Hubiera podido elegir cualquier otro artículo de cualquier otro corresponsal de la prensa extranjera en España, dicen todos lo mismo. Si he elegido a Martine Silber, es porque su corresponsalía es un modelo de imbecilidad progre, y Le Monde porque es mi viejo y casi entrañable enemigo, y porque desde hace un mes se habla continuamente de este vespertino, debido al libro La cara oculta de Le Monde, que tiene mucho éxito —ya se han vendido unos 300.000 ejemplares. Ya dije que no me gustaba su enfoque político, acusar a la actual dirección de “traición” porque apoyaron a Balladur en 1995 (¡contra Chirac!) además de ser falso es grotesco, y en cuanto a su apoyo a las tesis soberanistas de Jean-Pierre Chevenement me resulta sencillamente ridículo. No es eso lo que hace su éxito, sino la denuncia de los abusos de poder y cambalaches de los actuales directores, Colombani y Plenel, que a cualquier español le dará risa, tan ingenuas resultan cuando se conocen los trapos sucios de los mandamases del Imperio Polanco.
Vayamos al grano, al artículo de Martine Silber “Aznar, aislado frente a la opinión pública española”. Comienza afirmando que “las manifestaciones por la paz del 15 de febrero han sido inmensamente concurridas en España, algo jamás visto desde el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981”. Da la casualidad, señora Silber, de que el 23-F no hubo ni el menor conato de manifestación y si no hubiera sido por el Rey, que impuso su voluntad y su firmeza al Ejército y a la nación, quién sabe lo que hubiera podido ocurrir. Luego sí, no faltaba más, una vez el peligro desvanecido, Tejero y compinches en la cárcel, la normalidad constitucional restablecida, algunos valerosos ciudadanos, que se habían escondido bajo sus camas, o dormido fuera de casa aquella noche, organizaron un desfile para purgar su miedo. Un gigantesco entierro de la sardina. Tampoco tanto, no fue nada del otro mundo dicho desfile. Puede que la señora Silber piense: “A eso me refería”. Pues no, tal y como presenta los hechos, sus lectores ignorantes de la reciente historia de España, o sea, la mayoría, pensarán que fueron las masas, de izquierda, quienes con imponentes manifestaciones impidieron el éxito del golpe. Claro, no puede decir que fue el Rey y el Ejército, o sea, “la derecha”. Pues así fue.
De la misma manera que, evidentemente, no señala que —por muy importantes que fueran las manifestaciones contra Bush y Aznar y a favor de Sadam— si echamos cuentas, los manifestantes constituyen una ínfima minoría comparados con los electores, y en las democracias parlamentarias son los electores quienes deciden y no la calle. Permanece en el terreno “callejero”, la señora Silber, para explicar la soledad de Aznar con la huelga general del pasado junio de 2002: “el primer gran movimiento social desde la transición democrática”, olvidándose como quien no quiere la cosa, la otra huelga general, más importante incluso, que tuvo lugar durante el felipismo. No pediré peras al olmo, no pediré a la señora Silber —reciente corresponsal en Madrid, que trabaja en los locales de El País, como sus corresponsales en París trabajan en los de Le Monde, para que el control mutuo sea más eficaz— que entienda que las reformas del Gobierno en relación con el paro y sus subsidios eran justas, aunque mejorables, y si el Gobierno se echó, en parte, para atrás, fue un error, dicho así por cortesía.
No vale siquiera la pena comentar lo que El País, Le Monde y su escritora Martine Silber consideran como los motivos por los que Aznar se ha convertido, según ellos, en perrito faldero de Bush. La solidaridad democrática internacional, frente a las tiranías y al terrorismo no les entra en la cabeza ya que para ellos Bush es el Gran Satanás, haga lo que haga, mientras que Irak formaba parte de los países progresistas nacionalsocialistas y pro soviéticos, con Egipto, Siria, Argelia y algunos más, enemigos del “imperialismo yanqui” y de las decadentes monarquías árabes. Las cosas han cambiado mucho, la URSS murió, Sadam islamiza su país a marchas forzadas; lo que no ha cambiado es la mente de la progresía y de sus periodistas. Reconozcamos a la señora Silber la originalidad de haber proferido alguna perogrullada, como cuando escribe que importantes sectores de la opinión pública están “contra la guerra” y que el PP y Aznar bajan en los sondeos. Es cierto, aunque no estático. En la medida en que la guerra influya en las próximas elecciones autonómicas y municipales (o sea, poco si dicha guerra —que acaba de iniciarse, pocas horas antes de que escriba estas líneas— se desarrolla bien, o sea, con una relativamente rápida victoria de los aliados angloamericanos, y sobre todo con la destrucción de la tiranía iraquí) las cosas pueden cambiar.
Espontáneamente, mucha gente está “contra la guerra”, como está “contra el hambre”, contra tremendas enfermedades como el Sida, contra las catástrofes naturales, contra la muerte. Es un sentimiento casi religioso, los unos rezan, los otros se manifiestan, como hay procesiones para pedir lluvia en tiempos de pertinaz sequía. Claro, los que se creen listos aprovechan estos sentimientos primitivos y respetables para intentar ganar en la calle lo que han perdido en las urnas, o sea, el poder. Pero si esta guerra sale bien, ya verán cómo cambian las cosas. El problema para el PP es el tiempo, y no sólo el tiempo, también los errores cometidos, que nada tiene que ver con Irak. ¡Ojo! No sólo no hay gobiernos perfectos, está visto, sino que la perspectiva de una victoria de Zapatero y sus boys, a mí, personalmente me da escalofríos.
Volviendo al artículo de marras, la conclusión inevitable de Martine Silber es que el PP ha dado un indudable “giro a la derecha”, defraudando a sus electores centristas. Admitamos que una postura firme de lucha contra una tiranía, mil veces más cruenta que la dictadura de Franco, pueda caprichosamente ser calificada de “giro a la derecha”, en ese caso lo mismo debería decirse del laborista Tony Blair, de los Gobiernos portugués, holandés, danés, italiano (a medias), y de mis admirados, desde hace años, disidentes de las ex democracias populares, países sometidos al totalitarismo comunista, o sea a la izquierda, según los criterios de El País, Le Monde e infinidad de otros medios, como Adam Michnick, Bronislaw Gerenek, en Polonia, ex militantes de Solidarnosc, o Vaslav Havel, ex presidente checo, y otros, muchos otros, intelectuales y políticos de esos países que han sufrido la izquierda en sus carnes y que ahora apoyan, sin complejos, la intervención militar contra la tiranía iraquí. Si a eso se califica de “giro a la derecha”, pues ¡viva la derecha! Yo, desde luego, no lo calificaría así, sino sencillamente de lucha por la democracia contra las tiranías, como en la ex Yugoslavia, como en Afganistán y como en nuestro País Vasco, ¡joder! Como en nuestro País Vasco.