Si comparamos con unos índices simples la productividad española con la de los países europeos de referencia caeríamos en el pesimismo, pues España es el penúltimo país de la Unión Europea en número de autores con publicaciones de prestigio (recogidas en la base de datos selectiva Econlit), y además casi tres cuartas partes del profesorado universitario ni siquiera han publicado una vez. Cuando se distingue entre universidades el panorama cambia y se descubre una fortísima polarización, con Universidades de primerísimo nivel y otras totalmente relegadas, algunas haciendo esfuerzos por mejorar y otras no.
Podríamos clasificar a las Facultades de Economía en tres o cuatro tipos: las de serie A son comparables a las mejores de Europa, la investigación es cuantiosa (incluso superior a la de los mejores centros extranjeros medida en términos per capita) y de gran calidad y relevancia científica (índices de impacto), pero apenas son un puñado de centros (Carlos III, Autónoma de Barcelona, Pompeu Fabra, Alicante y el Instituto de Análisis Económico, centro dependiente del CSIC que comparte campus con la Autónoma); las de serie B tienen una producción científica sustancial, incluso similar en cantidad a los centros de serie A, pero cuando introducimos ponderaciones para tener en cuenta de alguna forma la calidad y relevancia quedan descolgadas de los rankings de centros europeos (son sólo unas cuantas más: País Vasco, Valencia, Complutense, Zaragoza, Navarra...); las de serie C, que son la inmensa mayoría, de producción científica escasa y poco o nada relevante, que forman un tercer escalón muy lejos de las Universidades de serie B; y aún podríamos hablar de Universidades de serie D, que rozan la nulidad, lejanas incluso de las de serie C.
En parte ese modelo responde a la política de propagación de centros Universitarios, la mayoría infradotados, en vez de generar unos pocos centros muy bien dotados y equipados más un generoso programa de becas, posiblemente un sistema más barato y productivo.
La polarización y compartimentación que dicho modelo erróneo ha generado, lejos de superarse, tiende a consolidarse y agravarse, por cuanto algunos centros se esfuerzan en progresar y otros tratan de evitar la competencia y la exigencia. Muchas son las posibilidades de fomentar con éxito la excelencia, pues diversa es la tipología de las Universidades "excelentes" en España: desde Universidades tradicionales gestionadas con criterios de calidad, a Universidades jóvenes creadas ex profeso con esa idea en mente (algunas en grandes ciudades, otras en la periferia) pasando por pequeñas instituciones especializadas que han tenido éxito o se han visto obligadas a competir.
Ni que decir tiene que elegir una universidad adecuada para estudiar, y sobre todo para la formación de postgrado, es esencial en la carrera profesional de cualquiera, y ahora más que nunca. Sin embargo, parece que los estudiantes no exigen, ni buscan, esta información sobre "rankings", hipotecando buena parte de sus posibilidades de futuro por una elección errónea.
Recomiendo las siguientes referencias bibliográficas (todas se pueden encontrar en internet) a quienes tengan que tomar una decisión y quieran fundamentarla:
Villar, A. (2003): "La Evaluación de la Investigación en Economía", Revista Valenciana de Economía y Hacienda.
García-Ferrer, A. y Poncela, P. (2003): "From Zero to Infinity: Use and Abuse of Impact Factors, Journal Rankings and the Evaluation of Economic Research in Spain", mimeo, UAM.
Bergantiños, G.; Da Rocha, J.M.; y Polomé, Ph. (2002): "La investigación española en Economía, 1995-1999", Investigaciones Económicas , vol. XXVI (2), 2002, páginas 373-392.
Dolado, J.J.; García-Romero, A.; y Zamarro, G. (2002): "Rankings de investigación en Economía en España: instituciones y autores (1990-1999)", mimeo, Universidad Carlos III de Madrid.