Para que una tal mentira dé la impresión de tenerse de pie, y hasta de andar sola, menester es arrinconar o, mejor, esconder en el armario de los trapos sucios la verdadera cuestión en debate: ¿es constitucional el proyecto de estatuto catalán? ¿Es bueno o malo para España? La lista de los servidores voluntarios que tan penosamente han emprendido la tarea de afeitar cadáveres es demasiado larga como para que cite a todos; citaré sólo al capullo de tres claveles marchitos, Javier Pradera, a su sombra, Miguel Ángel Aguilar, y al inefable Josep Ramoneda, quienes, discípulos atolondrados de Goebbels, maestro indiscutible de la mentira, derrochan semana tras semana las mismas falacias.
Junto al gran estadista Llamazares, Gaspar, niegan rotundamente al PP su derecho a manifestarse "solo" en defensa de la Constitución, como lo hizo el otro sábado con tanto éxito. Si se hubieran manifestado con Carod y Otegui hubiera sido perfectamente "constitucional", claro. Aguilar, para demostrar que son cristianos viejos, recuerda que su tiburón de la mañana, cuando el "tejerazo", sacó en su portada: "El País con la Constitución". Sí, claro, pero lo sacó después, cuando el Rey habló (hoy está mudo) y el ejército le obedeció. No dudamos de su capacidad para volcarse en socorrer al vencedor.
Todos ellos recuerdan que Alianza Popular tuvo sus dimes y diretes sobre la Constitución, en 1978, y todos saben que el PP de hoy no es exactamente el mismo partido que Alianza Popular: porque no sólo modificó su nombre, no sólo se adhirió al PP lo esencial de UCD, además están las nuevas generaciones, con otra mentalidad; y, sobre todo, de lo que se trata ahora no es de saber quién tuvo mayor razón en 1978, sino de demostrar que el estatuto catalanista no sólo rompe la Constitución, sino que rompe España y crea una situación de "guerra civil" permanente entre las autonomías.
Javier Pradera, empleando, como siempre, argumentos de autoridad, declara que son mayoría: por lo tanto, siéndolo, son los más democráticos, los más constitucionales, los más guapos, y los demás ¡a callar! Nadie pone en tela de juicio que ganaron las últimas elecciones; empujados por un vendaval de pánico, causado por los tremendos atentados de Atocha, bien, pero las ganaron, es incuestionable. Pero en lo que le sirve de mente no entra, no puede entrar la menor noción de democracia parlamentaria, con su principio básico de la alternancia: quienes ganaron unas elecciones pueden perder otras. El PSOE las perdió en 1996 y en 2000, y si las ganó en 2004 las está perdiendo de nuevo hoy, como lo demuestran los sondeos (que no son elecciones, desde luego); y su líder mínimo, que gozaba hace 18 meses de la confianza del 66% de los españoles, ha bajado a un 38%. Ha perdido 28 puntos, y los ha perdido, los están perdiendo, precisamente debido a ese aquelarre de estatuto catalanista que se ha cocinado en las alcantarillas de la Generalidad y de la Moncloa.
Esto es lo que explica sus histérico nerviosismo: se mueren de miedo. No es que les importe España, y aún menos Cataluña, y nada la voluntad de millones de ciudadanos libres, cuya suma constituye la nación: lo que les interesa es el cielito lindo del poder, y les entra pánico cuando se dan cuenta de que lo pueden perder.
Como siempre mienten, no es de extrañar que también lo hagan al afirmar que el PP está solo, al margen, fuera de juego, y patalean de rabia al constatar el éxito de sus manifestaciones. Desde luego, el PP está en primera fila de esta lucha, y, siendo el primer partido de la oposición, su aportación es fundamental. Pero entre los electores y militantes del PS de Cataluña se han creado plataformas, agrupaciones, comités, por ahora minoritarios, que también combaten contra el estatuto y ese birlibirloque de la "nación catalana". Varias autonomías presididas por socialistas también han manifestado su oposición, o al menos sus profundas reservas; y en la cumbre como en la base del PSOE lo mismo, o incluso más. Los "bolivarianos" del PSOE, y sus correveidiles polanquistas, intentan ocultarlo al máximo, y utilizan el viejo chantaje totalitario: quienes critican hacen el juego del PP y, por lo tanto, son ....¡franquistas!
