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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Mafias

La otra noche, miraba yo en la televisión una película italiana sobre la Mafia y el asesinato del juez Falcone y, mientras fluían las imágenes de esa película casi documental, yo pensaba cada vez más en el País Vasco y en los crímenes de ETA.

No sólo por la similitud de los atentados, los coches bomba y las ráfagas de metralleta, sino también, o tal vez sobre todo, debido a la complicidad de importantes sectores de la sociedad —magistrados, policías, políticos— con los asesinos, lo mismo en el País Vasco que en Sicilia. ¿Cómo no recordar, viendo en la tele el entierro del general Della Chiesa al que acuden capos mafiosos y políticos corruptos, los entierros de tantas víctimas de ETA, a los que acuden Ibarretxe, Arzallus, Otegi y Odón Elorza?

No estoy diciendo que la Mafia (o Cosa Nostra) y la ETA sean exactamente lo mismo, ni que ambas bandas estén dirigidas por Ben Laden, desde luego que no, aunque, por otra parte, hacer de Ben Laden el único jefe de banda del terrorismo islámico es sólo una manera de eludir el verdadero problema de ese terrorismo internacional. Los Hermanos Musulmanes en Egipto y en otros países árabes, los terroristas argelinos y muchos más no han esperado a Ben Laden para ponerse a degollar mujeres, niños y ancianos. No fue Al-Qaeda quien mató a Anuar el Sadat porque había concluido una paz verdadera con Israel, sino militares egipcios, de los Hermanos Musulmanes. Y así sucesivamente.

Se ha escrito y filmado mucho sobre la Mafia, pero bastantes de sus aspectos y actividades siguen secretos y clandestinos. No me refiero únicamente a las películas de Francis F. Coppola, tan impregnadas de leyenda; bellas embusteras, en las que, evidentemente, el espectador se identifica con los capos mafiosos, además representados por actores como Marlon Brando, Al Pacino, Robert Dubal, etcétera, ni me voy a referir a lo ya bien sabido: tráfico de drogas, prostitución, casinos, etc, ni a su amplio sector legal, producto de inversiones de los beneficios de sus diversos tráficos: bancos, hoteles, turismo y casinos, porque hay casinos perfectamente legales, y se dice que el de Mónaco, el más importante de Europa, está totalmente en manos de la mafia italiana y ¿de qué informaciones podría disponer yo para afirmar lo contrario? Por ello, cuando se dijo que John Kennedy recibió dinero de la mafia para sus campañas electorales puede que sí, pero a condición de precisar que fueron empresas legales, y tal vez algunas de ellas tuvieran en sus activos dinero blanqueado de la Mafia. El criterio esencial en este caso se resume en una pregunta: ¿Qué hicieron los hermanos Kennedy en el poder para favorecer a la Mafia? Absolutamente nada, al revés, Bob Kennedy, ministro de Justicia, prosiguió su lucha contra la mafia, que ya había iniciado como Attorney General. En cambio, cabe preguntarse: ¿fue la Mafia totalmente inocente del asesinato de los dos hermanos Kennedy?

A vuela pluma, se puede decir que la Mafia nació en el siglo XIX como milicias privadas, o algo así, de los terratenientes y demás notables sicilianos, opuestos a la unificación de Italia, al centralismo estatal, y entre otras cosas, pero muy particularmente, a que los impuestos de los sicilianos se fueran a Roma, en vez de quedarse en casa. Aquí tenemos, si no lo mismo, algo parecido al nacimiento del movimiento nacionalista vasco, apoyándose en tradiciones forales, reales unas, otras inventadas, para favorecer la autonomía de las provincias vascongadas, que la burguesía vasca consideraba, erróneamente, favorable a sus intereses. Una de las diferencias fundamentales entre el País Vasco y Sicilia es que el primero fue una importante zona industrial de España (metalurgia, astilleros, etcétera) hoy venida a menos, pero eso no ha evitado la más absoluta irracionalidad, pese a las teorías marxistas.

Volviendo a la película y a cómo asesinaron al juez Falcone, recordé la voladura de Carrero Blanco, porque fue el mismo tipo de atentado: una bomba, o carga de explosivos impresionante, que explota cuando pasa el coche oficial. Y cómo no recordar, pese a la maravillosa tranquilidad de estas horas nocturnas, de las que nunca me canso, todo lo dicho por la progresía carca en torno a ese asesinato. Decían que Carrero Blanco era el cerrojo que hubiera impedido la transición democrática, asesinarle era pues hacer saltar dicho cerrojo y permitir la llegada de la democracia, por lo tanto ¡Viva ETA! No hace muchos años, un ilustre editor, al rechazar un manuscrito mío, me escribía que no entendía cómo yo podía estar tan categóricamente contra el terrorismo.¿Y Carrero Blanco?, me preguntaba. Eso ocurría más de 20 años después de la muerte de Franco, y ETA seguía, y sigue, asesinando. Pero no sólo se trata de ese editor, son muchísimos quienes siguen considerando con simpatía a ETA porque fue antifranquista y mató a Carrero Blanco.

Ya es hora de afirmar que ETA no fue nunca antifranquista —o sea, partidaria de la democracia—, incluso si algunos de sus “soldados” lo fueron, y que Carrero Blanco fue entre los altos responsables franquistas el que más claramente apoyó el proyecto del generalísimo de, a su muerte, designar al Príncipe Juan Carlos, Rey. Con lo cual resulta evidente que Carrero Blanco vivo no hubiera actuado como Tejero, ni querido, ni podido, oponerse al Rey y a la transición democrática: demasiadas fuerzas la deseaban, la sociedad civil estaba lista, hubo un amplio consenso para enterrar la dictadura, al mismo tiempo que al dictador, con flores o insultos, pero enterrarla, y me parece que nadie hubiera podido evitar que las cosas transcurrieran, más o menos, como han transcurrido.

Y ETA sigue matando, incluso más que durante la dictadura, porque nunca fue democrática, repito, y porque la democracia facilita sus actividades criminales. Lo digo a sabiendas de la desesperación de las familias de las víctimas, de la utilización del crimen organizado por el PNV, de la cobardía del PSE, consciente de que como en Sicilia, jueces, curas, vecinos, políticos... o temen a ETA o la utilizan para sus intereses, con el triste resultado de que muchos son cómplices y que el País Vasco, aún más que Sicilia, está podrido de la cabeza a los pies. Pues no hay más remedio que continuar la lucha para la democracia, respetando la legalidad democrática. Un camino largo e incierto.


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