Ese año no había quien enterrara a los muertos. La basura se amontonaba en las calles. Nuevas huelgas se anunciaban a cada rato. No fue ninguna sorpresa cuando el primer ministro laborista fue derrotado, tras una votación en el Parlamento, y reemplazado por la Sra. Thatcher.
Thatcher pensaba que la solución a los problemas británicos era la libre empresa. Anunció que quería alcanzar su "ambición de lograr una democracia capitalista. Es decir, donde la gente sea dueña de sus casas, de acciones, tenga una participación en la riqueza de la sociedad y que esa riqueza sea luego heredada por generaciones futuras".
Lograrlo requirió todo el tesón de Lady Thatcher. Al contrario de anteriores gobiernos, tanto laboristas como conservadores, ella no tenía ninguna intención de ganar votos permitiendo que las cosas siguieran como estaban. Estaba convencida que el gobierno metía demasiado la mano y lanzó un programa para acabar con lo que ella llamó "el estado nodriza". Eso significó acabar con el inmenso poder de los sindicatos y de los monopolios de las empresas estatales. Thatcher también aspiraba a controlar la oferta de dinero, reducir el déficit presupuestario, bajar los gastos del gobierno, reducir los impuestos y eliminar regulaciones. Se trataba de un programa muy completo. Y, eventualmente, la Thatcher lo logró. El gobierno encaró la violenta huelga de las minas de carbón en 1984. Esos huelguistas habían tumbado gobiernos anteriores, pero no a la Sra. Thatcher. Ella no transigió y así comenzó una nueva era en las relaciones laborales.
Al mismo tiempo trabajó para sacar al gobierno de industrias que podían ser manejadas más eficientemente por el sector privado. Eso significó vender negocios como bombas de gasolina y hoteles, al mismo tiempo que fomentaba que la gente comprara sus viviendas, en lugar de pagar alquileres al estado. Claro que las empresas del gobierno tenían que ser enderezadas antes de venderlas. Los compradores exigirían rendición de cuenta por parte de los administradores, lo cual no existía en las empresas estatales como la telefónica. Antes de la privatización, un nuevo suscriptor tenía que esperar meses para que le instalaran un teléfono y era casi imposible conseguir que luego se lo repararan. Para las empresas estatales, los clientes no eran importantes. Todo eso cambió después de las privatizaciones.
El gobierno terminó vendiendo, además de British Telecom, British Gas, British Airways y British Steel (la siderúrgica). Estas empresas redujeron su personal en alrededor de 30 por ciento, pero la introducción del libre mercado abrió otras muchas fuentes de empleo. El desempleo disminuyó y el actual gobierno laborista ha mantenido casi todas las políticas de libre mercado iniciadas por la Sra. Thatcher, por lo que la tasa de desempleo en el Reino Unido es hoy de 4,7%.
La Sra. Thatcher fue reelecta en 1983 y en 1987. Mantuvo el cargo de primer ministro hasta 1990, demostrando que el capitalismo es superior al socialismo. En ambos lados del Atlántico tenemos una deuda de gratitud con Lady Thatcher y esperamos disfrutar de 25 años más de la prosperidad generada en buena parte por las políticas que ella instrumentó.
© AIPE
Edwin J. Feulner es presidente de Heritage Foundation.