Los cristianos siguieron padeciendo, por tanto, opresión, si bien no se permitió que fueran tratados como antes. En referencia a la reforma, Zohrab afirmaría: "Puedo decir[lo] con seguridad, prácticamente sigue sin [implantarse]". Y, a propósito de la impunidad concedida a los musulmanes, escribiría en el mismo informe:
"(...) aunque no se extienda a permitir que los cristianos sean tratados como antes, es hasta el momento insostenible e injusta, al permitir que los musulmanes les extorsionen con fuertes impuestos. Los encarcelamientos falsos (bajo acusaciones falsas) están a la orden del día. Un cristiano apenas tiene posibilidades de ser inocente cuando su oponente es un musulmán. (…) la evidencia cristiana, en general, sigue siendo rechazada (…) A los cristianos se les permite hoy poseer propiedades inmobiliarias, pero los obstáculos a que hacen frente cuando intentan adquirirlas son tantos y tan vejatorios que muy pocos se han atrevido".
"Tal es, hablando en general, el curso seguido por el gobierno hacia los cristianos de la capital [Sarajevo] de la provincia, donde residen los agentes consulares de las diferentes potencias y pueden [por tanto] ejercer algún tipo de control. Puede adivinarse fácilmente hasta qué grado sufren los cristianos de los distritos remotos, gobernados por mudirs [gobernadores] generalmente fanáticos e intocables con [las nuevas reformas de] la ley".
En referencia a la adquisición de tierra –un nuevo derecho de los cristianos–, indica:
"[Aunque] puede comprar y tener propiedades, es cuando tiene su terreno en orden, o cuando el musulmán que ha vendido ha superado las dificultades pecuniarias que le obligaron a vender, que el cristiano siente el desamparo de su posición y la falta de sinceridad del gobierno. El propietario original, o algunos de sus parientes, toma a continuación medidas para reclamar la tierra al cristiano, generalmente con uno de los siguientes argumentos: (…) que los hechos de la transferencia eran defectuosos, [o que] la venta no se había hecho legalmente. Bajo uno u otro de estos argumentos, en diecinueve de veinte casos el cristiano fue desposeído, y puede considerarse afortunado si consigue un precio [comparable] al que pagó. Pocos, muy pocos, han sido capaces de recibir justicia; pero debo decir que la mayoría de ellos deben su buena suerte a la influencia de un poderoso musulmán, no a la justicia de su causa".
"Las pruebas cristianas se examinan ocasionalmente en los Medjlises [consejos provinciales], pero como norma son rechazadas, directa o indirectamente, por deferencia al Mehkemeh. Sabiendo esto, los cristianos llegan preparados generalmente con testigos musulmanes. Los casos en los que las pruebas cristianas han sido desestimadas son numerosos".
"Hace veinte años, es verdad, no tenían ley alguna, más allá del capricho de sus terratenientes –agrega Zohrab– (…) Los casos de opresión son con frecuencia el resultado del fanatismo musulmán, pero de éstos debe hacerse responsable al gobierno [turco], porque si castigara a los delincuentes la opresión sería rara necesariamente".
En la primavera de 1861 el sultán anunció, por proclamación, nuevas reformas en Herzegovina. Prometió, entre otras cosas, libertad para construir iglesias, el uso de campanas en las mismas y la posibilidad de que los cristianos adquirieran tierras. El 21 de mayo de 1861, y desde Bosna-Serai, el cónsul William Holmes escribe a Sir Henry Bulwer que esas promesas se habían dado a menudo, pero sin aplicarse. Menciona que a los serbios, la mayor comunidad, se les negaba el derecho a construir iglesias en Bosna-Serai.
Por lo que hace al derecho a comprar tierra, apunta lo siguiente:
"Se pone todo obstáculo posible a la compra de tierras por cristianos, y muy a menudo, después de que hayan logrado pagar y mejorar la tierra, no es ningún secreto que con un pretexto injusto u otro se les arrebata".
Desde Belgrado, el cónsul Longworth escribe a Sir Henry Bulwer, el 14 de julio de 1860:
"Puede que el gobierno, mediante sus edictos y hatti-humayos, anuncie e impulse tal reforma; pero me pregunto muy mucho si no se hará más mal que bien al proclamar una igualdad social que es, en la etapa actual de las cosas y de las relaciones de la sociedad, moralmente imposible".
"La igualdad ante la ley es lo que debe establecerse primero; el único tipo de igualdad que en la práctica, bajo las circunstancias existentes, puede cumplirse. Y en relación con esto, nos quejamos en la propuesta –el único punto tangible en ella– del rechazo a las pruebas cristianas en los tribunales otomanos. A este respecto, no puede negarse que hay espacio para enmiendas, no sólo en Widdin, sino en cada provincia del imperio".
A continuación alude al "(…) principio relajado y vicioso que actúa en los tribunales musulmanes, donde, como único medio para garantizar la justicia a cristianos, se permite que falsos testigos musulmanes presten testimonio a su favor". "La abolición de esta práctica haría más que nada por purificar estos tribunales –añade–, pero esto sólo puede lograrse eficazmente a través de la admisión del testimonio cristiano, en vez del perjurio musulmán, como cuestión de necesidad legal".
Prosigue diciendo que el secuestro con violencia de niñas cristianas a manos de mahometanos y la cuestión de los testimonios cristianos "son los dos puntos principales a que, como fuentes de debate y sentimientos amargos, debería dirigirse la atención del Porte".
