Menú
DRAGONES Y MAZMORRAS

La espuma de los días

Ahora los progres quieren convencernos de que vivimos prisioneros de nuestro miedo y eso nos impide disfrutar de nuestra libertad.

A pesar del sugerente título, no crean que voy a traicionar el contenido del mismo metiéndome esta semana en honduras. Entre otras cosas porque no hice mis deberes, o al menos, no a mi entera satisfacción, todo por las limitaciones de esta pobre naturaleza humana que no contempla la ubicuidad, que no hay que confundir, como hacen algunos, con la iniquidad, aunque esto último nos permita desplazarnos tan tranquilamente por la cuarta dimensión. Por ejemplo, el martes 29, tras la comida homenaje a Ramón Gaya, en el Reina Sofía (donde se muestra una espléndida retrospectiva, con cuadros inéditos, algunos por haber sido pintados recientemente —Gaya tiene ahora 93 años— y otros por pertenecer a colecciones privadas que nunca los habían prestado hasta ahora), tenía yo previsto asistir al “Recuerdo del Holocausto” que las organizaciones judías de Madrid habían convocado en la Asamblea de Madrid a las 20 horas, pero me fue imposible porque a esa misma hora se celebraba el funeral en memoria del pintor Eduardo Úrculo, a quien el destino me hizo conocer en tan funestas circunstancias, como conté en su día, y opté por acudir a la llamada de tan breve pero inolvidable amistad.

Tampoco pude asistir a la proyección de las películas del realizador francés Claude Lanzmann, en particular la de Shoah que nunca llegué a ver entera cuando la pusieron, hace años, en televisión, debido esta vez a la resaca del premio Cervantes, que exige mucha entrega y del que tarda una en recuperarse algo más de lo habitual. Por cierto, que el seguimiento del mismo en los medios no me ha deparado ninguna sorpresa, a pesar de que han intentado teñirlo de catastrofismo bélico. Ahora los progres quieren convencernos de que vivimos prisioneros de nuestro miedo y eso nos impide disfrutar de nuestra libertad. Por eso, según un articulista de La Vanguardia ha nacido la Multitud, surgida como Afrodita, de la espuma formada por la, desde ahora, depuesta Masa. El artículo, que se titula De repente, la multitud, es puro fascismo. Vaya el botón de muestra para que se enteren de cómo se come:

“A diferencia de eventos mediáticos generados por una llamada centrípeta, la multitud responde a una organización diaspórica. Millones de personas pueden adherirse a la misma causa mediante un correo que se multiplica como un virus. En este caso, el instrumento de conexión, lo que produce un alianza de tal magnitud, está en posesión de los individuos que componen la multitud. Por primera vez en la historia, el instrumento no es únicamente tecnológico. Los individuos son instrumentos de la multitud.”

Hace poco escribía Fernando Savater un artículo en el que se desmarcaba de la democracia sin ira (así se llamaba el manifiesto que firmamos algunos en apoyo de la política del gobierno ante la guerra de Irak) y apelaba a las reacciones coléricas para fustigar la democracia. A la democracia no hay que fustigarla, sino aplacarla, y eso lo debería de saber muy bien un filósofo que hace de bombero cuando le da la gana. Pero hay causas y causas, faltaría más y es muy duro pronunciarse y dar el salto, por eso algunas personas que siguen profesando en las izquierdas me daban el otro día las gracias por escribir lo que escribo, que es lo que ellos piensan en voz baja aunque nunca se atreverían a decirlo en voz alta. Pero mientras deshojamos la margarita, ellos ya están aquí, ya han llegado, como dicen en las películas de terror los escasos supervivientes de una peligrosa epidemia, ante la irrupción, en masa o en multitud, de los portadores del virus al que algunos nos resistimos a rendirnos. Y es que, como me dijo uno de los firmantes del citado manifiesto: “Me siento como la guardia suiza de Luis XVI en las escalinatas de la Tullerías”. O como el héroe de Soy leyenda de Richard Mattheson, encarnado en Charlon Heston en una versión que titularon en español El último hombre sobre la tierra.

0
comentarios