Ahora bien, como decía Ludwig von Mises: “Si ellos siguen repitiendo sus mentiras, nosotros tenemos que seguir repitiendo la verdad”. Más aún, tendremos que dar las claves para comprender estas campañas y de paso sacar del olvido algunas cosas que algunos pretenden que no existieron.
Evidentemente no estamos ante un esfuerzo serio por establecer si la Iglesia Católica pudo haber hecho más frente al Holocausto. Si esa fuera la cuestión, alguien podría decir que quizás sí. A fin de cuentas, en cada faceta de la vida siempre se puede hacer más. Muchos otros dirán que hizo muchísimo si tenemos en cuenta los millares de judíos que fueron salvados por el Vaticano (tantos que hasta el Gran Rabino de Roma Zolli acabo abrazando la fe católica haciéndose bautizar con el nombre de Eugenio en honor de Eugenio Pacelli, Pío XII) o el hecho de que Roma condenó repetidamente el ideario y las prácticas nacional-socialistas. Sin ir más lejos, en 1937, Pío XI publicó gracias a la ayuda decisiva de su secretario de Estado, el futuro Pío XII, la encíclica Mit brennender Sorge (Con ardiente preocupación), en la que condenaba por anticristianos los planteamientos ideológicos del nazismo. En definitiva, poco no se haría cuando en el memorial de Yad Vache, en el Valle de los Justos en Israel, se ha plantado un árbol con el nombre de Pío XII.
No. Lo que enfrentamos es una vengativa y sucia campaña comunista de desprestigio contra la Iglesia de Roma y especialmente contra los Papas Pío XI y Pío XII. En un magnífico artículo titulado Pío XII y el Nazismo. Stalin no ha muerto Carlos Semprún Maura reconocía en esta conspiración el habitual ardid rojo que siempre trata de identificar anticomunismo y nazismo. Esta artimaña siempre ha proporcionado a los comunistas increíbles éxitos a la hora de silenciar, eliminar o aplastar a todo aquel que se les ha opuesto. Así que aquí la tenemos de nuevo.
¿Por qué esta campaña y por qué digo que es vengativa? Simple. Los comunistas siguen teniendo bien presente —parece que bastante más que algunos “teólogos liberacionistas” que se autodenominan católicos— las enseñanzas de Roma sobre el comunismo. Decía Pío XI: “El comunismo es intrínsecamente perverso porque socava los fundamentos de la concepción humana, divina, racional y natural de la vida misma y porque para prevalecer necesita afirmarse en el despotismo, la brutalidad, el látigo y la cárcel”.
Siguen teniendo más presente aún que el Papa Pío XII fue seguramente el principal responsable de que Italia no cayera en las garras del marxismo y de Moscú después de la II Guerra Mundial. Fueron los titánicos esfuerzos de la Iglesia de Roma y de los católicos liderados por Alcide de Gasperi en la Democracia Cristiana, los que impidieron un previsible triunfo de Palmiro Togliatti y del Partido Comunista. De este modo garantizaron la supervivencia de las libertades en Italia. Unamos a eso que bien complementados con el saber económico de liberales como Luigi Einaudi consiguieron además notables avances en la creación de riqueza, la reconstrucción del país y la extensión de la prosperidad. Los rojos ni perdonan, ni olvidan.
Eso sí, lo que los comunistas intentan que nosotros sí olvidemos y perdonemos es que ellos fueron socios de los nazis y se llenaron las manos de sangre junto con ellos. Ellos conspiraron con los nazis para masacrar Polonia y repartirse el botín. Además, los comunistas convirtieron sus Asociaciones contra el Fascismo en derrotistas Asociaciones por la Paz en Inglaterra, Francia o EEUU, todo con el fin de que el imperio comunista soviético pudiera atacar impunemente y sin ninguna cortapisa de Hitler, a las poblaciones de Letonia, Lituania, Estonia, Besarabia, Bucovina y Carelia. Quieren que olvidemos que fue el Partido Comunista francés el que hasta el año 41 acusó a Churchill y al imperialismo anglosajón como únicos responsables de la guerra. Lastima para ellos que muchos no olvidemos.
CAMPAÑA VENGATIVA
Los nazis, el Vaticano y... los comunistas
Vaya por delante la advertencia de que no he visto la película Amén. Tampoco tengo intención de soltar ni medio céntimo para enriquecer al ínclito Costa Gavras ni a ningún otro cineasta comunista. No sólo eso. Me molesta hacerle publicidad, aunque sea negativa.
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