Somos personas normales y corrientes. Somos como tú: gente que se levanta por las mañanas para estudiar, para trabajar o para buscar trabajo, gente que tiene familia y amigos. Gente que trabaja duro todos los días para vivir y dar un futuro mejor a los que nos rodean.
[Dado que se trata de un manifiesto que promueve la regeneración de la democracia, el ennoblecimiento de la política y demás consignas bienintencionadas, bien está que el primer párrafo ilustre a la perfección los males que pretende denunciar. Tal vez eso explique esa prosa demacrada y mendicante (¡tan mendicante que clava la pértiga en una aclaración sin par: somos personas!), esa fraseología, en fin, que tanto recuerda a la que gastan los candidatos en cuanto pisan un mercado municipal, donde las expresiones como tú, normal y corriente son una mera reverberación; exactamente, un tic. Gente que tiene familia y amigos... A este respecto, sospecho que debió de haber un tira y afloja entre los redactores, una ardua negociación que se saldó con la supresión de uno o varios adjetivos. ¿Amigos normales y corrientes, tal vez? ¿Acaso amigos desempleados? Mmm... "Yo no incurría en la retórica", dijo el portador del megáfono. De resultas de lo cual, los amigos y la familia terminaron campando a su aire, con exultante candor].
Unos nos consideramos más progresistas, otros más conservadores. Unos creyentes, otros no. Unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos... Pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros... Por la indefensión del ciudadano de a pie.
[Estamos ante el caso, ciertamente singular, del bosque que impide ver el árbol. Los autores del manifiesto nos llevan de la mano por una jungla exuberante donde florecen progresistas, conservadores –nótese, por cierto, hasta dónde han llegado las aguas eufemísticas del Tribunal Constitucional. A los sintagmas juez progresista y juez conservador les siguen ya los de revoltoso progresista y revoltoso conservador–; los autores, decía, nos nublan la vista con ardor trilero, amagando a derecha e izquierda, a ignorantes e indiferentes. Pura trompetería. Lo que cuenta, a efectos de ideología, no es el santiguamiento a todos los dioses, sino calzar a los empresarios junto a la palabra corrupción. Y así saber que cuando hablamos de personas normales y corrientes hablamos de personas de izquierdas. Sea como sea, llama la atención que, más que indignados, estos corrientes estén preocupados e indignados, es decir, que se invistan de uno de esos complementos bífidos tan del gusto de Zapatero, que ya en 2005 distinguía entre barbarie y asesinato. No en vano, preocuparse e indignarse no es sino una forma de añadir talante a la indignación, esto es, de no indignarse en demasía, del mismo modo que te quiero mucho expresa menos amor que te quiero a secas].
Esta situación nos hace daño a todos diariamente. Pero si todos nos unimos, podemos cambiarla. Es hora de ponerse en movimiento, hora de construir entre todos una sociedad mejor. Por ello sostenemos firmemente [ver "te quiero mucho" y "te quiero" a secas] lo siguiente:
– Las prioridades de toda sociedad avanzada han de ser la igualdad, el progreso, la solidaridad, el libre acceso a la cultura, la sostenibilidad ecológica y el desarrollo, el bienestar y la felicidad de las personas.
[El hecho de que sólo las sociedades avanzadas merezcan esas prioridades palidece ante el caracoleo en el córner que supone el derecho a la felicidad... ¡de las personas! y el derecho de esas mismas personas a descargarse ilegalmente lo que les plazca, pues no es otra la trastienda del llamado libre acceso a la cultura].
– Existen unos derechos básicos que deberían estar cubiertos en estas sociedades: derecho a la vivienda, al trabajo, a la cultura, a la salud, a la educación, a la participación política, al libre desarrollo personal, y derecho al consumo de los bienes necesarios para una vida sana y feliz.
["En estas sociedades", dice. La expresión sociedades avanzadas no era un lapsus, sino una premisa. La deriva macrobiótica del texto, con su vida sana y su canesú, no debiera empañar la mención a un derecho cada vez menos insólito: el derecho al libre desarrollo personal. Ya el Estatuto de Cataluña recogía, en su artículo 22.1, el derecho de las personas al desarrollo de las capacidades creativas individuales y colectivas. Los internautas de a pie sólo recogen las individuales, lo que, sin duda alguna, tal vez no sea un desarrollo pero sí un progreso].