Voy a dar, gratis, un consejo a estos plumíferos mercenarios y a su líder mínimo: al presentar al PP como único adversario del estatuto canallesco y único defensor de la nación española, le estáis poniendo en bandeja ser el único beneficiario de la inevitable repulsa popular a vuestros mejunjes nacionalistas.
Porque no se trata sólo de Cataluña, aunque sea el tema de esta crónica: la peligrosidad también ha aumentado en el País Vaco, y si fuera necesario dar pruebas ahí tenemos la soberbia de Otegui, que, en lugar de estar en la cárcel, marca su hoja de ruta al apocado Zapatero y, sin tapujos, reivindica el complot de los nacionalismos periféricos a favor de una nueva "constitución", redactada por ETA y ERC, con el apoyo de PNV, CiU y el Gobierno, no faltaba más.
ETA puede continuar haciendo estallar sus bombas políticas, de chantaje político: o acepta nuestras exigencias el Gobierno extranjero de Madrid o volvemos a matar. Desde la cárcel, líderes "históricos" de ETA hacen un llamamiento a favor del cese real del terrorismo, y la cúpula semiclandestina de ETA les expulsa fulminantemente; y eso, y todo lo demás, lo presenta el Gobierno y su histrión El País como pruebas evidentes de la voluntad conciliadora, apaciguadora, pacífica de la banda terrorista. ¡No se juega impunemente con la vida de las gentes, señores!.
Para dar un toque menos pesimista a estar crónica, notaré, otra vez, que en el propio seno de la sala de máquinas propagandista del Gobierno –como en el seno del PSOE– no existe verdadera unanimidad en torno a la cuestión de las secesiones nacionalistas y la defensa de la Constitución. En la mayoría de los casos, quienes critican, hacen reservas o alertan sobre el peligro de esta política claudicante se someten al rito, y de entrada pagan el peaje obligatorio de insultos al PP, a Rajoy y a Aznar, para poder dar luego rienda suela a sus reservas y críticas.
Buen ejemplo de ello, pero no es el único, lo constituye Antonio Elorza. Si se leen detenidamente sus enrevesadas crónicas, resulta evidente su desacuerdo profundo con los intríngulis del maldito estatuto, y lo que escribe poco tiene que ver con lo que escriben los Praderas de turno. Pero, sobre todo, tenemos la excepción de Víctor Pérez-Díaz. Desde luego, es, y ha sido, una voz diferente, en sus libros como en sus artículos, pero al mismo tiempo es, por así decir, "de la casa", colaborador habitual de El País, y muchos de sus libros los ha publicado en editoriales del Imperio. Su singularidad ¿quiere decir que hay más mar de fondo del que se ve en ese Imperio, o sólo representa la excepción que confirma la regla? No sé, pero no resisto a la tentación de citarle, una vez más:
"No fomentan la solidaridad unos gobernantes que ensanchan cada vez más el foso que les separa del centro derecha de este país, al que dibujan en el imaginario colectivo como una derecha extrema, ni pueden justificar este exceso retórico con los ataques del adversario, porque ellos son los gobernantes de todos los españoles, incluidos los muchos millones de votantes de su rival, y el oficio de gobernantes les obliga, a ellos más que a nadie, a una especial contención en las palabras y en los gestos (...) no pueden establecer un clima de concordia con evocaciones a la Guerra Civil, con la contaminación reiterada de los adversarios como vinculados al régimen franquista, y con el despliegue, a veces, de actitudes de reto y animosidad hacia los sentimientos religiosos de una parte de la sociedad. A la erosión de la solidaridad en España por su división en bloques ideológicos se añade la fragmentación territorial con el impulso de los conflictos distributivos entre comunidades y de las veleidades centrífugas entre unos y otros (...)".