En el Mediterráneo alcanzó el dominio naval, y tenía entre sus objetivos fundamentales los de volver a transformar España en Al Ándalus y conquistar la sede central del cristianismo, Roma. Por razones obvias, España se convirtió en el principal escudo de los cristianos en el Mediterráneo, y contribuyó poderosamente a su defensa en Austria y Hungría.
Cabría esperar que en esta pugna crucial Europa se mantendría unida, y unida precisamente en torno a su elemento cultural entonces más significativo y común, el cristianismo. Pero no fue así. La rivalidad de Francia con España llevó a la primera a aliarse con los turcos para hacer el mayor daño posible a los intereses españoles; y la cristiandad se dividió, por efecto de la predicación luterana. En aquella época la religión y la política estaban estrechamente vinculadas entre sí en toda Europa, aun sin llegar al extremo del mundo musulmán, y tanto en las zonas protestantes como en las católicas la lucha contra los respectivos herejes ocasionó agotadoras guerras civiles o represiones brutales.
España resultaba la nación más directamente amenazada por la agresividad turca y por la plaga de las constantes incursiones piráticas desde el norte de África (un precedente, en cierto modo, del actual terrorismo islámico). Por ello una división interna le sería especialmente peligrosa. Mucho más peligrosa que para los países situados en segunda o tercera fila frente al expansionismo otomano, los cuales podían permitirse incluso –y se permitían– buscar la alianza con Constantinopla. Parece claro que la lucha contra el Islam habría terminado en catástrofe si en España ocurría algo parecido a las contiendas civiles de Alemania o Flandes entre protestantes y católicos. Los otomanos habrían conquistado Italia con toda probabilidad, y devuelto la Península ibérica, o gran parte de ella, al mundo mahometano.
De ahí que el estado español tratara con el mayor empeño de asegurar la unidad interna y combatir la división introducida por los protestantes en el resto de Europa. Naturalmente no lo hacía sólo por la amenaza exterior sino también por la idea de una monarquía universal bajo el signo de la cruz, servido con singular tenacidad por España. Pero si olvidamos ese contexto internacional no entenderemos fenómenos como la persistencia de la Inquisición. Aunque hubo persecuciones protestantes muy sanguinarias, duraron menos que la Inquisición española, la cual disfrutó de notable popularidad como salvaguardia de la paz civil, y ciertamente lo fue.
Por otra parte deben descartarse las leyendas mantenidas con singular insistencia por la propaganda exterior. En tres siglos la cifra de ejecuciones motivadas por la Inquisición ascendió a alrededor de un millar, cifra insignificante si se compara con las habituales en las represiones de los regímenes totalitarios en el siglo XX, casi todos ellos antirreligiosos. También el uso de la tortura estaba en el siglo XVI generalizado, y era más brutal en los tribunales civiles. Por otra parte fue la Inquisición, precisamente, la que cortó en España la histeria de la quema de brujas que sacudió a gran parte de Europa y causó decenas de miles de víctimas.
Así, puede decirse que la paz civil se mantuvo en España al precio de una intolerancia mayor o más prolongada que en otros países europeos menos expuestos al Islam. No obstante tampoco deben olvidarse los marcados rasgos preliberales de la cultura española de la época, su crítica a la tiranía. O que una raíz muy importante del pensamiento democrático se encuentra en escritos como los de Suárez, el cual, si bien no cree la democracia un régimen deseable, lo estima posible a partir de la tesis de que el poder no llega al monarca directamente de Dios, sino a través del pueblo. Esta idea, expuesta contra las pretensiones absolutistas del rey inglés, tuvo gran influencia en Europa
Desde el desastre del 98 ha predominado en España una visión masoquista de nuestro pasado. Pero el hecho de que un país relativamente pobre y poco poblado como el nuestro combatiera con notable éxito durante más de un siglo, en Europa y el Mediterráneo, contra otomanos, "herejes" y franceses, mucho más poderosos en conjunto, y al mismo tiempo se expandiera por América y el Pacífico y creara una gran cultura, no deja de parecer, visto en perspectiva, algo casi milagroso, y debe sustentar esperanzas sobre nuestra propia capacidad.