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DRAGONES Y MAZMORRAS

No nos resignamos

Si hay un libro a cuya presentación, o rueda de prensa, me hubiera gustado asistir, es a la de Quiero dar testimonio hasta el final, de Victor Klemperer y si no lo hice fue porque en los archivos de prensa de la editorial debo figurar bajo el epígrafe de “traductora-poeta-novelista” y no me avisaron.

Les hablo de los diarios que abarcan los años 1942-1945 (él siguió escribiendo hasta su muerte, en 1960 y creo que lo que cuenta de la Alemania oriental en la que le tocó vivir después de la guerra tampoco hay que desdeñarlo) de los que se publicó el año pasado un resumen, bajo el título de LTI, la lengua de Tercer Imperio. Son dos gruesos y apetitosos volúmenes de Gutenberg/Círculo de Lectores, esa editorial “comercial” que tanto odian los jurados (me refiero a los representantes gremiales) del Premio Nacional a la mejor labor editorial y que es de las pocas, si no la única, que está llevando una labor digna de la extinta Editora Nacional. Me siento muy identificada con esta edición, cuyo avance empecé a seguir con particular interés, cuando hace un par de años me enteré, por su traductora y promotora, Carmen Gauger, que estaba casi concluida su versión al español. Desde entonces, llevo anunciando en estas mazmorras su inminente aparición. Pues bien, “le voilà!”, que dicen los franceses, quienes, dicho sea de paso, han podido disfrutar de su lectura hace ya muchos años, como en casi todas las demás lenguas de las llamadas “amplia difusión” e incluso en algunas de difusión algo más limitada. Ahora, muchos años después, lo podremos hacer nosotros.

Lamento, como les digo, no poder referirles los pormenores de la rueda de prensa, que protagonizaron mi amiga Carmen Gauger y el señor Nowojski, el descubridor, transcriptor y editor de los originales que vegetaron durante 35 años en la Landesbibliotehek de Dresde hasta 1995, fecha en que se publicó la versión abreviada a la que me referí al principio. Afortunadamente para mí, Carmen ha tenido la gentileza de permitirme leer su intervención, en la que contaba a los cerca de veinte medios de comunicación presentes lo que, en su día, me había contado: el infierno vivido durante esos años en Dresde por ese romanista judío sometido a las leyes más degradantes a las que se puede someter a ningún ser humano, transmitido por él paso a paso, sin olvidar los atroces bombardeos de los aliados, así como el trabajo que le costó a ella encontrar un editor español que se interesara por el proyecto, pues siempre le contestaban que en España no interesaban los judíos “porque nosotros no hemos participado en esa guerra” (¡y luego nos quejamos de la indiferencia internacional por el destino de España durante la guerra civil!). Me cuenta Carmen que después de sus respectivas introducciones, se produjo un animado debate, durante el cual, un periodista le preguntó a la señora Gauger por los prisioneros de Guantánamo. Carmen, atónita, reaccionó vivamente negándose a relacionar ambas cosas (nazis, americanos), pues, como al parecer le dijo, consideraba esa comparación, un insulto para las víctimas del Holocausto. Este incidente me recordó al que protagonizó, con el libro de Lilli Jahn, Mi corazón herido, la propia presentadora del libro al intentar hacer un paralelismo entre los nazis y los israelíes… Progres irredentos, incapaces de distinguir los matices del gris y siempre dispuestos a demostrar a qué es a lo que “No Nos Resignamos”, como rezan una de sus más enconadas plataformas.

A la que sí asistí fue a la presentación de la novela de Santiago Miralles, La ONG, publicada en Martínez Roca. Tuvo lugar en la Casa de América y oficiaron, pura casualidad, tres vascos: María Asunción Ansorena, Jon Juaristi y Mikel Azurmendi. La novela es la tercera de este autor, al que sigo desde el principio de su carrera con muchísimo interés y es tan divertida como las anteriores. El propósito de Miralles al escribir -lo dice y se le nota- es contar historias y entretener al lector, sin más pretensiones. Les puedo asegurar que lo hace estupendamente. Eso mismo parecían creer sus tres presentadores y Juaristi incluso destacó las connotaciones filosóficas de la trama en la que se tiene mucha importancia el sueño y su manipulación.

Es una novela realista de costumbres con algunos elementos de ciencia ficción o elucubración fantástica que rayan en lo esotérico, pero a mí me parece más importante el primer aspecto. Las intrigas, totalmente contemporáneas, de un grupo de funcionarios, diplomáticos, militares, cooperantes y enseñantes, destinados al exterior, son por sí solas lo suficientemente enmarañadas para interesarnos. Sobre todo cuando se describen con tanto acierto y tanto sentido del humor.

No quiero terminar esta crónica sin hacer una alusión —otra más— a San George Orwell, cuya festividad tenía lugar esta semana (nació el 25 de junio de 1903), aunque tenga validez para todo el año. Así pues les recuerdo que se han vuelto a publicar en español algunas de sus obras, entre otras la novela Los días de Birmania, en Ediciones del Viento, sobre su experiencia como policía en ese país. Anteriormente existía otra traducción (mucho peor), de esta misma obra, con el título de La marca, alusión al antojo que señalaba la cara de Mr. Flory, el protagonista. Este último es un maderero británico instalado en Birmania (en cierto modo es un trasunto del autor), que en realidad es “un pesimista a corto plazo”, como dijo Orwell de Koestler. Flory no soporta el imperialismo británico, ni el papel que él mismo desempeña dentro de él y tras una serie de desventuras sentimentales con una joven británica que desembarca ahí en busca de marido, acaba suicidándose. Orwell, siempre lúcido, siempre implacable, consigue un relato “colonial”, más cercano a Forster, Viaje a la India, que a Kipling.

Y a propósito de Orwell conviene recordar la edición completa de Homenaje a Cataluña acompañada de muchos de sus escritos sobre la guerra civil española, que con el título de Orwell en España, acaba de publicar la editorial Tusquets. Hasta ahora existía en español una traducción de 1963, obra de Noemí Rosenblat, en editorial Proyección de Buenos Aires. En 1970 se publicó otra, esta vez incompleta, en Ariel. Conviene recordar a este respecto que J.Coll y J. Pané, en el libro titulado Josep Rovira, una vida al servicio de Cataluña y del socialismo (también publicado en Ariel en 1973), cuentan que la censura franquista de esa edición de 1970 sólo suprimió el pasaje en el que Orwell decía que “Franco no había pretendido instaurar el fascismo sino el feudalismo y que no podía ser comparado a Hitler y Mussolini porque no pretendió hacer ninguna revolución sino que su aventura fue sólo una rebelión militar sostenida por la aristocracia y el clero”. Pero claro, no nos resignamos.


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