cambio del equivalente en medicinas y alimentos. Todo para no renunciar a su delirio de ser la reencarnación de Nabucodonosor.

Alá los crea, y ellos se pueden juntar en cualquier momento, si no lo han hecho ya. Juntos, Sadam y Al-Qaeda, son la bomba de tiempo que la coalición pretende desarmar antes de que explote. Son la única causa, la geoestratégica, de esta crisis. Y podrían ser sólo eso, pero estos días también están siendo algo más; se han convertido en la prueba cotidiana de que el viejo maestro que escribiera El conocimiento inútil, a pesar nuestro, no está equivocado.

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