El artículo se centraba sobre todo en el éxito alcanzado por el ex guerrillero maoísta Chandra Bhan Prasad. Las consecuencias positivas que para los intocables ha tenido la liberación de la economía india, que arrancó en 1991, llevaron a Prasad a creer firmemente que la única esperanza para los de su casta pasaba por los mercados abiertos y competitivos. Aunque el sistema de castas fue derogado en 1947, los intocables (que hoy suman unos 200 millones de personas) apenas consiguieron avanzar en los siguientes cuarenta años, durante los cuales la economía india estuvo sometida al socialismo.
¿Qué dice la teoría económica sobre la discriminación? Pues, para empezar, que hace subir los costes y bajar los beneficios, por lo que quienes la practican quedan en desventaja frente a los empresarios que optan por conseguir el máximo beneficio posible y, por ello, a la hora de contratar se fijan en la productividad de los trabajadores, no en su casta o en su raza.
Por otro lado, a las minorías suele irles mejor en industrias de nuevo cuño y en empresas de pequeño tamaño. Hubo un tiempo en que los judíos y los negros eran más fácilmente aceptados en Hollywood que en industrias establecidas como la del acero o la banca. Por cierto, a principios del siglo XX hubo judíos que dieron en fundar bancos luego de constatar que no podían conseguir trabajo en ninguno de los existentes.
La globalización y el auge del comercio internacional también empujan con fuerza contra la discriminación. Como dije antes, los costes de producción aumentan cuando los patronos discriminan a las minorías, situación de la que se aprovechan quienes no discriminan. Igualmente, los países discriminadores se ven mermados en el terreno de la competitividad.
El lento crecimiento del sur esclavista de Estados Unidos nos ilustra de los efectos negativos de la discriminación, y nos informa de por qué sus industrias eran menos competitivas que las del norte y el oeste del país.
En ocasiones, el rápido crecimiento del comercio mundial registrado en las últimas décadas y la creciente inclinación hacia el libre mercado acrecientan, en lugar de reducir, la desigualdad de ingresos, al menos por cierto tiempo. Sin embargo, el comercio y la competencia han hecho que la desigualdad dependa más de las diferencias en el capital humano que las diferencias relacionadas con el color de la piel, el sexo, la religión, etcétera. Esto no se suele apreciar, pero es una importante consecuencia de la globalización y del creciente intercambio comercial.
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