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FIGURAS DE PAPEL

Mundo tierno, mundo cruel

El escritor argentino Rodolfo Rabanal (Buenos Aires, 1940), columnista del diario La Nación, tiene una vasta obra literaria: es autor de numerosas novelas (En otra parte, El pasajero, El factor sentimental, Encuentro en Marruecos) libros de cuentos y de ensayos. A ellos debemos sumar la novela La mujer rusa.

El escritor argentino Rodolfo Rabanal (Buenos Aires, 1940), columnista del diario La Nación, tiene una vasta obra literaria: es autor de numerosas novelas (En otra parte, El pasajero, El factor sentimental, Encuentro en Marruecos) libros de cuentos y de ensayos. A ellos debemos sumar la novela La mujer rusa.
El reciente libro es una de esas obras literarias que seducen por la infinita irradiación de asociaciones y de simbolismos que a través de microhistorias se van generando en su desarrollo. Cuando llegamos a la palabra fin, nos queda la impresión de que algo se nos ha quedado fuera del alcance de la mirada, dada la vastedad de los detalles, la amplitud de su escenario, y la cantidad de personajes que la habitan. Por otra parte, y como pedía Graham Greene, la novela tiene la cortesía de un argumento, por lo cual discurre fruitivamente. El protagonista y narrador, en una suerte de voluntario exilio, se instala en la Ciudad Blanca, vecina de Santa María del Cabo (todo ello muy emparejado con Punta del Este, donde Rodolfo Rabanal vive desde hace varios años), y es en esos ámbitos, entre reales e imaginarios, donde procura indagar en el pasado de un cónsul inglés que vivió cien años atrás y del cual va descubriendo sorprendentes situaciones.
 
Tras varios años de silencio literario, la ambición creadora de Rodolfo Rabanal le ha llevado a desarrollar esta obra de vastos en horizontes, con férrea perfección artística. En ella se entretejen la fantasía y el realismo. Todo ello sobre paisajes que tienen una rara luz crepuscular, que baña a los personas y que éstos, a su vez, irradian sobre ese mundo. Personajes extravagantes que deambulan buscándose a sí mismo (como todas las búsquedas, en realidad) y que acaban dando vueltas alrededor de la nada. Hombres como el pintor Servente, que sabe que no es un artista, y numerosas y sensuales mujeres (Elsa, quien ha ido dejando las ilusiones por el camino, la renacida Blanca, y varias rusas, entre ellas, la impresionante y fugaz Mila Gorenko, del título, que marca a fuego al protagonista e impregna la novela entera). En aquel territorio sin memoria, parece decir el narrador, el porvenir es el olvido.
 
Todo ello conforma una densa red de pasiones, que son muy intensas y en las que ahonda el novelista. El sexo parece convertirse en el sentido último de no pocos encuentros y, así, la novela produce la fuerte sensación de que la angustia existe, y ello debido al desorden emocional de personas que, aunque en la superficie no les suceda nada muy dramático, viven al borde del colapso porque se han lacerado y encerrado en obsesiones y otras prisiones de su propia construcción.
 
Hay muchas historias y se sugieren una diversidad de temas. Están, por ejemplo, entre los personajes que juegan un rol secundario, Ana Ajmátova e Isaiah Berlin, quienes mantuvieron una relación muy estrecha. Y como retablo, el áspero mundo moderno en que vivimos, especialmente a través de las intrusiones de una fotógrafa francesa en los lugares que hoy están en ebullición en el planeta. Da gusto ver trotar las ideas en la nueva novela de Rabanal, unas tras otras, a medida que avanza, seductoramente.
 
Rodolfo Rabanal, La mujer rusa, Adriana Hidalgo, Buenos Aires, abril 2004.
 
 
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