Según las memorias del general Pável Sudoplátov, recientemente publicadas por el semanario ruso MK-España, que se edita en Madrid, la “sagrada misión” de asesinar a Trotski fue confiada a la superagente catalana María de las Heras, alias “Ivona Africa” y “camarada Patria”. A finales de los años 30 logró introducirse en el secretariado de la dirección trotskista. Trabajó junto a Trotski en Noruega y luego se desplazó con él a México, enviando a Moscú una valiosa información sobre las actividades del principal enemigo de Stalin. Hasta logró mandar un plano de la casa mexicana de Trotski que fue posteriormente utilizado en un atentado frustrado del grupo Cisneros.
María de las Heras se preparaba a matar a Trotski cuando su misión fue inesperadamente suspendida por la dirección del NKVD. El ex-número uno de la inteligencia rusa en España, llamado “Orlov”, que conocía de sobra a la agente, desertó de las filas bolcheviques y se refugió en Estados Unidos. María era demasiado valiosa para arriesgar su vida por las posibles revelaciones de “Orlov” y regresó a Moscú, donde siguió trabajando en los servicios secretos. Falleció en 1988 en la capital rusa con el grado de coronel del KGB, tras cumplir centenares de “misiones especiales”, tanto en Rusia como en América Latina, durante la Segunda Guerra Mundial y en los tiempos de posguerra.
Después del fracaso de la misión de María, Pável Sudoplátov, nombrado por Beria jefe de la operación, optó por otros españoles, ya que abundaban en las listas de los agentes del NKVD. En esta lista figuraban hasta dos ex-ministros del Gobierno republicano. Pero Beria le aconsejó que utilizara a gente poco conocida. Y así la elección cayó en el grupo “Madre”, compuesto por Caridad Mercader y su hijo Ramón. Caridad era “de fiar” a pesar de su “procedencia burguesa”. A principios de los años 30 abandonó a su marido para “luchar” en las filas anarquistas. Su hijo mayor cayó en la guerra civil, su hijo menor residía en la Unión Soviética. Además, Caridad era amante de un importante oficial del NKVD, Leonid Eitingón, encargado de enseñar a la madre y al hijo la “ciencia” de los agentes secretos.
El grupo residía en París. Ramón, que tenía muy buena facha, no necesitó grandes esfuerzos para seducir a la joven Silvia Agueloff, que le ayudó a penetrar en los círculos trotskistas de París y con la que viajó posteriormente a México, acompañado también por su madre con su respetivo amante. Tenía un pasaporte canadiense falso a nombre de Frank Jacson que le proporcionaron los rusos y se presentaba como un empresario simpatizante de Trotski. Al mismo tiempo, el NKVD abrió una empresa fantasma en Nueva York para financiar la operación. El joven “empresario”, presentado por su novia, fue bien recibido en casa de Trotski, a quien visitó a menudo mientras preparaba el atentado.
El arma del asesinato fue elegido en una reunión entre Eitingón, Caridad y Ramón. Fue un pico de alpinista. Por supuesto, el motivo del asesinato debía ser “personal”. En caso de ser detenido, Ramón debía aludir a que Trotski intentaba poner peros a su relación con Silvia y malgastaba el dinero que el “empresario” donaba a su organización. El plan era casi perfecto. Tras el asesinato silencioso, Ramón debía salir de la casa de Trotski y huir en el coche donde le esperaban Caridad y Eitingón.
Pero, no fue así. El 20 de agosto de 1940, un momento antes de recibir el golpe de Ramón, Trotski movió la cabeza y no murió en seguida, sino que pudo llamar a sus guardaespaldas. Mercader tenía experiencia en manejar armas blancas, pero esta vez su precisión no fue lo suficientemente buena. Tras el arresto y la condena a 20 años de cárcel, Ramón logró ocultar su personalidad durante 6 años. El mismo Stalin ordenó no escatimar dinero para su defensa. Su nombre fue descubierto sólo gracias a las revelaciones de un comunista español renegado, amigo de su madre, y la Policía española. No obstante, nunca confesó a las autoridades mexicanas que actuaba bajo mando soviético.
Mientras tanto, Caridad, acompañada por su amante, se refugió en Cuba, Estados Unidos y China antes de regresar, en mayo de 1941, a Moscú. Por su participación en la operación recibió la “Orden de Lenin”, máxima condecoración en la antigua Unión Soviética.
Mercader salió de la cárcel mexicana el 20 de agosto de 1960. Llegó a Moscú con su mujer Raquelia Mendoza, a la que conoció mientras estuvo en prisión. Recibió la Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética y la Orden de Lenin de las manos del jefe del KGB (antiguo NKVD), Shelepin. Le proporcionaron un piso en Moscú, una residencia de campo en el poblado de Krátovo, a unos 30 kilómetros de la capital, y una buena jubilación que equivalía a la de un general del KGB retirado. También le dieron trabajo en el Centro de estudios marxistas-leninistas de Moscú, mientras su mujer trabajaba de locutora en la sección española de Radio Moscú. La pareja adoptó a dos niños españoles que quedaron huérfanos en la capital soviética.
Antes de morir en 1978, Mercader trabajó varios años en Cuba como consejero personal de Castro. Está enterrado en Moscú con el nombre falso de Ramón Ivánovich López, Héroe de la Unión Soviética, tal y como está escrito en su tumba. En el mismo cementerio “Kúntsevskoye” están enterrados el espía inglés Kim Philby y la coronel María de las Heras.
HISTORIA Y ESPIONAJE
Los mejores espías del “padre” Stalin
El sueño de su vida era acabar con su enemigo mortal, León Trotski. Por eso Stalin, el “padre del proletariado mundial”, ordenó en 1939 a su principal verdugo, Lavrenti Beria, que buscara entre los espías del NKVD (policía secreta bolchevique) a los más capacitados. Beria no dudó mucho: los mejores eran los “camaradas españoles”, curtidos en las misiones secretas soviéticas durante la Guerra Civil en España.
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