Es una cosa verdaderamente pasmosa, de verlo y no creerlo, el comprobar de qué manera tan ligera y alegre la nueva/vieja izquierda se apropia del lenguaje y de las instituciones para adecuarlos a sus exigencias y dogmas. No menor es nuestro estupor al comprobar cómo es capaz de comunicar y de hacer llegar a la gente tamaña transformación sin que se le mueva un pelo del flequillo. Y, además, son muchos los que asisten al espectáculo aplaudiendo entusiastas este arte de birlibirloque. Semejante filón no puede desaprovecharse. Empieza el espectáculo de magia con las lecciones sobre diálogo, consenso, progreso, simpatía, talante, reflexión… y esto es el cuento de nunca acabar: la obra cultural y social de la izquierda. A los actores políticos del poder socialista esta interpretación les sale muy natural. ¿Para qué cambiar el registro, entonces, si se ven refrendados por la democracia directa, las encuestas y, en última instancia, hasta sancionados por los "comités de sabios" y los miembros de la Academia de Cine, que firman lo que sea con tal de poner en la picota los valores de la derecha de toda la vida y sacar de paso beneficio? Es la Política elevada a la categoría de Arte y Ensayo.
Los españoles ya hemos podido comprobar tras el vendaval de la LOGSE lo que significa convertir la educación (antes denominada "instrucción pública") en ciencia pedagógica, es decir, en enseñanza y formación de individuos dirigida por "expertos" en la cosa. Ahora nos vamos a enterar de lo que supone adoptar el banderín de la pedagogía como método total de acción gubernamental, en sustitución de la "confrontación". Esta doctrina la ha esgrimido la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, a propósito de la "guerra de banderas" (o quítate tú para ponerme yo) durante la Diada en Cataluña, ejerciendo como portavoz del Gobierno socialista, aunque se me antojara al verla y escucharla una reencarnación posmoderna de la señorita Rotermeyer. A día de hoy no me consta que haya rectificado todavía su declaración.
¿Qué renombrada autoridad habrá pasado ahora los apuntes al Ejecutivo para ilustrarle mejor? ¿Y por qué sacrificar en esta ocasión el titulo de un trabajo de Ortega para proporcionar titulares al actual Gabinete de La Moncloa? El 12 de marzo de 1910, José Ortega y Gasset dicta la célebre conferencia en la Sociedad "El Sitio" de Bilbao, "La pedagogía social como programa político". Así hablaba Ortega: "Si la educación es transformación de una realidad en el sentido de cierta idea mejor que poseemos y la educación no ha de ser sino social, tendremos que la pedagogía es la ciencia de transformar las sociedades. Antes llamamos a esto política: he aquí, pues, que la política se ha hecho para nosotros pedagogía social y el problema español es un problema pedagógico". En su discurso, Ortega aclara que por "social" debe entenderse la combinación de los esfuerzos individuales con el fin de componer una obra común y de mejorar nuestra realidad y "nuestro ser radical", o sea, España. ¿Por qué el problema de España es pedagógico? Porque para su "salvación" es preciso reforzar la cooperación entre los españoles, al tiempo que se les cultiva y regenera alrededor de la conciencia española en el horizonte de la europeización.
Dejemos ahora de lado el controvertible asunto de este dictamen orteguiano que precisamente remata el texto en cuestión ("Verdaderamente se vio claro desde un principio que España era el problema y Europa la solución"), pues ya tendremos tiempo, al menos hasta la fecha de la ratificación de la Constitución europea, para debatir sobre su pertinencia en nuestros días y nuestras circunstancias. Y sigamos. ¿Por qué pedagogía social? Porque España está regida por humores sentimentales y corpúsculos de simpatía o antipatía, y con este bagaje emocional no se sostiene ni mejora una nación: "Y como entre individuos los motivos de divergencia y antipatía son a la larga mayores que los de la concordia y simpatía, he aquí nuestra nación en la actualidad disgregada en átomos: nuestra actividad se reduce a negarse unas personalidades a otras, unos grupos a otros, unas regiones a otras". ¿Significa esto hoy conflicto y querella "territorial"? Pues nada, esto se soluciona con dos tardes de charla. ¿Qué digo dos? Con una basta, si la cita es en Túnez o Perpignan. La nueva doctrina socialista sale de la chistera: la confrontación es el problema; la pedagogía, la solución. Nada que ver, pues, el discurso de Ortega con la declaración de De la Vega.
No nos equivoquemos. Los nuevos aires queridos insuflados a lo que queda de España con gracia incomparable por la vicepresidenta y las ministras de Educación y de Cultura, siempre con la bendición de Zapatero, no apuntan a un reforzamiento de los programas de estudio y del currículo, que crispan a los alumnos y suenan muy mal, sino a un plan de formación del espíritu audiovisual y a una educación en valores (de izquierda), lúdica y sencilla, que les entra a uno en su conciencia social como si nada. Así ya puede fácilmente tomarse como inapelable el veredicto popular, y sostener que el público siempre tiene razón, o sea, tras haberlo adoctrinado con creencias y supersticiones que cuadran con el prontuario socialista y con píldoras de pensamiento único políticamente correcto que casi todos se las tragan sin soltar un hipo. Y si no es el caso, se produce una película ad hoc.
La simplicísima Rosa Regás ha revelado todo el montaje con conmovedora sinceridad: "el cambio político en España empezó con una manifestación de artistas e intelectuales y luego se fue extendiendo". La doctrina está servida en forma de activa alianza de la pedagogía socialista y las fuerzas de la cultura. Ministras y cineastas enseñan juntos los valores y las leyes progresistas. ¿Cómo divulgar la acción de Gobierno sobre la eutanasia? He aquí Amenábar y su Mar adentro. ¿Violencia "de género"? Icíar Bollaín y Te doy mis ojos. ¿El "problema vasco"? Julio Medem y su Pelota vasca. ¿Los astilleros españoles en lucha? Fernando León de Aranoa y su Los lunes al sol. Y en este plan. Producciones Polanco & Rubalcaba Brothers y Asociados ya preparan las lecciones de cine sobre los matrimonios homosexuales, la investigación con células madre, la cultura revolucionaria del agua y la renovada televisión de nuestro corazón, corazón, para superar así la confrontación en España. Ah, y otro filme sobre el nuevo nombre de España en el inminente estreno de la nación de naciones.