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INNOVACIÓN

Los invernaderos de El Ejido

Hayek explica claramente cómo los resultados del proceso histórico son impredecibles para los individuos, y que, en consecuencia, es imposible atribuir los resultados observables a la razón. Se han de explicar, por el contrario, mediante procesos espontáneos en que confluyen las voluntades de muchos individuos. Lo contrario, tratar de explicar un resultado histórico sólo desde la razón, es lo que él llama "la fatal arrogancia", que da título al tratado en que estos puntos se explican.


	Hayek explica claramente cómo los resultados del proceso histórico son impredecibles para los individuos, y que, en consecuencia, es imposible atribuir los resultados observables a la razón. Se han de explicar, por el contrario, mediante procesos espontáneos en que confluyen las voluntades de muchos individuos. Lo contrario, tratar de explicar un resultado histórico sólo desde la razón, es lo que él llama "la fatal arrogancia", que da título al tratado en que estos puntos se explican.
Hayek.

Cuando uno se asoma a las planicies de El Ejido, Almería, lo que ve es el plástico blanco de sus invernaderos. Sus productos tienen fama mundial, y su vía al desarrollo es también paradigmática. Viendo estos invernaderos, uno puede caer en la fatal arrogancia de Hayek y asumir que era lógico y previsible lo que ha sucedido, habida cuenta de las condiciones climatológicas del área.

Pero abandonemos las reflexiones individuales y asomémonos a la historia que nos contó Lola Gómez, de Clisol, en una de las visitas guiadas a los invernaderos que esta empresa organiza, y que aprovecho para recomendar a todo el que visite el área, esté o no interesado en la agricultura.

La historia comienza con el viento y las viñas; el viento de El Ejido que malograba muchas veces el trabajo de los agricultores de la zona y los viñedos, cuyo producto dejó de ser demandado en el momento en que empieza la historia y que se cultivaban mediante una estructura elevada de postes.

A algún emprendedor de la zona se le ocurrió utilizar esos postes, ya abandonados, para instalar unos plásticos que protegieran su nuevo cultivo del viento. Su sorpresa debió de ser mayúscula cuando pudo comprobar que, gracias al calor acumulado por su precaria edificación, el ciclo de crecimiento de las hortalizas se aceleraba, dando lugar a un mayor número de cosechas al año.

Como se observa, el uso de invernaderos en El Ejido no obedeció originalmente a su función actual, sino a algo tan simple como la disposición de activos sin uso y al viento.

Los beneficios, casuales, obtenidos por el emprendedor inicial llamaron la atención de sus vecinos, y poco a poco todas las tierras de El Ejido se fueron cubriendo de plásticos, lo que nos lleva al paisaje actual.

En este ámbito tan competitivo, es lógico que se siga generando mucho conocimiento empresarial. Los vecinos y competidores luchan constantemente por perfeccionar sus técnicas y mejorar sus productos, y pueden proclamar con orgullo (¿o envidia?) que no reciben ningún tipo de ayuda pública.

El Ejido es pionero en muchas de las técnicas agrícolas innovadoras, según parece al menos a un completo desconocedor del tema como un servidor. Así, para combatir las plagas no utilizan pesticidas, sino métodos biológicos; esto es, usan bichos que se comen los bichos malos.

Pero lo más curioso es que están dejando de usar la tierra. Sí, parece que el agricultor moderno ya no planta en los tradicionales surcos. Ahora lo hace en pequeños cubos de material neutro ("lana de roca", le llaman), cuando no directamente en agua. Y son complejos ordenadores los que dan a las plantas los adecuados nutrientes en los momentos oportunos. En todo momento se busca sacar el mayor rendimiento a la superficie disponible.

El lector atento se preguntará por qué sigue siendo escasa la superficie, si ya no plantan en tierra. De hecho, el visitante del área podrá ver invernaderos en los sitios más insospechados, con pendientes de imposible explotación. La cuestión es: ¿por qué no hay emprendedores que implanten estas técnicas en otras áreas más extensas, por ejemplo en las Castillas?

No puede ser por la tierra, en El Ejido no se usa. ¿Será por el calor? Aunque no lo parezca, El Ejido no es especialmente cálido, si se lo compara con otras zonas de España. ¿Tal vez por la abundancia de agua? Bueno, Almería es reconocida como una de las áreas más secas de España, y de hecho los emprendedores agrícolas dedican grandes esfuerzos a ahorrar en el líquido elemento, esfuerzos que arrojan resultados espectaculares.

Desvelemos la razón: el viento. Efectivamente, el benéfico viento de El Ejido permite compensar de forma natural el gran calor acumulado en los invernaderos, que podría llevar a la muerte a las plantas. De hecho, una parte importante de la labor del agricultor consiste en el juego de apertura y cierre de las ventanas de los invernaderos, en respuesta a las condiciones atmosféricas. Una vez más, se va sustituyendo el esfuerzo manual por el control computerizado.

El viento que impedía el cultivo hace unos años es el factor diferencial que permite a El Ejido mantener su ventaja competitiva. El viento, que hizo necesaria la protección de la que surgieron los invernaderos, es el que hace viable la gran producción de la localidad almeriense. Esta deliciosa paradoja, impredecible para la razón, hubiera deleitado a Hayek casi tanto como los pepinos con miel que nos ofrecieron al final de la visita.

 

© Instituto Juan de Mariana

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