No es cuestión, pues, de desmerecer el logro, aunque en realidad, a efectos de tecnología terapéutica, aún estemos a años luz de lograr algún beneficio concreto de esta experiencia. No vendrá mal, en cualquier caso, alertar sobre el exceso de entusiasmo que este tipo de anuncios suele generar en la opinión pública. Los lectores de diarios y revistas nos hemos visto sometidos a una suerte de hiperestimulación científica que pareciera situarnos a las puertas del Nirvana médico: "estamos a un paso de curar el Párkinson, la diabetes, el Alzheimer...". El efecto perverso generado por esta manifestación es que, automáticamente, aquel que osa poner algún reparo ético al uso de embriones humanos para estos fines se convierte en un enemigo de los enfermos. Otro efecto secundario del entusiasmo desmedido es que, con la misma energía con la que se vitorea un incipiente avance, se olvidan otros más contundentes propiciados por científicos que no gozan de la iluminación de los focos.
Un ejemplo paradigmático ha tenido lugar esta misma semana. Cuando todavía andábamos debatiendo sobre los riesgos de las más que improbables futuras clonaciones humanas, un equipo de científicos de las universidades de Valencia y San Francisco anunciaba en la revista Nature la identificación de una nueva fuente de células madre neuronales en el cerebro del Homo sapiens adulto. Gracias a su trabajo, se ha podido demostrar que los astrocitos humanos, unas células que hasta hace poco se pensaba que tenían un papel secundario en el desarrollo neuronal, pueden funcionar como células troncales, es decir, generar los tres tipos de células cerebrales maduras conocidos (neuronas, oligodendrocitos y astrocitos). El descubrimiento es de gran importancia porque arroja pistas sobre la capacidad regeneradora de las células nerviosas. Hasta hoy, siempre se ha pensado que el ser humano ha perdido dicha capacidad a lo largo de la evolución al contrario de lo que le ocurre a otros animales, como los roedores y los reptiles, cuya habilidad neurorregeneradora es mucho mayor.
El trabajo publicado en Nature muestra que la "atrofiada" pericia para generar neuronas de la que hacemos gala los humanos no se debe a la ausencia de materia prima, es decir, de células progenitoras. En efecto, los investigadores han descubierto un linaje de astrocitos procedentes de la zona subventricular del cerebro que recubre los ventrículos laterales. Dichas células presentan in vivo una actividad que sugiere que se trata de células proliferativas. Por eso, los autores de la investigación decidieron extraer muestras de este material y observar su comportamiento in vitro. De ese modo, pudieron determinar que los astrocitos aislados podían ser estimulados para generar neuroesferas que contienen todos los ingredientes para la creación de nuevas neuronas.
En otras palabras, el propio cerebro adulto parece contar con las herramientas necesarias para reparar los daños neuronales. El problema reside en que, al contrario de lo que ocurre con los roedores y los reptiles, estas células reparadoras no parecen migrar hacia áreas como el bulbo olfativo, auténtico centro de neurogénesis en los animales.
Aún no se sabe qué es lo que impide esta migración pero parece claro que en dicho proceso podría hallarse la clave para un futuro uso de los astrocitos como células madre.
El hallazgo viene de perlas para recordar que no sólo de embriones clonados vive la ciencia. Quizás con menos atención del público, con menos recursos y con mucho menos glamour, muchos científicos trabajan en aprovechar los materiales pluripotentes que surte el organismo humano. Si estas líneas de investigación se demostraran eficaces, la ciencia habría logrado dar un paso fundamental hacia la regeneración de tejidos sin tener que traspasar ningún límite ético ni moral.
En el caso de las células cerebrales, parece clara la importancia de estos estudios para acercarnos a un mejor conocimiento de las enfermedades neurodegenerativas. Y, además, en lo que concierne a este último estudio, los hallazgos pueden ofrecer pistas sobre el origen de algunos tumores cerebrales que podrían estar relacionados con la proliferación incontrolada de células troncales.
No sé a ustedes, pero a mí me parece que este descubrimiento, en el que para colmo han trabajado científicos españoles, también se merecía un par de portadas.