Martine lleva todavía poco tiempo y sería prematuro hacer juicios de valor, pero por el momento parece que se las está bandeando. Tiene la ventaja de que la realidad española es muy agradecida, a fuer de complicada, y se puede decir sin exagerar que la noticia está servida. Me ha gustado el interés que se ha tomado en ciertos casos, como el de la marea negra, que está siguiendo con rigor, captando muy bien la peculiar psicología gallega y el arriscado perfil de ese que doña Emilia Pardo Bazán calificó como “país de lobos”. Paso sobre su artículo sobre Rosa Montero, aunque admito su oportunidad ya que acababa de aparecer la traducción de uno de sus libros. Pero lo que me resulta muy significativo de su sensibilidad es que le haya llamado la atención el artículo que apareció en El Mundo sobre el “lobby judío”, en el que ella ve un antisemitismo español que no a todos resulta evidente pero que a mí también me parece palmario.
Lo más gracioso —y esto es enteramente de mi cosecha— es que se hable de la importancia del “lobby” judío en España, cuando lo que llama la atención es la poca influencia que, de existir, tiene en este momento. No dudo que haya magnates judíos en los negocios y en la banca, pero lo que dudo, y mucho, es que tengan la menor influencia en la política o en la prensa. Por ejemplo, no parece que el apoyo que pueda prestar la Comunidad de Madrid a la comunidad judía se traduzca en actos o manifestaciones culturales a favor de la misma, ni por extensión, del pueblo judío ni de la causa hebrea. Más bien parece lo contrario y los que tienen una mano bien larga y un lobby como Alá manda son las innumerables asociaciones pro-árabes que, bien directamente, bien por intermedio de organizaciones locales, no paran de celebrar coloquios, ciclos, exposiciones, conferencias, manifestaciones, utilizando todos los espacios culturales que esta generosa ciudad pone a disposición de quienes lo soliciten, ya sea el Ateneo de Madrid (por qué será que no me extraña), o el Círculo de Bellas Artes, donde no hay mes en que no se celebren diferentes actos pro árabes y donde me consta que si apenas los hay pro judíos es porque nadie se atreve o quiere presentarlos, no porque esta institución se niegue a alojarlos, lo cual refuerza mi tesis de que no hay tal lobby judío.
Hasta ahora estamos hablando de instituciones culturales independientes, aunque subvencionadas, pero en este mismo momento, en el Centro Cultural Conde Duque, que todos los madrileños pagamos con nuestro esfuerzo, se celebra una llamada Intervención de los artistas de Madrid a favor del pueblo palestino, convocada por el Ayuntamiento de Madrid, la Asociación Madrileña de Artistas Visuales Independientes, la Asociación de Artistas Plásticos de Madrid y la Asamblea de Cooperación por la Paz. Gustavo D. Perednik escribía recientemente en La Vanguardia “que de cientos de pueblos sin Estado los palestinos monopolicen la solidaridad europea es vital para el demagogo (se refiere a Arafat) que en medio siglo consiguió para su pueblo sólo bombas y odio desde el parvulario. Su gran logro fue elegir el enemigo perfecto”. El enemigo es por supuesto el judío (al que hay que unir ahora el norteamericano), odiado desde siempre, y sin excepción en toda Europa donde, por ello mismo y sin gastar un duro, tiene el nuevo lobby árabe el territorio abonado porque su mayor éxito es que no se vea su influencia directa por ninguna parte.
En cuanto a los judíos, fíjense cuál será su influencia en España que, como recordaba Samuel Hadas durante el Congreso mundial Sefarad 2000, habiendo como hay un Instituto de Cooperación Iberoamericana y otro de cooperación con el mundo árabe, no hay todavía ninguna institución oficial de cooperación hispano-judía. ¡Vaya lobby!
DRAGONES Y MAZMORRAS
Lobby lobero cascabelero
Desde que mi amiga Martine Silber, a quien ya he mencionado en anteriores crónicas, está en Madrid de corresponsal de Le Monde —y sirva esto de bienvenida— la sigo de manera especial, pues siempre me ha gustado comprobar cuál es el grado de compenetración de los corresponsales extranjeros, y la experiencia con quien la precedió no fue que digamos muy satisfactoria.
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