¡Dinamarca! Incluso si te acomete un impulso repentino de quemar la bandera danesa, ¿de dónde sacas una, a toda prisa, en Gaza? Bien, vale, es fácil: de la Oficina de Ayuda Humanitaria y Financiación de la Intifada de la Unión Europea que tengas más a mano. Pero ¿de dónde sacas una en una oscura ciudad de la llanura del Punjab una tarde de jueves? Si yo tuviera un deseo súbito de quemar la bandera yemení o sudanesa en el césped de mi casa, no tendría ni la más remota idea de cómo hacerme con una en esta parte de New Hampshire. Diga lo que quiera del mundo islámico, pero hay que reconocer que muestran una tremenda iniciativa, energía e inventiva, por lo menos en lo que se refiere a amenazar de muerte a los infieles cada 48 horas, por una u otra supuesta ofensa. Si tan sólo la canalizaran hacia, digamos, pequeñas compañías de software, ¡qué economía tendrían!
De vuelta en Copenhague, los daneses se encuentran algo desconcertados al descubrir que esta vez es la pequeña y valiente Dinamarca la que ha llamado la atención de los chiflados. El año pasado, un periódico llamado Jyllands-Posten publicó varias viñetas del profeta Mahoma, cuya representación física en la expresión artística está prohibida por el Islam. Las viñetas no son particularmente buenas, ni intentaban ser provocativas. Pero tenían un sentido.
Antes de adentrarnos en ello, deberíamos observar que en el mundo occidental los "artistas" "provocan" con la misma insensible frecuencia con que los jóvenes musulmanes meten fuego a las banderas de otros países. Cuando el ganador de un premio Tony, Terence McNally, escribió una obra de Broadway en la que Jesús practica sexo homosexual con Judas, The New York Times y compañía perdieron el culo por rendirle tributo, por lo "valiente" y "desafiante" que fue. La norma para "artistas transgresores" y "valientes" es simple: si vas a ser provocador, es mejor serlo con gente a la que no se pueda provocar.
Así, la NBC celebra este año la Pascua con una edición especial de la telecomedia gay Will y Grace, en la que una presentadora cristiana conservadora de un programa de cocina, interpretada por la popular y desaliñada cantante Britney Spears, ofrece recetas de fiesta con "entrantes con forma de crucifijo". Por otra parte, la misma cadena, en su cobertura de los tumultos globales por las viñetas danesas, ha declinado pasar muestra alguna del arte ofensor por "respeto" a la fe de los musulmanes.
Lo que entienden por respeto es la capacidad de los musulmanes para localizar la casa del vicepresidente ejecutivo en las afueras y meter fuego a su garaje.
El Jyllands-Posten no está siendo ofensivo porque sí. Tiene un motivo serio, o, se mire como se mire, uno más serio que Britney Spears o Terence McNally. Las viñetas acompañaban un artículo sobre los peligros de la "autocensura", es decir, de un ambiente en el que no hay una ley explícita que te prohíba tratar los aspectos más, eh, animados del Islam pero todo el mundo piensa que es mejor no hacerlo.
Eso es lo que el diario danés ponía a prueba: la debilidad de las sociedades libres frente a la intimidación del Islam militante.
Un día, dentro de unos años, cuando los arqueólogos desentierren las ruinas de una antigua civilización en busca de la causa de su caída, se maravillarán de lo fácil que fue todo. No se necesita empotrar aviones contra rascacielos y matar a miles de personas. De hecho, es una mala estrategia, porque hasta el Estado más enclenque se sentirá obligado a responder. Pero si pones el asunto en términos de "sensibilidad multicultural", el Estado enclenque se doblegará hasta el suelo para darte todo lo que desees, incluso, si se tercia, las llaves de esos rascacielos.
Jack Straw, el ministro de Exteriores británico, elogió la "sensibilidad" de Fleet Street por no reproducir las viñetas ofensivas. No hay duda de que está igualmente impresionado por la "sensibilidad" de Anne Owers, la inspectora jefe de Prisiones de Su Majestad, por prohibir izar la bandera nacional en las prisiones inglesas con el argumento de que muestra la cruz de San Jorge, que era utilizada por los cruzados y es, por tanto, ofensiva para los musulmanes. Y no hay duda de que está impresionado por la "sensibilidad" de Burger King, que retiró sus conos de crema helada de sus menús británicos porque Rashad Ajtar, de High Wycombe, se quejó de que el remolino de la tapa se parecía a la palabra "Alá" escrita en caracteres árabes. No sé qué sura del Corán dice: No lo olvidéis, amigos, no se trata sólo de la representación de Alá o del Profeta, también de las representaciones del nombre en garabatos helados de chocolate; así que, para ser "sensibles", dos tazas.
El ministro de Exteriores británico también aprecia, sin ninguna duda, la "sensibilidad" del dueño de France-Soir, que despidió al director por reproducir las viñetas danesas. Y la "sensibilidad" del cineasta holandés Albert Ter Heerdt, que canceló la secuela de su exitosa comedia multicultural Shouf Shouf Habibi! con el siguiente argumento: "No quiero un cuchillo en mi pecho", que es lo que le pasó al último cineasta holandés que hizo una película sobre el Islam: Theo van Gogh, sobre cuyo "derecho a disentir" todos esos fanfarrones de Hollywood permanecen extrañamente callados. Quizá estén siendo solamente "sensibles", también.
Y quizá el ministro de Exteriores británico admire asimismo la "sensibilidad" de esas figuras públicas holandesas que hablaron una vez contra los aspectos intimidatorios del Islam y ahora han optado por el silencio diplomático y la vida con un guardaespaldas las 24 horas del día. Quizá incluso admire la "sensibilidad" de las crecientes cifras de holandeses a los que no les gustan el miedo y la tensión acuciantes en ciertas partes de los Países Bajos y han optado por emigrar a Canadá y a Nueva Zelanda.
Muy pocas sociedades son genuinamente multiculturales. La mayoría son biculturales: por una parte están todos esos tíos que son negros, blancos, gays, heteros, transexuales, católicos, protestantes, budistas, adoradores de los agoreros del calentamiento global y se llevan entre sí lo mejor que pueden; por otra parte están los que no aceptan el toma y daca, los conflictos de convivencia de una sociedad "tolerante" y "diversa" y, cuando uno saca a relucir con tacto lo de su intolerancia, amenazan con matarle.
© Mark Steyn, 2006
[1] La prensa empleó la expresión "jóvenes excitables" para evitar mencionar la presencia de islamistas en los recientes disturbios de París.