En momentos en que se perciben amenazas ante las cuales los individuos no saben cómo protegerse (pandemias, desastres naturales, guerras...) ocurre lo mismo. Si se dan dos de esas circunstancias al mismo tiempo, como ahora, estaremos ante el perfecto el caldo de cultivo para los atentados contra la libertad y la propiedad de los diferentes, sobre todo en países con nula tradición de respeto a las libertades individuales.
Con la aparición de la nueva gripe, los brotes de xenofobia surgen en más sitios contra ciudadanos mexicanos. Son víctimas por igual jugadores de fútbol, inmigrantes ilegales o simples turistas. En Estados Unidos, radios muy conservadoras arremeten contra los ciudadanos de su vecino del sur que entraron al país sin permiso, y en China se aísla a todos los mexicanos, tengan síntomas o no de la enfermedad.
Sin embargo, el peor caso de todos no tiene como víctima a los mexicanos, sino a una minoría religiosa en Oriente Medio. Las autoridades egipcias han encontrado en esta enfermedad una excusa más para hacer la vida más difícil a los coptos. Estas personas, que representan el 10 por ciento de la población de Egipto y practican una de las formas más antiguas de cristianismo, están sometidas a una legislación que les discrimina en numerosos aspectos de la vida, tanto a nivel individual como colectivo. Excepciones al margen, como la del ex secretario general de Naciones Unidas Butros Gali, los coptos viven bajo una situación legal de discriminación que conduce a muchos de ellos a la pobreza, en un país oficialmente islámico.
Con la excusa de que la nueva gripe fue al principio llamada "porcina", el Gobierno de El Cairo comenzó a sacrificar miles de cerdos con el objetivo de acabar con los casi 250.000 que había en el país. Esta medida, supuestamente sanitaria y decidida por el Ejecutivo, tan sólo daña a los coptos, pues son los únicos que suelen criar ese animal en Egipto. Además, perjudica sobre todo a los más pobres, que son quienes más poseen ese tipo de ganado. No hay justificación sanitaria alguna, pues está demostrado que su consumo no es un factor de transmisión de la enfermedad. Tan sólo es una excusa, puesto que el régimen egipcio, como muchos otros del mundo árabe, trata de satisfacer cada vez más las exigencias de los islamistas.
Este es un buen ejemplo de cómo se utiliza la capacidad legislativa de los estados para atentar contra la libertad y la propiedad individuales, sobre todo las de las minorías poco apreciadas por los poderosos. Así, la salud pública se ha transformado en la excusa perfecta para discriminar y oprimir a millones de seres humanos.
© AIPE
Con la aparición de la nueva gripe, los brotes de xenofobia surgen en más sitios contra ciudadanos mexicanos. Son víctimas por igual jugadores de fútbol, inmigrantes ilegales o simples turistas. En Estados Unidos, radios muy conservadoras arremeten contra los ciudadanos de su vecino del sur que entraron al país sin permiso, y en China se aísla a todos los mexicanos, tengan síntomas o no de la enfermedad.
Sin embargo, el peor caso de todos no tiene como víctima a los mexicanos, sino a una minoría religiosa en Oriente Medio. Las autoridades egipcias han encontrado en esta enfermedad una excusa más para hacer la vida más difícil a los coptos. Estas personas, que representan el 10 por ciento de la población de Egipto y practican una de las formas más antiguas de cristianismo, están sometidas a una legislación que les discrimina en numerosos aspectos de la vida, tanto a nivel individual como colectivo. Excepciones al margen, como la del ex secretario general de Naciones Unidas Butros Gali, los coptos viven bajo una situación legal de discriminación que conduce a muchos de ellos a la pobreza, en un país oficialmente islámico.
Con la excusa de que la nueva gripe fue al principio llamada "porcina", el Gobierno de El Cairo comenzó a sacrificar miles de cerdos con el objetivo de acabar con los casi 250.000 que había en el país. Esta medida, supuestamente sanitaria y decidida por el Ejecutivo, tan sólo daña a los coptos, pues son los únicos que suelen criar ese animal en Egipto. Además, perjudica sobre todo a los más pobres, que son quienes más poseen ese tipo de ganado. No hay justificación sanitaria alguna, pues está demostrado que su consumo no es un factor de transmisión de la enfermedad. Tan sólo es una excusa, puesto que el régimen egipcio, como muchos otros del mundo árabe, trata de satisfacer cada vez más las exigencias de los islamistas.
Este es un buen ejemplo de cómo se utiliza la capacidad legislativa de los estados para atentar contra la libertad y la propiedad individuales, sobre todo las de las minorías poco apreciadas por los poderosos. Así, la salud pública se ha transformado en la excusa perfecta para discriminar y oprimir a millones de seres humanos.
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