No escribo como blogger, espectador o experto instantáneo, figuras tan comunes hoy en día. Fui durante diez años reportero de primera línea en el San Francisco Chronicle, y resulté elegido secretario del sindicato del periódico, a pesar de mi reaganismo confeso. Conozco lo peor de los principales medios como Jonás conocía a la ballena: he estado dentro.
El "secreto" de la mendacidad del mainstream media es simple: los medios padecen un síndrome de Vietnam; uno distinto del típico "síndrome de Vietnam", de orden político y que se refleja, por ejemplo, en el temor a una intervención norteamericana en el extranjero. Los directivos, los redactores jefe, los reporteros, casi todos son miembros o productos de la generación de Vietnam, como yo. Pero, al contrario de los que fuimos izquierdistas y crecimos, la mayoría del mainstream media está obsesionada con una cosa: vietnamizar todo conflicto en el que América tenga intereses. Vietnam es su salvaguarda, el chupete pacifista que consigue que los bebés llorones duerman por las noches, incluso cuando ya han cumplido los 60 años.
Hagamos un repaso de lo que sucedió en Vietnam:
1) Estados Unidos hizo frente a un enemigo dotado de una significativa tradición marcial y una mezcolanza, desgraciada pero muy vigorosa, de nacionalismo y comunismo.
2) El enemigo vietnamita disfrutó, en distintas etapas del conflicto, del apoyo ilimitado de China y Rusia.
3) El Ejército americano se basaba en el servicio militar obligatorio.
4) La URSS, luego de desbancar a China como principal patrocinador de Hanoi, invirtió ingentes recursos políticos y económicos en esparcir por el mundo la especie de que EEUU era un monstruo imperialista.
Si pudiera establecerse alguna relación entre los puntos precedentes sería entre el tercero y el cuarto. La impopular leva y los conflictos sociales de los años 60 confluyeron con el esfuerzo propagandístico soviético para instilar en los americanos un derrotismo formidable.
Comparemos ahora Irak y Vietnam:
1) A diferencia de lo que ocurría con los vietnamitas, los iraquíes –excepto los kurdos– carecen de tradición de combate.
2) A diferencia de Vietnam, Irak no posee una identidad nacional. Irak es un país artificial desgajado del Imperio Otomano por los británicos. Alberga dos grandes comunidades lingüísticas (la árabe y la kurda) y dos tradiciones islámicas (sunnita y chiita), así como cristianos y otras minorías.
Las diferencias entre los budistas, los cristianos y las diversas sectas y minorías nacionales presentes en Indochina no son comparables con las que se dan en Irak. En Vietnam se podían explotar las rivalidades, pero se mantenían bajo control. En cambio, la tentativa wahabí de emprender en Irak una guerra contra los chiíes, los sufíes y los demás musulmanes es letalmente grave y tiende al descontrol, aunque puede ser, y será, derrotada.
El principal punto de contraste con Vietnam, y el asunto más importante para la coalición liderada por Estados Unidos, es éste: los chiitas y los sunníes nunca se unirán contra los Estados Unidos, a pesar de los comentarios recogidos en las calles de Bagdad por los gandules que trabajan para el mainstream media y los análisis de pega esparcidos por todo Occidente por los expertos de pega. Simplemente, esa conjunción no se va a producir. Por primera vez en toda su historia, los árabes chiitas han logrado hacerse con el control de sus lugares sagrados, Karbala y Nayaf; y lo han logrado gracias a George W. Bush. Nada cambiará ese hecho, ni siquiera una descomunal cantidad de desinformación propagandística.
3) En EEUU ya no hay servicio obligatorio. Como persona creyente, me gustaría sentir compasión por la estridente predicadora de la desmoralización, Cindy Sheehan, pero no puedo. Su hijo se alistó voluntariamente en las Fuerzas Armadas. Si no comprendió los riesgos de la batalla, la culpa es de ella por no haberlo educado bien. La Constitución no exige al presidente Bush someter a referéndum las decisiones relacionadas con la guerra, y, ciertamente, no está obligado a asumir las locuras izquierdosas de una bocazas de Berkeley.
4) Si bien los terroristas que operan en Irak cuentan con apoyos procedentes de Arabia Saudí y de todo el mundo wahabí, no disponen ni de los recursos ni de la capacidad intelectual de que disponían los comunistas soviéticos durante la guerra de Vietnam. La campaña islamista para minar el apoyo americano a la democratización de Irak ha obtenido unos pobres resultados, si se los compara con los que obtuvo el movimiento contra la guerra de Vietnam. En este punto, la izquierda radical ya no pesa tanto.
A pesar de las diferencias, los zombies de los grandes medios y los políticos demagogos pretenden convertir Irak en Vietnam. Parecen pensar que 1968 no acabará nunca y que América jamás estará a la altura de sus responsabilidades, como potencia global hegemónica, para con la democracia. Se equivocan.
Zarqaui está muerto. Ninguna muerte de ninguna figura norvietnamita o del Vietcong produjo un impacto tan negativo en la moral del enemigo. En Irak, Al Qaeda es una panda de irregulares. No es el Ejército de Vietnam del Norte.
Puede que los iraquíes quieran que los extranjeros abandonen el país, pero después que los yihadistas extranjeros; y es que no quieren vivir bajo un régimen de estilo talibán o saudí-wahabí. Quedó claro después de la batalla de Faluya: a los iraquíes les encantó ver el final del dominio yihadista, y cómo las tropas norteamericanas ponían en fuga a los criminales de Zarqaui.
Yo, como Laura Bush y tantos otros, creo que los americanos quieren mantener el rumbo en Irak. No obstante, el mainstream media continuará empeñado en convertir Irak en Vietnam. Ignorará las noticias importantes, distorsionará otras y hará uso y abuso de los titulares rimbombantes. Buscará paralelos con My Lai. Intentará atribuir más relevancia a Abú Grhaib que al 11-S. Afirmará, de la mano de sus pseudoexpertos, que la muerte de Zarqaui podría hacer aún más intensa la campaña de terror, bajo las órdenes de su sustituto. ¿De veras? ¿La muerte de Hitler llevó a una renovada ofensiva nazi? ¿La muerte de Stalin dio vida al comunismo? Sólo los que no piensan podrían aceptar las estupideces evacuadas por los medios y sus pseudoautoridades.
Algunos observadores califican de espejismo la democracia en Oriente Medio. No lo es; pero, incluso si lo fuera, se trata de un concepto más honorable que ese otro espejismo, el de los "dos, tres, muchos Vietnam" (que diría el Che) en Oriente Medio que difunden los grandes medios y la idiocracia política.
Stephen Schwartz (Suleiman Ahmed Schwartz), musulmán sufí, es el director ejecutivo del Centro por el Pluralismo Islámico, con sede en Washington.