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SANIDAD

Los hospitales del Tercer Mundo, aliados formidables del sida

El Gobierno de Muamar el Gadafi ha condenado a muerte a cinco enfermeras búlgaras y a un médico palestino por infectar "deliberadamente" a unos niños el virus del sida en un hospital de Bengasi. Los medios de comunicación han informado de que las confesiones fueron obtenidas por los guardias de la prisión luego de torturar a las enfermeras y abusar sexualmente de ellas.

El Gobierno de Muamar el Gadafi ha condenado a muerte a cinco enfermeras búlgaras y a un médico palestino por infectar "deliberadamente" a unos niños el virus del sida en un hospital de Bengasi. Los medios de comunicación han informado de que las confesiones fueron obtenidas por los guardias de la prisión luego de torturar a las enfermeras y abusar sexualmente de ellas.
Muamar el Gadafi.
La cobertura mediática de este caso trágico y lamentable ha puesto en el candelero el crédito de Gadafi, la debilidad de su régimen y la corrupción del sistema judicial libio. Ahora bien, lo que ha pasado en Libia no es una excepción: en los países en desarrollo son muchas las personas que están contrayendo el virus en centros sanitarios que se encuentran en condiciones higiénicas deplorables.
 
Aunque se trata de una realidad de sobra conocida por numerosos especialistas –tanto en Occidente como en los países pobres–, los medios de comunicación, las agencias de cooperación y la propia ONU siguen fijando la atención en los contagios debidos al mantenimiento de relaciones sexuales.
 
Cuando, hace ocho años, se descubrió en Libia el caso de los 426 niños que habían sido contagiados con el virus del sida (53 de ellos ya han muerto), una revista local sugirió que podría haberse debido a unas malas condiciones de higiene hospitalaria. De hecho, unos expertos de la Universidad de Oxford presentaron ante el tribunal de apelación pruebas de que los niños padecían sida y hepatitis C mucho antes de la llegada a la clínica de las enfermeras búlgaras.
 
Por desgracia, tragedias como la del hospital libio están a la orden del día en aquellos centros que padecen lo que eufemísticamente se denomina "falta de capacidad", en los cuales es común la reutilización de las agujas y el uso en las transfusiones de sangre indebidamente analizada.
 
El uso de agujas y la práctica de transfusiones son mucho más frecuentes en los países en desarrollo que en los del Primer Mundo. La Organización Mundial de la Salud estima que un 10% de los contagios del virus del sida se debe a malas prácticas hospitalarias. No obstante, hay pruebas de que esa cifra es mucho más alta en los países más pobres. "Algunos investigadores creen que al menos el 40% de los contagios registrados entre la población africana adulta están relacionados con el empleo de inyecciones", informó la BBC en un inusual reportaje sobre la cuestión.
 
Según Mark Dybul, coordinador de U. S. Global AIDS, la transmisión de origen sexual parece estabilizarse al sur del Sáhara, gracias a los programas de educación e información puestos en marcha. "El nuevo reto es impedir la infección a través de las transfusiones de sangre, lo cual es difícil de conseguir en los países pobres", ha declarado el propio Dybul.
 
Así pues, la clave no está en saber si el sida sólo puede transmitirse por vía sexual –es obvio que no–, sino cómo hacer que los países acepten que las malas condiciones higiénicas de sus hospitales y sus prácticas médicas obsoletas son a menudo responsables del contagio del virus.
 
Sólo hay una manera de avanzar: diciendo la verdad. Un médico que trabaja en la India y que nos pidió permanecer en el anonimato nos refirió el caso de un niño que padecía una anemia severa, como consecuencia de la malaria, y que moriría si no recibía de inmediato una transfusión. Nuestro interlocutor no tenía acceso a laboratorio alguno ni a provisiones de sangre limpia. Sus únicas opciones eran transfundirle directamente al niño sangre de alguno de sus parientes o adquirir sangre fuera del hospital. "Podía dejar que el niño muriera al día siguiente o asumir el riesgo de que contrajera el sida y, finalmente, también muriera". Desgraciadamente, este tipo de casos se silencian porque los médicos temen perder su empleo si cuentan cuál es la situación de los centros en que trabajan.
 
La pérfida maniobra de Gadafi de cargar la responsabilidad sobre las espaldas de un grupo de "malvados" extranjeros ha conmocionado e indignado al mundo entero. Esperemos que las enfermeras búlgaras y el médico palestino no tengan, finalmente, que comparecer ante el pelotón de fusilamiento. Ahora bien, de todo esto puede obtenerse algo positivo si finalmente se consigue establecer un debate abierto sobre las diversas formas en que se transmite el sida. Puede que las presiones occidentales sólo consigan que los líderes africanos se sigan mostrando reacios a entonar el mea culpa o señalar con el dedo a sus homólogos del continente, pero seguro que es posible hacer algo al respecto y no parecer ofensivos si las ONG, los donantes internacionales y los intelectuales ponen su granito de arena.
 
 
© AIPE
 
ROGER BATE, académico del American Enterprise Institute.
LORRAINE MOONEY, investigadora médica de Africa Fighting Malaria.
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