Ya es notable que un centro de pensamiento liberal dure cuatro lustros en creciente actividad. Más aún lo es que haya florecido con ayuda de dinero privado en un país tan escasamente favorable a la filosofía de la libertad y en un continente donde las llamas del populismo están siempre prontas a la conflagración. Cuando veo las publicaciones y actividades de esta institución, mi asombro no tiene límites. Nada de tal envergadura y duración hemos sabido hacer los liberales en España.
Durante la cena de clausura sentí una mezcla de satisfacción y melancolía. Entre partícipes e invitados sumábamos 1.500 personas. Estaban presentes seis ex presidentes: Vicente Fox (México), Francisco Flores (El Salvador), Osvaldo Hurtado (Ecuador), Jorge Quiroga, que precedió a Evo Morales en la Presidencia de Bolivia, Luis Lacalle (Uruguay) y José María Aznar. Todos ellos habían realizado, con menor o mayor fortuna, una política liberal en sus países. Habló también Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad de Madrid, con un discurso transido de entusiasmo por las ideas de libertad personal, política, económica.
Pero esa mañana Mario Vargas Llosa había planteado una pregunta que, sin quererlo yo, me volvía a las mientes una y otra vez: ¿por qué, en fin de cuentas, habían fracasado? Se podrá decir que es injusto tan drástico juicio. Mucho consiguieron todos ellos: para México (Fox), bastó ya con que no gobernara el PRI; en Bolivia, Jorge Quiroga ha dejado memoria de su buen hacer, que dará fruto cuando se desvanezca la larga sombra del socialismo bolivariano; Aznar, sin duda, dejó tras de sí una España mucho más moderna y atlántica. Mas, en realidad, sus políticas de apertura no acabaron de apartar el cúmulo de obstáculos que se oponen al liberalismo clásico en todas nuestras naciones.
Mientras estábamos reunidos en congreso, la señora Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, se enfrentaba con una amplia protesta popular por las gravosas retenciones impuestas a las exportaciones de alimentos. El telón de fondo era una inflación apenas disimulada con trucos estadísticos. Argentina, ¡siempre al borde del precipicio populista! Otros países latinoamericanos, Venezuela, Bolivia, Ecuador, se ven azotados por políticas autoritarias y demagógicas, cuyo síntoma, como siempre, es la fiebre inflacionista. Es cierto que al lado de ese socialismo carnívoro hay variedades vegetarianas, como las de Brasil, Perú o Chile. Y en México y Colombia rigen buenos gobiernos liberal-conservadores, pese a una implacable oposición, incluso armada. La impresión general, sin embargo, es de grave peligro o mucha fragilidad.
He aquí la cuestión fundamental: si el capitalismo democrático es tan poderoso motor de prosperidad e igualdad, ¿por qué son tantos los obstáculos con que se enfrenta, tan implacables los enemigos con que ha de batallar, tan blandos los aliados con que a duras penas cuenta?
Tomemos el ejemplo de la Comunidad Autónoma de Madrid. Es la parte de la sociedad y la economía españolas más abierta, progresista y exitosa. En capacidad de acogida, aumento del empleo, alivio de impuestos, crecimiento económico, está por encima del resto del país. Su presidenta proclama con toda claridad su adhesión a una sociedad de libertades personales y apertura empresarial. Sin embargo, y por dar un ejemplo, ¿por qué le satisface haber construido más viviendas de protección oficial que ninguna otra comunidad española? ¿Por qué ha decidido limitar todas la nuevas construcciones en su territorio, fuera de la capital, a un máximo de cuatro alturas?
Otro caso: los días de apertura de los comercios. Antes de las últimas elecciones autonómicas, que ganó con más votos que los que cosechó en la convocatoria previa, Aguirre prometió que permitiría la apertura todos los domingos y festivos del año. Cierto es que Madrid abre en 23 días festivos, mientras que la gran mayoría sólo lo hace en ocho. Pero con toda facilidad podría haberse llegado a la libertad completa. Después de todo, el cierre de comercios en días festivos es una medida antifeminista, pues las mujeres trabajadoras necesitan toda la amplitud de horas que pueda ofrecérseles. Además, las superficies modernas, sean súper o hipermercados, son las que crean empleo de calidad en el sector de la distribución. Por fin, ese turismo de calidad que Madrid quiere atraer agradece poder comprar a todas horas, como en Londres o Nueva York.
La reforma podría haberse hecho con facilidad en tiempos de bonanza; ahora, con la crisis que azota, el momento ha pasado.
La resistencia a las reformas progresistas del capitalismo se explica porque mucha gente odia la competencia y teme la libertad; y porque políticos que se proclaman liberales no ven que las medidas de liberación, tomadas oportunamente, por sus buenos efectos pueden darles votos.
En Rosario pudimos oír a Mauricio Rojas, diputado sueco de origen chileno, el detalle de la reforma de los servicios de bienestar en Suecia gracias a los vales escolares y hospitalarios. Los habitantes de ese país reciben la ayuda pública a la escolarización de los jóvenes y a la atención sanitaria en forma de vales, que pueden gastar en los centros que prefieran, sean públicos o privados. El efecto en el campo educativo ha sido que en el año escolar 2006-7 había ya 899 escuelas e institutos privados, con una matrícula de 136.134 alumnos. En Madrid también las familias y los estudiantes deberían poder llevar el valor de la subvención que reciben para educación y formación al centro de su preferencia: a mayor competencia, mejor calidad. Ya ha habido iniciativas en este sentido en España.
Si el Gobierno de la Comunidad de Madrid es tan liberal, ¿para cuándo el vale escolar y universitario?
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