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BIOTECNOLOGÍA

La ONU a los 60 años

La ONU está cumpliendo 60 años y no se ve nada bien. Sus directivos son acusados de todo tipo de delitos y corrupciones, desde asalto sexual por parte de la fuerza de paz en el Congo hasta enriquecimiento ilícito bajo el programa Petróleo por Alimentos en Irak. Pero un escándalo aún peor está recibiendo poca atención.

La ONU está cumpliendo 60 años y no se ve nada bien. Sus directivos son acusados de todo tipo de delitos y corrupciones, desde asalto sexual por parte de la fuerza de paz en el Congo hasta enriquecimiento ilícito bajo el programa Petróleo por Alimentos en Irak. Pero un escándalo aún peor está recibiendo poca atención.
Durante años las agencias y programas de la ONU han promovido sistemáticamente regulaciones y medidas que impiden la utilización de nuevas y efectivas tecnologías que podrían ayudar a resolver los peores problemas mundiales en materia de sanidad y medio ambiente.
 
Un ejemplo es la complicidad de varias agencias de la ONU en la excesiva, ideológica y poco científica regulación de la biotecnología, también conocida como modificación genética, que ha logrado frenar los avances en la investigación y el desarrollo de nuevos productos agrícolas y farmacéuticos.
 
Los productos de la biotecnología aliviarían las hambrunas y la escasez de agua potable que sufren millones de personas en todo el mundo, y permitirían la incorporación de vacunas en frutas y vegetales comestibles. Pero a lo largo de la última década los delegados a la Convención sobre Diversidad Biológica, auspiciada por la ONU, negociaron un "protocolo de bioseguridad" retrógrado para regular la biotecnología.
 
Haciendo un daño inmenso a los adelantos científicos, el documento se basa en un "principio de precaución" falso que impone que todo nuevo producto o tecnología tiene que ser completamente seguro antes de ser utilizado.
 
Protesta de Greenpeace contra los alimentos transgénicos en Portugalete (Vizcaya).Nada puede ser totalmente seguro, según las normas impuestas por los activistas y reguladores, razón por la cual el principio de precaución se ha convertido en un impedimento al desarrollo de importantes productos nuevos.
 
Esa regulación traspasa el peso de la prueba desde regulador, quien antes tenía que probar que la nueva tecnología podía causar daño, hasta el innovador o inventor, que ahora tiene que demostrar que la tecnología no causará daño bajo ninguna circunstancia. Peor aún, sobreestima el riesgo hipotético a la vez que desestima los beneficios comprobados.
 
En 2003 el programa de normas alimenticias de la Organización Mundial de la Salud de la ONU impuso restricciones draconianas sólo a los alimentos producto de la biotecnología, aunque los científicos de todo el mundo están de acuerdo en que tales modificaciones genéticas son mejoras a las técnicas utilizadas a lo largo de varios siglos. Miles de investigaciones comprueban que el riesgo de las plantas y los alimentos genéticamente mejorados son mínimos, mientras que se han comprobado sus beneficios y se sabe que su potencial es extraordinario.
 
La utilización de cosechas genéticamente modificadas ha reducido la utilización de millones de kilos de insecticidas y evitado la erosión en las tierras agrícolas.
 
Otro ejemplo de inmenso daño fue la convención de la ONU sobre contaminantes, en 2001, que acusó al DDT de ser uno de los peores contaminantes en el mundo, dificultando así al máximo su utilización en países acosados por la malaria y por otras enfermedades transmitidas por insectos. Los funcionarios de la ONU no sólo no toman en cuenta la efectividad del DDT, y que se puede utilizar con relativa seguridad, tampoco toman en cuenta el costo y la poca efectividad de las alternativas conocidas. Por eso han muerto muchos millones de personas que hubieran podido salvarse utilizando DDT.
 
La realidad es que estas políticas instrumentadas por la ONU empobrecen a los pobres y empeoran la salud de los enfermos, muchos de los cuales sufren horriblemente y mueren. Ha llegado el momento de exigir rendición de cuentas a la burocracia responsable de todas esas tragedias en las Naciones Unidas.
 
 
© AIPE
 
– Henry I. Miller, médico y biólogo, investigador de la Hoover Institution de la Universidad de Stanford.
– Gregory Conko, director de seguridad alimenticia del Competitive Enterprise Institute.
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