En otro informe del cónsul Edward Freeman, en Bosna-Serai, fechado el 30 de diciembre de 1875, aprendemos que los musulmanes bosnios habían enviado una petición al sultán donde decían que, antes de las reformas, "vivieron como hermanos con la población rayah [cristiana]". "De hecho, su objetivo parece [ser] reducir los cristianos al estado antiguo del serfdom", agregaban.
Así que, una vez más, nos trasladan al mito. La situación no cambió, y en 1875 el gran visir, Mahmed Pasha, admitía al embajador británico en Constantinopla "la imposibilidad de permitir testimonios cristianos en los Tribunales de Justicia de Bosnia".
La dificultad de imponer reformas en un imperio tan extenso provocó este comentario desilusionado (el 12 de diciembre de 1875) de Sir P. Francis, cónsul honorario y juez del Tribunal Consular Británico de Constantinopla:
"De hecho, la perversión moderna de la idea oriental de justicia es una concesión a un pretendiente con tolerancia y favor, y no la declaración de un derecho, con los principios de la ley, y tratando de equiparar".
Al leer la literatura de la época vemos que la obstrucción a los movimientos cristianos de liberación, como el serbio y el griego, se asienta en dos principios: el dhimmi cristiano (rayah) es congénitamente incapaz de independencia y gobierno autónomo, por lo que debe permanecer bajo mandato islámico, y el gobierno otomano es un modelo perfecto para una sociedad multiconfesional y multiétnica.
De hecho, son argumentos teológicos islámicos que justifican la yihad, puesto que se considera que no todos los pueblos deben poseer independencia política, ya que sus leyes son diabólicas y deben ser reemplazadas para siempre por la ley islámica. Encontramos el mismo tipo de razonamiento en la carta de 1988 del movimiento palestino Hamas, donde se afirma que solamente el mandato islámico puede llevar paz y seguridad a judíos y cristianos. Esos argumentos son muy comunes en la literatura legal y teológica, y son respaldados por los islamistas modernos.
Hemos visto el origen del mito, su función política y su utilidad, y lo hemos confrontado con la realidad, descrita por observadores contemporáneos del siglo XIX. Es interesante observar la confluencia entre, por una parte, los poderes europeos que defienden la integridad territorial del imperio otomano –debido a cuestiones de interés nacional– y, por otra parte, la política musulmana, que tiene como objetivo mantener subyugada a la población cristiana.
El mito no murió con el derrumbe del imperio turco, tras la Primera Guerra Mundial. Más bien cobró otra forma: la del movimiento nacional árabe, que promovió una sociedad en la que cristianos y musulmanes vivirían en armonía perfecta. De nuevo, esto era una elaboración de políticos, escritores y clérigos europeos. Y, de la misma manera que el mito del paraíso político otomano fue creado para bloquear la independencia de las naciones balcánicas, la fraternidad multiconfesional árabe era un argumento para destruir los movimientos nacionales de liberación de los pueblos no árabes de Oriente Medio (kurdos, armenios, asirios, maronitas, judíos).
Y aunque desde el comienzo del siglo XX hasta los años 30 una corriente de refugiados cristianos huía de las masacres y genocidios por los caminos de Turquía, Irak y Siria, el mito continuó prosperando, sostenido sobre todo por escritores árabes cristianos y por clérigos.
Después de que los israelíes hubieran logrado liberar su tierra de las leyes de la yihad y la dhimmitud, el mito reapareció en la forma de una Palestina multicultural y multiconfesional, fraternal, que tendría que sustituir al Estado de Israel (discurso de Arafat en la ONU, 1975). Sus efectos perniciosos condujeron a la destrucción de los cristianos en el Líbano.
Uno podría pensar que el mito terminaría allí, pero la reciente crisis de Yugoslavia ofreció una nueva ocasión para su reencarnación en un Estado bajo dominio musulmán, multiconfesional y multiétnico. ¡Qué ocasión! Un Estado musulmán otra vez en el corazón de Europa. Y conocemos el resto, los sufrimientos, las miserias, los juicios de la guerra que la estela de este mito dejó de nuevo.
La decisión de la ONU (1992) de reconocer un Estado "multiétnico", "multirreligioso" y musulmán en la anterior Yugoslavia parece haber sido un pago ofrecido al mundo islámico por la devastación de la Guerra del Golfo de 1991. La destrucción del arsenal nuclear, químico y bacteriológico de Irak, así como de su infraestructura económica, parece ser un contrapeso "equitativo" por el bombardeo masivo de los serbobosnios a manos de la OTAN, aunque las dos situaciones no pueden compararse.
La civilización de dhimmitud no se desarrolla de una vez. Es un proceso largo que implica muchos elementos y un condicionamiento mental específico. Tiene lugar cuando los pueblos sustituyen la historia por mitos, cuando luchan por mantener estos mitos destructivos por encima de sus propios valores, porque transforman mentiras en realidad. Sostienen esos mitos como si fueran la única garantía de supervivencia, cuando en realidad son la trayectoria hacia la destrucción.
Bat Ye’or, estudiosa británica de origen egipcio residente en Suiza desde 1960. Su último libro es Eurabia: The Euro-Arab Axis (Fairleigh Dickinson University Press/Associated University Press, 2005).