– El actual funcionamiento de nuestro sistema económico y gubernamental no atiende a estas prioridades y es un obstáculo para el progreso de la humanidad.
["Nuestro sistema económico y gubernamental" es como decir "nuestro sistema sanitario e inmunitario"].
– La democracia parte del pueblo (demos = pueblo; cracia = gobierno) así que el gobierno debe ser del pueblo. Sin embargo, en este país la mayor parte de la clase política ni siquiera nos escucha. Sus funciones deberían ser la de llevar nuestra voz a las instituciones, facilitando la participación política ciudadana mediante cauces directos y procurando el mayor beneficio para el grueso de la sociedad [no. La democracia es indirecta, no una ensalada asamblearia tipo Sálvame, La Noria o cualquiera de las modalidades de parlamentarismo que ha puesto en boga Tele 5], no la de enriquecerse y medrar a nuestra costa, atendiendo tan sólo a los dictados de los grandes poderes económicos y aferrándose al poder a través de una dictadura partitocrática ["aferrándose al poder a través de una dictadura", lo que no deja de ser un recordatorio de que las dictaduras se legitimaban a través del poder] encabezada por las inamovibles siglas del PPSOE.
– El ansia y acumulación de poder en unos pocos genera desigualdad, crispación e injusticia, lo cual conduce a la violencia, que rechazamos. [Si conduce es que no la rechazáis. Así el mafioso carraspea y susurra: odio la violencia, pero claro, no tengo otra opción...]. El obsoleto y antinatural [¡Naturhouse patrocina este manifiesto!] modelo económico vigente bloquea la maquinaria social en una espiral que se consume a sí misma enriqueciendo [bloquea en una espiral que se consume enriqueciéndose, eso dice] a unos pocos y sumiendo en la pobreza y la escasez al resto. Hasta el colapso.
– La voluntad y fin del sistema [la voluntad del sistema, como si el capitalismo fuera un acta de sobremesa que acordaran el cura, el farmacéutico, el notario y el médico mientras echan la partida en el casino] es la acumulación de dinero, primándola por encima de la eficacia y el bienestar de la sociedad [tanto es así, que incluso los redactores del texto conceden una prima a esa querencia]. Despilfarrando recursos, destruyendo el planeta ["destruyendo el planeta", sí, eso dice], generando desempleo y consumidores infelices. [La obsesión con la felicidad presenta ya tintes de obsesión].
– Los ciudadanos formamos parte del engranaje de una máquina destinada a enriquecer a una minoría que no sabe ni de nuestras necesidades. [De lo único que entiende esa espectral minoría es precisamente de necesidades; concretamente, de la compraventa de necesidades, pero tal vez no sea el momento de abundar en complejidades]. Somos anónimos, pero sin nosotros nada de esto existiría [me extraña dar con semejante bravata capitalista, más propia del vetusto fundador de la empresa que del joven díscolo de la Puerta del Sol].
– Si como sociedad aprendemos a no fiar nuestro futuro a una abstracta rentabilidad económica que nunca redunda en beneficio de la mayoría, podremos eliminar los abusos y carencias que todos sufrimos.
[Veréis, si "nunca redunda en beneficio de la mayoría", las carencias también las sufre la mayoría, no todos. Se trata de una cuestión de simetría moral a la que la gramática, por supuesto, no es ajena].
Es necesaria una Revolución Ética. Hemos puesto el dinero por encima del Ser Humano y tenemos que ponerlo a nuestro servicio. Somos personas [normales y corrientes, sí, pero tal vez demasiado normales y, sin duda, demasiado corrientes], no productos del mercado. No soy sólo lo que compro, por qué lo compro y a quién se lo compro.
Por todo lo anterior, estoy indignado.
[Ado, ado, ado]
Creo que puedo cambiarlo.
[arlo, arlo, arlo]
Creo que puedo ayudar.
[ar, ar, ar]
Sé que unidos podemos.
[emos, emos, emos]
Sal con nosotros. Es tu derecho.
[echo, echo, echo]