En su precioso libro Tarea de escribir, dice Carlos Pujol: “Hay una edad en la que ya se puede decir en voz alta, descaradamente, que el Kim de Kipling es muy superior al Ulises de Joyce. Y eso es un indicio de madurez”. Hace años, viviendo yo en Roma, me avisaba mi querido José Luis Cano en una carta que me estaba volviendo conservador, “señal de que estás envejeciendo”. El pobre José Luis estaba preocupado por mí con razón y, seguramente para compensar, tan pronto como las circunstancias lo fueron permitiendo, se puso a rejuvenecer, con moderación y dentro de un orden, como siempre hacía. Y así, en lugar de recuperar el tiempo perdido hasta un comunismo juvenil que por poco le cuesta la vida, se detuvo en el socialismo juancarlino, donde toda respetabilidad tiene su asiento. Yo, en cambio, seguí prefiriendo, no ya el Kim de Kipling al Ulises de Joyce, sino el poema “If” de aquél al “Coup de dés” de Mallarmé.
Ese poema consiste en una serie de consejos educativos, y tal vez por ello fue con una glosa de esos versos con lo que rematé la conmemoración del centenario de don Alberto Jiménez Fraud, director que fue de la Residencia de Estudiantes, pues a mi juicio describían a la perfección una vida consagrada a la formación de la juventud.
En la época en que “If” se escribió, ad majorem Britanniae gloriam por supuesto, la educación británica era tenida por modélica, hasta el punto de que la Institución Libre de Enseñanza, de la que dependía la Residencia de Estudiantes, quiso trasplantarla a España. Sin embargo, esos versos llegarían a tener mala prensa, y el propio Kipling llegó casi a disculparse de haberlos escrito. Y es que, desde que un autor muy leído en su día como Gide dijera aquello de que “los buenos sentimientos no sirven para hacer buena literatura”, mal curso podía tener una literatura edificante, a cuyo descrédito contribuyeron en la primera mitad del siglo todas las literaturas de vanguardia. La liberación de los instintos, la ruptura de las formas, la aversión al imperialismo y al colonialismo mal podían tolerar una literatura destinada a forjar hombres de temple, exaltar el British Raj y justificar el white man’s burden, versión anglosajona del noblesse oblige. El título de “If” se le dio por cierto a una película rodada en Inglaterra en los fementidos años 60 y con la que puede decirse que empezó en serio la campaña de descrédito del sistema educativo inglés por parte de los medios de manipulación de masas. Todavía aquella película tenía una moraleja sana, y era que, en el tiroteo final del día de la concesión de grados, uno de los terroristas respondones mataba de un tiro entre las cejas a la autoridad académica más abierta al diálogo, más partidaria de transigir y pactar con la respondonería terrorista.
Tengo dos amigos poetas, catedráticos de Enseñanza Media o como ahora se llame ESO, que están seriamente pensando en solicitar la excedencia, hartos de estrellarse en sus esfuerzos pedagógicos con un alumnado que, por lo que cuentan, parece salido del Libro rojo del cole. Amigo y colega de ellos es también el último poeta que ha tenido el valor de antologar y traducir a Kipling al castellano, el jerezano José Manuel Benítez Ariza. Benítez Ariza no se para en barras, y uno de los poemas que selecciona y traduce es justamente “If”, y no creo que para ello le haya importado mucho que ese poema fuera muy leído en los colegios de jesuitas de antaño o apreciado por José Antonio Primo de Rivera. En su prólogo a su antología de Kipling, dice T. S. Eliot: “La poesía se condena como política cuando disentimos de la política; y la mayoría de los lectores no quieren imperialismo o socialismo en verso”.
Hace años también me decía Alberti en Roma que lo que importa es la calidad, ya se canten “los bigotes de Stalin o las barbas del Padre Eterno”. Si “If” es un poema político, lo es en el sentido griego del vocablo, para hacer ciudadanos ejemplares de los súbditos de Su Graciosa Majestad.