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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Integridad octogenaria

Los asilos ya no son lo que fueron. Hoy los hay muy modernos, donde cuidan con esmero a ancianos criminales, locos de remate (nunca se utilizan estos términos), generales sin estrellas, ni victorias, autores fracasados, políticos sin montura, y caballos sin jinetes, por ejemplo. Se cuida de su alimentación, de su sueño y de otras necesidades, se vigilan sus lecturas, se limitan sus esfuerzos, pero se les deja jugar con lápices de colores, con bolígrafos y hasta en algunos casos se les permite el uso del ordenador, pero no se les admite en la Real Academia de la Lengua. Por ahora.

Los asilos ya no son lo que fueron. Hoy los hay muy modernos, donde cuidan con esmero a ancianos criminales, locos de remate (nunca se utilizan estos términos), generales sin estrellas, ni victorias, autores fracasados, políticos sin montura, y caballos sin jinetes, por ejemplo. Se cuida de su alimentación, de su sueño y de otras necesidades, se vigilan sus lecturas, se limitan sus esfuerzos, pero se les deja jugar con lápices de colores, con bolígrafos y hasta en algunos casos se les permite el uso del ordenador, pero no se les admite en la Real Academia de la Lengua. Por ahora.
El otro día, uno de ellos, salió de su asilo, acompañado de sus perros guardaespaldas, para recibir, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, un "homenaje a su octogenaria integridad". Después de lo cual, la Real Academia tendrá que revisar su definición de la palabra integridad, porque entre los mentirosos profesionales que pululan en las redacciones, Eduardo Haro Tecglen despunta como el que más.
 
No sólo es mentiroso profesional, sino también vergonzoso agente de información de la embajada soviética de París. Pues este señor, homenajeado por su integridad progre por los imbéciles de turno, incluida Rosa Regás, tiene como principal ambición la de ser admitido en la Real Academia, precisamente. Cuando, hace unos diez años, me enteré de que se había cabreado sobremanera al no ser admitido en un intento, escribí –creo que fue en ABC– que me hacía gracia ver cómo un tipejo que presumía de ser el más rojo de la rojería tuviera como principal obsesión la de entrar en esa venerable y conservadora institución. Al día siguiente, en su cagadita diaria de El País, me trató nada menos que de fascista, lo cual demuestra, una vez más que la verdad duele a los mentirosos.
 
El mismo día que su periódico relata su homenaje, él se mete con nosotros. Yo no le había leído, porque me aburre, siempre es lo mismo, fue Nina, quien, risueña, me dijo: "¿Has visto que Haro se mete con vosotros?" Y, en efecto, se mete con Libertad Digital, La Ilustración Liberal y personalmente con Federico Jiménez Losantos y César Vidal. O sea con los míos, y cada vez más, en estos tiempos de vergüenza. El título de su cagadita constituye todo un programa: "¡Qué yo no he sido!". Estalinista, se entiende. Fue agente de Stalin y de sus seguidores, sin ser estalinista, un verdadero milagro. O más bien, otra mentira.
 
La redacción de La Ilustración Liberal tuvo la excelente idea de publicar en su número uno (Febrero-Marzo 1999), dos artículos significativos de Haro, en su sección: "El rincón de los serviles". El primero de 1944 "Dies Irae", en "Informaciones", del que no resisto citar este párrafo: "Se nos murió un capitán, pero el Dios Misericordioso nos dejó otro. Y, hoy ante la tumba de José Antonio, hemos visto la figura egregia del Caudillo Franco. El mensaje recto de destino y enderezador de historia que José Antonio traía es fecundo y genial en el cerebro y en la mano del Generalísimo". Todo está dicho. Enfrentado con sus heces, respondió que no se creía lo que escribía, que mentía, claro, si ha mentido toda su vida, pero que mentía para "salvar la vida a su padre". ¿Quién se va a creer semejante embuste? El segundo: "Gracias, Stalin", publicado en "El País" (2.1.1999), constituye un homenaje a las Brigadas Internacionales. Desgraciadamente ha habido varios últimamente en España, pero el de Haro, además de ser propaganda rancia, es perfectamente imbécil, porque terminando con un "Gracias por todo, Stalin", ni siquiera se ha enterado de que Hitler y Stalin habían planeado juntos la victoria de Franco. En efecto, si desde 1937 se habían iniciado negociaciones secretas entre la Alemania nazi y la URSS, los primeros frutos de esas negociaciones se plasmaron en España, en 1938, único país europeo entonces en donde los dos países estaban enfrascados en campos opuestos, en una guerra, y las celebérrimas Brigadas Internacionales desertaron, se largaron los consejeros soviéticos poco a poco, se suspendió el envío de armas, ya compradas, y, en resumidas cuentas, se abandonó por parte de la URSS y de su sucursal la Internacional Comunista, la famosa "causa del pueblo español, que es la causa de la humanidad”, como dijo cínicamente el propio Stalin. O sea, que Haro Tecglen, al dar las “gracias por todo" a Stalin, le da las gracias por haber favorecido, de manera oculta y solapada, pero favorecido, la victoria de Franco, el "fecundo y genial Generalísimo".
 
A mi me sigue irritando la tesis que aún se defiende hoy en día, y según la cual Franco y sus ejércitos, constituyen un mal menor, porque nos hubieran evitado el triunfo de una dictadura comunista, que hubiera sido peor que la suya. Pero ¿cómo por aquellos años hubiera podido triunfar una dictadura comunista en contra de Stalin, después de su alianza con Hitler? Y por lo tanto en contra de todo el potente aparato de la Internacional comunista. Claro que lo hicieron hábil y cínicamente, aceptando sin rechistar el sacrificar a los militantes de base con el bulo de la resistencia a ultranza, mientras que los dirigentes comunistas, tanto internacionales como españoles, ya estaban en Moscú, bastante antes de la derrota, o de la victoria franquista. Me resulta increíble que hablando de la guerra civil española, prácticamente nadie tenga en cuenta esa evidencia: Stalin abandonó a los "rojos", y a cambio obtuvo de Hitler la mitad de Polonia, los países bálticos y muchas cosas más. Hasta que Hitler, creyendo que había ganado definitivamente la guerra, les atacó en Junio de 1941. Y todo cambió.
 
Que Haro Tecglen repita el bulo según el cual no se pueden comparar los millones de víctimas de Hitler con los millones de Stalin, "por la diferencia de finalidades y por la condición de las víctimas", gran monstruosidad, no tiene la menor importancia, porque lo que escribe ese señor no la tiene. Pero, desgraciadamente, son muchos los que piensan lo mismo, o sea, que las víctimas del comunismo eran –y son– todos culpables. Y es así como el presidente Bush aparece como el gran criminal, y el tirano Sadam Husein, como un inocente pastor. Y sobre esas mentiras se construyen templos, y hasta se ganan elecciones.
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