La ley argentina contiene lagunas sujetas a interpretación subjetiva, porque no especifica cuál es la cantidad considerada aceptable para el consumo individual. Así, por ejemplo, no se permite el uso si afecta a terceras personas, pero no aclara si para ello éstas deben estar en lugares públicos, y no habla del derecho al cultivo para uso privado. Si no se contemplan cuestiones como las anteriores, la norma deja demasiado margen a la elucidación de qué sea permisible y qué no lo sea.
Si se quiere evitar el tráfico ilegal de marihuana, que es el verdadero problema subyacente, ya que el consumo de cannabis nunca mató a nadie, debe autorizarse su cultivo sin fines de lucro. De lo contrario, las mafias seguirán controlando su mercantilización... y ofertando otras sustancias indiscutiblemente peligrosas.
La marihuana que se comercializa en Argentina, Brasil y Uruguay proviene del Paraguay. Es de pésima calidad, viene prensada en ladrillos, junto con hojas, ramas y semillas. Los campesinos, por ignorancia, y para obtener mayores réditos, mezclan plantas de distintas especies, hembras con machos, sanas y podridas, que producen efectos atípicos; no reparan en si contienen hongos, bichos o cualquier organismo perjudicial para la salud. Sus compradores, obviamente, no pueden quejarse a los proveedores ni pretender obtener algo mejor.
En Estados Unidos la marihuana ha sido despenalizada en 13 estados, y es legal para usos médicos en California, donde se vende al público en los green bars, que se están expandiendo. En esos locales se pueden obtener más de 300 variedades diferentes, variedades cultivadas por agrónomos expertos y, por tanto, de alta calidad, con las características estupefacientes propias de su especie.
La marihuana es una flor inofensiva que no causa complicaciones, siempre y cuando no deba uno ejecutar actividades que requieran concentración mental. Se elimina del organismo en cinco días, sin síndrome de abstinencia. El suyo es un caso muy diferente al de la cocaína, la heroína y las anfetaminas, que no se desprenden con facilidad del cerebro adicto a ellas.
En Bolivia, la cocaína sigue siendo la fuente de ingresos ilegales más grande y rentable. Existen poblaciones enteras que se dedican a su elaboración y tráfico, en complicidad con el gobierno de Evo Morales. Su permisividad ha dado lugar a la apertura de tugurios donde se vende abiertamente, en forma de clorhidrato, para ser aspirada por la nariz, o de sulfato, para ser fumada: es el crack, más tóxico y adictivo, y que deja unas secuelas físicas y mentales devastadoras: los adictos son capaces de cualquier cosa para obtenerlo.
No se debe meter en el mismo saco las sustancias psicotrópicas naturales y las fabricadas en laboratorio, porque sus efectos psicofísicos y las derivaciones sociales son completamente distintos en uno y otro caso. Una cosa es la marihuana, los hongos mágicos, la ayahuasca, el peyote y otras plantas que ayudan a la expansión de la conciencia y la elevación espiritual, y otra la cocaína, la heroína y las drogas de diseño, que hunden a quien las consume en la oscuridad y el vicio.
No obstante, es preferible la despenalización del consumo de todas las drogas, ejercer un estricto control sobre su venta y distribución y ofrecer apoyo psicológico y médico a los drogodependientes, a la situación actual, donde son las mafias las que imponen su ley.
Los violentos cárteles de la droga mexicanos obtienen 30.000 millones de dólares anuales con la venta de narcóticos a los Estados Unidos, y 5.000 millones con la venta en el mercado nacional. Los gobiernos de las naciones bolivarianas, las FARC, los terroristas islámicos y la economía negra se sustentan en el tráfico de las drogas ilegales.
© AIPE
JOSÉ BRECHNER, periodista y ex diputado boliviano.
Si se quiere evitar el tráfico ilegal de marihuana, que es el verdadero problema subyacente, ya que el consumo de cannabis nunca mató a nadie, debe autorizarse su cultivo sin fines de lucro. De lo contrario, las mafias seguirán controlando su mercantilización... y ofertando otras sustancias indiscutiblemente peligrosas.
La marihuana que se comercializa en Argentina, Brasil y Uruguay proviene del Paraguay. Es de pésima calidad, viene prensada en ladrillos, junto con hojas, ramas y semillas. Los campesinos, por ignorancia, y para obtener mayores réditos, mezclan plantas de distintas especies, hembras con machos, sanas y podridas, que producen efectos atípicos; no reparan en si contienen hongos, bichos o cualquier organismo perjudicial para la salud. Sus compradores, obviamente, no pueden quejarse a los proveedores ni pretender obtener algo mejor.
En Estados Unidos la marihuana ha sido despenalizada en 13 estados, y es legal para usos médicos en California, donde se vende al público en los green bars, que se están expandiendo. En esos locales se pueden obtener más de 300 variedades diferentes, variedades cultivadas por agrónomos expertos y, por tanto, de alta calidad, con las características estupefacientes propias de su especie.
La marihuana es una flor inofensiva que no causa complicaciones, siempre y cuando no deba uno ejecutar actividades que requieran concentración mental. Se elimina del organismo en cinco días, sin síndrome de abstinencia. El suyo es un caso muy diferente al de la cocaína, la heroína y las anfetaminas, que no se desprenden con facilidad del cerebro adicto a ellas.
En Bolivia, la cocaína sigue siendo la fuente de ingresos ilegales más grande y rentable. Existen poblaciones enteras que se dedican a su elaboración y tráfico, en complicidad con el gobierno de Evo Morales. Su permisividad ha dado lugar a la apertura de tugurios donde se vende abiertamente, en forma de clorhidrato, para ser aspirada por la nariz, o de sulfato, para ser fumada: es el crack, más tóxico y adictivo, y que deja unas secuelas físicas y mentales devastadoras: los adictos son capaces de cualquier cosa para obtenerlo.
No se debe meter en el mismo saco las sustancias psicotrópicas naturales y las fabricadas en laboratorio, porque sus efectos psicofísicos y las derivaciones sociales son completamente distintos en uno y otro caso. Una cosa es la marihuana, los hongos mágicos, la ayahuasca, el peyote y otras plantas que ayudan a la expansión de la conciencia y la elevación espiritual, y otra la cocaína, la heroína y las drogas de diseño, que hunden a quien las consume en la oscuridad y el vicio.
No obstante, es preferible la despenalización del consumo de todas las drogas, ejercer un estricto control sobre su venta y distribución y ofrecer apoyo psicológico y médico a los drogodependientes, a la situación actual, donde son las mafias las que imponen su ley.
Los violentos cárteles de la droga mexicanos obtienen 30.000 millones de dólares anuales con la venta de narcóticos a los Estados Unidos, y 5.000 millones con la venta en el mercado nacional. Los gobiernos de las naciones bolivarianas, las FARC, los terroristas islámicos y la economía negra se sustentan en el tráfico de las drogas ilegales.
© AIPE
JOSÉ BRECHNER, periodista y ex diputado boliviano.