Es este un libro de esquema sencillo en el que, sin embargo, se plantean cuestiones de fondo que afectan a la práctica actual del periodismo. Sus capítulos son los doce meses de un año, el 2001, en el que Arcadi Espada deja las tareas periodísticas para centrarse en su faceta de profesor universitario y escribir un diario. En él, a propósito de lo que acontece, va a ir volcando sus reflexiones sobre los medios con la distancia que le procura el no verse arrastrado por la dinámica de la prensa diaria.
En Diarios aparecen de manera recurrente algunos de los asuntos que preocupan especialmente al autor, entre los que destaca la actitud de los medios de comunicación ante el terrorismo. Arcadi Espada no tiene la menor duda de que los periodistas, con sus directores a la cabeza, han contribuido a mitificar el terrorismo, situándose del lado del verdugo, al ayudar al siniestro objetivo de convertir a un descuartizador de humanos en un fabricante de metáforas. Ha ocurrido en España con ETA, desde los años 70, y sigue ocurriendo hoy cuando al miedo le llaman “diálogo”. El análisis de la reacción popular, política y mediática ante el asesinato de Ernest Lluch, incluido el discurso de Gemma Nierga al final de la manifestación de repulsa del atentado, es de una claridad poco usual.
Gran parte de los males que aquejan al periodismo se deben, según Espada, a una especie de “gauchismo macerado” que se manifiesta, por ejemplo, en la negativa de Reuters a tratar a los terroristas islámicos como asesinos, pero también a tener distintas varas de medir en el trabajo. Que una periodista se vista de turca para investigar la situación de la inmigración merece aplausos, mientras meterse en el palacio de Buckingham es un espionaje inmundo.
Arcadi Espada está convencido de que, tal como se fabrican hoy las noticias —“fast truth”— los medios ayudan, no a crear la realidad, sino a destruirla. Los fotógrafos que ganan el Pulitzer o el World Press Photo suelen ser impostores y manipuladores de imágenes. Los directores de medios, ignorantes y la CNN mentirosa. A pesar de todo, Espada no se da por vencido ni se muestra cínico con los temas de importancia. Todavía conserva cierta esperanza en la práctica del periodismo y en la posibilidad de la investigación y la búsqueda de la verdad. Por eso le molesta tanto la confusión que se está creando entre ficción y realidad, al utilizar los periodistas estrategias literarias y los escritores confundir al lector con efectos de realidad. En ese punto está muy bien traída la crítica a Javier Cercas y sus Soldados de Salamina, y la sorna sobre la recreación de escenas de la vida de Garzón a cargo de Pilar Urbano o de Muñoz Molina convertido en reportero en Nueva York el 11-S. Nada tiene que ver esa práctica con la de escritores como Camba, Cansinos o Plá a los que Espada considera maestros dentro de un periodismo que es “Flor de fango”.
Diarios, Arcadi Espada, Espasa.Hoy; Madrid 2002. 16 euros.
LIBROS: DIARIOS de ARCADI ESPADA
Los males de la prensa
Arcadi Espada es un periodista raro al que no le importa hacerse enemigos. Su actitud es excepcional entre el periodismo catalán, atacado por el mal de lo “políticamente correcto”. Después de haber publicado Contra Cataluña y Raval. Del amor a los niños, acaba de ver editado Diarios, Premio Espasa Ensayo 2002.
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