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A PROPÓSITO DEL CNIC

La revolución pendiente de la ciencia española

Las recientes iniciativas del Gobierno central y de trece grandes empresas españolas para la puesta en marcha del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) revelan desconocimiento de cómo funciona la ciencia. La ciencia florece en instituciones en las que se ha creado un entorno de excelencia a lo largo de décadas o siglos. Una vez establecido, este entorno es independiente de cualquier individuo y produce resultados de forma ineluctable. Dicho entorno requiere un marco institucional estable de características bien definidas.

Las recientes iniciativas del Gobierno central y de trece grandes empresas españolas para la puesta en marcha del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) revelan desconocimiento de cómo funciona la ciencia. La ciencia florece en instituciones en las que se ha creado un entorno de excelencia a lo largo de décadas o siglos. Una vez establecido, este entorno es independiente de cualquier individuo y produce resultados de forma ineluctable. Dicho entorno requiere un marco institucional estable de características bien definidas.
Leonardo da Vinci: EL HOMBRE DE VITRUVIO.
Una institución de excelencia tiene que ser independiente del poder político y debe ser establecida a perpetuidad, con la ambición de que dure hasta el fin de la civilización. El pilar básico es el Consejo de Gobierno (Patronato), que ha de tener poder y control absolutos sobre la institución. Si ésta es pública, la Administración responsable debe nombrar a dedo a los miembros del Patronato, para mandatos de duración fija superior al mandato de la Administración. El número de miembros natos del Patronato (es decir, los cargos políticos) debe ser mínimo, no superior al 25%. Debido a la atrición natural, los miembros del Patronato son renovados escalonadamente por las Administraciones sucesivas, de forma que ninguna de ellas puede imponer su Patronato. Este sistema de gobierno debe ser establecido por una ley con una amplia mayoría (por ejemplo, de dos tercios), es decir, con el consenso de los principales partidos.
 
Una vez establecido el Patronato, éste nombra, por mayoría simple, al presidente, rector o director de la institución por un período indefinido, aunque puede ser destituido en cualquier momento si pierde la confianza de la mayoría del Patronato.
 
El Patronato establece asimismo la política de personal. Cuando se trata de crear una nueva institución como el CNIC, la elección del primer director es crucial, puesto que idealmente debería liderar la institución durante décadas para marcar el rumbo inicial y establecer las primeras tradiciones.
 
¿Qué nos enseña la historia sobre la creación de grandes instituciones científicas de prestigio mundial y sobre el nombramiento de sus primeros directores?
 
David Jordan.– David Jordan, un zoólogo marino de 40 años, fue nombrado primer presidente de Stanford y lideró la universidad durante 22 años, desde su fundación en 1891. Hoy es la tercera universidad investigadora de Estados Unidos, después de Harvard y el MIT.
 
– William Harper, investigador de estudios bíblicos y lenguas clásicas de 36 años, fue nombrado en 1891 primer presidente de la Universidad de Chicago por la Junta de Gobierno y lideró la universidad durante 15 años, hasta su muerte (1906). Hoy Chicago ocupa el puesto 22 entre las mejores universidades investigadoras de Estados Unidos.
 
– Simon Flexner, catedrático de patología de la Universidad de Pennsylvania de 38 años, fue nombrado en 1901 primer director del Instituto Rockefeller de Investigación Médica (hoy Universidad Rockefeller). Estuvo 34 años al frente del Instituto, hasta su retiro (1935). Esta institución ha producido hasta el presente 23 premios Nobel de Medicina.
 
Lo interesante de la fundación de estas instituciones es que sus impulsores y benefactores, Rockefeller (Chicago e Instituto Rockefeller) y Stanford (Universidad de Stanford), eran hombres de su época sin estudios universitarios y casi nula cultura académica. Sin embargo, como emprendedores de éxito, eran jueces agudos de la naturaleza humana y supieron rodearse de los asesores adecuados para crear "instituciones que perdurasen tanto como la civilización" (del discurso inaugural de Jordan en la apertura del primer curso de Stanford, en 1891).
 
¿Cuál es la historia del CNIC? Creado en 1999 por iniciativa del Ministerio de Sanidad, se convierte en breve en una sucesión de iniciativas y decisiones coyunturales, llevadas a cabo por sucesivos jefes de Gobierno y ministras, en que los aspectos institucionales básicos, como la constitución del Patronato y sus funciones, apenas se han mencionado.
 
Hasta ahora ha sido la ministra de turno la que ha llevado la voz cantante y tomado las decisiones importantes. Al cabo de cinco años, lo único claro es que el pasado septiembre se inauguró un edificio suntuoso de 60 millones de euros, y que en el verano de 2005 había cinco empresas que iban a colaborar en el proyecto y ahora hay trece. Éstas han constituido un "Patronato pro CNIC" (¡no confundir con el Patronato CNIC!).
 
