Me refiero a ciertos periodistas cuya voracidad, a diferencia de la ciencia filológica, no distingue entre préstamo y calco y que no dudan en explotar, en beneficio propio y en el de los criminales, el martirio de unas desdichadas muchachas, culpables de ser guapas y de saber inglés. Supongo que su principal héroe, David Rojo, estará convencido de que en los Estados Unidos conseguiría el Premio Pullitzer. Quién sabe. Vomita, que algo queda, éste debería de ser el lema del nuevo género periodístico a que ha dado pie. Yo sé que muchos se preguntan qué diferencia hay entre dicho género y la literatura policíaca. Pues la misma que entre la pipa pintada en un cuadro y la que el fumador se lleva a la boca. Abismal. Por eso le cabreaba tanto a Orwell el cambio de la imaginativa literatura de detectives a la más realista de criminales, basada a menudo en algún hecho real. Veía en ello una amenaza y está claro que no le faltaba razón.
No, no son estos momentos para leer novelas policíacas ni siquiera para ocuparse del controvertido Simenon (controvertido por su vida, no por su obra) a cuyo inspector, el famoso Maigret de haberlo podido conocer, no hubiera tenido Orwell nada que reprocharle. Lo digo porque sigue celebrándose en Madrid un ciclo de conferencias, con ocasión del centenario de su nacimiento, que se clausurará el jueves que viene. Pero para quienes estén hartos de sangre, estupidez humana y megalomanía criminológica, no hay mejor alternativa que la poesía y en ella me refugio como una terapia y una bendición y, todavía, encuentro algunos versos con los que asombrarme. Y no me refiero sólo a los clásicos, ni a otros avezados poetas que, por contemporáneos, aún no lo son, sino a un librito de Lola Velasco, a quien yo conocía como especialista en literatura infantil y juvenil, que acaba de salir en Huerga & Fierro. Se titula El movimiento de las flores y aunque no redime del dolor, ayuda a suavizar la dureza de sus aristas.
Pero si de verdad quieren evadirse de la realidad háganse con el maravilloso libro de Josep Maria de Sagarra, Los pájaros amigos, publicado en Pre-Textos en una colección única titulada a su vez “El pájaro solitario”. La primera edición es de 1922, y lo escribió para las escuelas de la Mancomunitat de Catalunya, ya ha sido traducido ahora por primera vez al castellano por Antonio Cabrera, también poeta. Con una prosa sencilla y directa, Sagarra transmite a los niños —y en materia ornitológica todos los somos— las virtudes de los pájaros más comunes en nuestros bosques, campos y jardines. La descripción de sus trinos, de la utilidad de sus vidas y del colorido de sus plumajes produce la misma refrescante sedación que los gorjeos de esos diminutos descendientes de los dinosaurios.
Esta traducción pasará a engrosar las estadísticas que bajo el título de Panorámica de la Edición Española de Libros publica todos los años la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Ahora mismo acabo de recibir la del 2002 y veo plasmada una realidad que se estaba imponiendo con fuerza, y es la de que en el capítulo de traducciones, las que se hacen entre las lenguas españolas van aumentando cada vez más, de forma que en la actualidad suponen el 19,1% del total de las traducciones que, a su vez, constituyeron el 24,5% del total de la producción editorial española. Para quienes quieran saber más les diré que el año pasado se publicaron en España 69.893 títulos (de los cuales 53.022 fueron primeras ediciones), mientras que en Francia, por ejemplo, en la misma fecha, se publicaron 51.837 (de los cuales 22.370 primeras ediciones). Sólo nos supera, en Europa, Alemania, con 82.936 títulos (63.021 primera ediciones). Volviendo a nuestras cifras, de esos 69.898 títulos, 65.185 fueron en lenguas españolas (54.160 en castellano, 7.300 en catalán, 1.498 en gallego, 1.221 en Euskera, 763 en valenciano, 56 en asturiano, 15 en aragonés y 5 en aranés, lo juro), 2.594 en lenguas extranjeras y 2.281, multilingües. No creo que la industria editorial española pueda ni mucho menos quejarse.