La instauración de nuevas barreras proteccionistas es, hoy por hoy, uno de los mayores riesgos y desafíos que afronta la economía mundial. Por desgracia, ya se han tomado las primeras decisiones en este sentido. El presidente de EEUU, Barack Obama, disparó todas las alarmas con su polémica cláusula "Buy American", con la que pretendía restringir la compra de acero procedente del exterior. Las duras críticas lanzadas por la UE y otros socios comerciales evitaron su completa aplicación. Obama accedió a rebajar las limitaciones impuestas en un primer momento, pero no las eliminó por completo, lo cual evidencia su visión retrógrada de la economía de mercado.
De hecho, poco después anunció la puesta en marcha de una medida similar, sólo que esta vez aplicada a las grandes multinacionales estadounidenses. Su Gobierno pretende extender su brazo fiscal para alcanzar las operaciones que este tipo de empresas desarrollan en el extranjero. ¿El objetivo? Desincentivar la implantación de fábricas en el exterior; pero en realidad lo que provocará será una merma de competitividad en dichas compañías.
Tampoco en esto está solo Obama. Según el Banco Mundial, al menos 17 de los 20 países más ricos del planeta han erigido nuevas barreras proteccionistas para librar a sus industrias nacionales de la competencia exterior. Por el momento, nada indica que los respectivos gobiernos estén dispuestos a corregir este tipo de errores. Más bien al contrario: algunas compañías alertan de que China no es ajena a este proceso. El régimen de Beijing está fomentando el proteccionismo mediante subvenciones y ayudas públicas.
Por si ello fuera poco, el estallido de la nueva gripe en México amenaza con intensificar las restricciones al libre movimiento de bienes y personas. Independientemente de que la citada enfermedad sea o no tan peligrosa como algunos pretenden hacernos ver, los datos muestran que la alerta se ha materializado en el cierre de fronteras a algunos productos, como el cerdo español, y gentes de determinadas nacionalidades. Recordemos que Francia abogó por aislar a México por tierra, mar y aire. La previsible caída del número de turistas y de transacciones comerciales supondrá un duro golpe a la ya de por sí dura crisis que comienza a sufrir la economía mexicana.
Por supuesto, ni un sólo atisbo de avance en la Ronda de Doha desde el inicio de la recesión mundial, no vaya a ser que la temida competencia exterior acabe por levantar protestas entre los privilegiados sectores subvencionados de las economías desarrolladas. Todo un ejercicio de demagogia e hipocresía política que, por desgracia, amenaza con agravar la crisis económica mundial.
Algunos deberían repasar con atención las lecciones que nos brinda el pasado. La Ley Arancelaria impuesta por el Gobierno de EEUU en 1930 tras el crack del 29 provocó una caída del comercio mundial próxima al 65% y sembró, así, las semillas de la Gran Depresión. En la actualidad, y sin el proteccionismo comercial aplicado entonces, el comercio internacional se desploma a un ritmo de entre el 20% y el 40% interanual, según los casos. Las exportaciones chinas bajaron –por sexto mes consecutivo– un 22,6% en abril, mientras que las importaciones se desplomaron un 23% interanual. La contracción de las exportaciones en Japón, Taiwán, Francia, Canadá, Alemania y Gran Bretaña supera el 30%.
El momento es, pues, delicado. Una apuesta firme y decidida de algunas potencias relevantes por el proteccionismo comercial y la supuesta epidemia de gripe porcina se quedará en un mero estornudo en comparación con los nefastos efectos económicos que podría causar la desglobalización mundial.
© AIPE
De hecho, poco después anunció la puesta en marcha de una medida similar, sólo que esta vez aplicada a las grandes multinacionales estadounidenses. Su Gobierno pretende extender su brazo fiscal para alcanzar las operaciones que este tipo de empresas desarrollan en el extranjero. ¿El objetivo? Desincentivar la implantación de fábricas en el exterior; pero en realidad lo que provocará será una merma de competitividad en dichas compañías.
Tampoco en esto está solo Obama. Según el Banco Mundial, al menos 17 de los 20 países más ricos del planeta han erigido nuevas barreras proteccionistas para librar a sus industrias nacionales de la competencia exterior. Por el momento, nada indica que los respectivos gobiernos estén dispuestos a corregir este tipo de errores. Más bien al contrario: algunas compañías alertan de que China no es ajena a este proceso. El régimen de Beijing está fomentando el proteccionismo mediante subvenciones y ayudas públicas.
Por si ello fuera poco, el estallido de la nueva gripe en México amenaza con intensificar las restricciones al libre movimiento de bienes y personas. Independientemente de que la citada enfermedad sea o no tan peligrosa como algunos pretenden hacernos ver, los datos muestran que la alerta se ha materializado en el cierre de fronteras a algunos productos, como el cerdo español, y gentes de determinadas nacionalidades. Recordemos que Francia abogó por aislar a México por tierra, mar y aire. La previsible caída del número de turistas y de transacciones comerciales supondrá un duro golpe a la ya de por sí dura crisis que comienza a sufrir la economía mexicana.
Por supuesto, ni un sólo atisbo de avance en la Ronda de Doha desde el inicio de la recesión mundial, no vaya a ser que la temida competencia exterior acabe por levantar protestas entre los privilegiados sectores subvencionados de las economías desarrolladas. Todo un ejercicio de demagogia e hipocresía política que, por desgracia, amenaza con agravar la crisis económica mundial.
Algunos deberían repasar con atención las lecciones que nos brinda el pasado. La Ley Arancelaria impuesta por el Gobierno de EEUU en 1930 tras el crack del 29 provocó una caída del comercio mundial próxima al 65% y sembró, así, las semillas de la Gran Depresión. En la actualidad, y sin el proteccionismo comercial aplicado entonces, el comercio internacional se desploma a un ritmo de entre el 20% y el 40% interanual, según los casos. Las exportaciones chinas bajaron –por sexto mes consecutivo– un 22,6% en abril, mientras que las importaciones se desplomaron un 23% interanual. La contracción de las exportaciones en Japón, Taiwán, Francia, Canadá, Alemania y Gran Bretaña supera el 30%.
El momento es, pues, delicado. Una apuesta firme y decidida de algunas potencias relevantes por el proteccionismo comercial y la supuesta epidemia de gripe porcina se quedará en un mero estornudo en comparación con los nefastos efectos económicos que podría causar la desglobalización mundial.
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