La consecuencia directa de esta inestabilidad es que hoy el Patronato de la Fundación CNIC aún no está constituido, ya que "la composición del Patronato, órgano de gestión de la Fundación CNIC, se modificará en un futuro para dar entrada a representantes de la Fundación Pro CNIC" (nota de prensa de Sanidad, 15 de diciembre de 2005). La ministra de Sanidad y Consumo es la presidenta del Patronato.
 
O sea que, antes de los cimientos, ya han construido la casa. Se ha nombrado a seis miembros de un Comité Científico Asesor del CNIC y a su presidente, Valentín Fuster, un cardiólogo del máximo prestigio mundial del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, un hospital privado no universitario. Pero no se prevé el nombramiento de un director científico ejecutivo del CNIC, ya que éste es un puesto reservado para Fuster, que se incorporará a tiempo completo en 2009, una vez cumplidos los 65 años. Entretanto, a sus 62 años, trabajará ocho días al mes en Madrid, y la responsabilidad de la dirección ejecutiva será desempeñada por un "subdirector científico".
 
Los responsables del CNIC confían en que la garantía de que todo irá bien es haber "puesto al frente" del centro a una figura mundial de la cardiología como Valentín Fuster. El fracaso de la experiencia habida con el anterior "consultor ejecutivo" del CNIC, Salvador Moncada, también una figura mundial de la biomedicina de 62 años, no ha servido de lección. Las figuras mundiales de la ciencia son también seres humanos, interesados en asegurarse un retiro dorado.
 
El grado de compromiso de Fuster con el CNIC se refleja en el hecho de que el CNIC ha acordado transferir 5 millones de euros para financiar los Valentín Fuster Laboratories, una nueva unidad de investigación que será establecida en el Monte Sinaí de Nueva York: el plan Marshall al revés (nota de prensa del Monte Sinaí, 30 de enero de 2006). Tanto el Gobierno como las empresas privadas que apoyan el CNIC muestran un alto grado de papanatismo si piensan que pueden sacar algo útil de esta serie continuada de disparates.
 
La ministra de Sanidad, Elena Salgado.Por primera vez en España, los gobiernos han mostrado su voluntad de lograr el progreso científico poniendo en juego medios económicos considerables, lo cual es muy encomiable. Desafortunadamente, el lobby científico español, con su campaña machacona de que el problema fundamental es el dinero, ha convencido al Gobierno de ello. Y la solución alcanzada, edificio y figura estrella de edad avanzada con control ejecutivo y proponente de un costoso e inútil puente aéreo Nueva York-Madrid, está abocada al fracaso.
 
Como la historia nos enseña, la solución es crear una institución independiente con un Patronato que se perpetúe a sí mismo, regulado por ley y no por una ministra. Este Patronato debe elegir a un director científico ejecutivo, asesorado por un comité de científicos del máximo prestigio. El Gobierno y las empresas deben limitarse al control de la financiación.
 
¿Cuál es el perfil adecuado del director del CNIC? La condición necesaria mínima es que sea un médico brillante y español de unos 40 años de edad que se incorpore a tiempo completo. Sería deseable que el candidato hubiera logrado un prestigio sólido trabajando en una institución de primera línea en alguno de los países "globalizados" (no burocráticos), como Estados Unidos, Inglaterra o Suiza.
 
Idealmente, debería ser una persona como Simon Flexner, que creó de la nada una de las instituciones médicas del mayor prestigio mundial y que combinó en su persona una capacidad científica brillante y un genio organizador y del liderazgo. O un Valentín Fuster de 37 años, como el que fue contratado como jefe de cardiología del Monte Sinaí en 1981.
 
Summers, presidente de Harvard, ha vetado recientemente el nombramiento de dos candidatos ilustres a cátedra: un catedrático de Stanford y un otro catedrático de Cambridge (Inglaterra), ambos de 54 años, a pesar de que tenían el apoyo unánime de sus futuros departamentos y las recomendaciones de los profesores evaluadores externos. Summers quiere ponderar más la promesa o proyección de futuro de un candidato que sus logros pasados. Más crudamente, Summers no quiere "volcanes extintos", estrellas académicas que han dejado atrás el cenit de la creatividad.
 
Tenemos el dinero, tenemos el talento científico y la voluntad política y empresarial: creemos una institución de excelencia.
 
 
José Canosa, doctor en Física Aplicada por la Universidad de Harvard y ex investigador en el Centro Científico de IBM en Palo Alto.
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