Pues bien, en el barro este de las cosas humanas en el que nos movemos tan bien, ya que es nuestra materia, algunos están más pringados que otros y creo que no es difícil entender a quienes me refiero. Personajes de tercerilla que han necesitado subirse a la plataforma de la Alianza de Intelectuales Antiimperialistas para salir de su rutinario anonimato, todos ellos verdaderos y nada silenciosos “cómplices del verdugo” (como no diría Neruda), tan tontos algunos y tan peligrosos casi todos.
A lo que quiero llegar con este proemio es a la evidente conclusión de que la política es una mala compañera de la literatura, a la que relega a un muy segundo plano y vergüenza le da casi a esta cronista referirse a ella, porque es como si de pronto en una reunión de señores muy serios y circunspectos uno de ellos se pusiera a tirar pajaritas al estrado o a sacar la lengua, como Einstein en aquella famosa foto. Incluso parece mentira que las editoriales se atrevan a presentar libros sin hacer manifestaciones antiamericanas. Como sigo en Francia, dónde la ciudadanía ha declarado la guerra a los americanos, no sé qué ocurre exactamente en la amada patria (me refiero a lo que ocurre en el mundillo literario) pero me imagino, por lo que leo en los periódicos, que la cosa será por el estilo.
Les confieso, que por mucho que estoy disfrutando en estas tierras, disgustos políticos a un lado, me da muchísima rabia perderme el “celtiberia show”. Por ejemplo, ¿cómo se desarrollan en estos momentos las presentaciones de libros? Sé que Juan Eduardo Zúñiga, uno de mis escritores preferidos, lo hacía el pasado jueves en el Círculo de Bellas Artes, de la mano de Alfaguara, y que el lunes 24, Seix Barral presenta el último premio Biblioteca Breve en el Café Hispano. Aprovecho para recordar que Juan Bonilla fue el ganador con una novela titulada Los principios nubios, título que me autoriza a pensar que el tema puede ser tanto policíaco como filosófico. En cualquier caso no se la han dado a cierto amigo mío, brillante periodista y avezado escritor, que había presentado al concurso una novela rabiosamente anticomunista. Buena o mala, no podía ganar entre otras cosas porque en el jurado estaba la nada pacífica pero sí muy pacifista Rosa Regás.
Volviendo a Francia, están muy asustados porque los americanos ya no compran “Caprice des Dieux”, ni aunque esté fabricado en España y siguiendo la tónica ya apuntada, los suplementos literarios se estrechan o bien presentan temas bélicos del presente y del pasado. Como en definitiva son muy listos, los comerciantes de postales y souvenirs están desempolvando las fotos de los grandes pacificadores de nuestro tiempo, como por ejemplo el Che Guevara, de quien he reseñado al menos cinco modelos de fotografías, como dicen aquí, “dans tous ses états”. Es gracioso ver la viril efigie de este hipersoldado, de este novio de la muerte y del terror codeándose en las manifestaciones con las inocentes palomitas de la paz. Todo un símbolo de lo que en definitiva defienden.