Esto está claro en la sucesión cronológica: la revolución inglesa y la americana fueron antes que la francesa. La francesa, en sus primeros inicios, quería seguir la línea de aquéllas, pero se inclinó al rousseaunismo-jacobinismo y al feroz anticlericalismo y lo tergiversó todo. El fruto fue Napoleón y la inestabilidad posterior.
Y mientras en el siglo XIX se consolidaban las democracias anglosajonas, el continente europeo, España incluida, no acababa de encontrar la fórmula constitucional eficaz que estabilizara la sociedad de forma permanente. En ello influyó decisivamente el surgimiento y expansión del marxismo, la primera religión atea de masas, que vino a llenar el hueco dejado por el progresivo abandono del cristianismo en la vida de la gente.
No creo exagerado decir que la creciente desestabilización de la Restauración en España vino del marxismo español (escasamente original pero muy activo), que no dudó en aliarse con todas las diversas fuerzas no parlamentarias para derribar un régimen en el que no creían (y en el que muchos siguen sin creer). El anarquismo fue otra virulencia de la época, pero no creo que por sí solos hubieran llegado a representar una alternativa creíble.
Y, como dice Prager (y otros, como Hayek), fueron las creencias las que dieron origen a un orden institucional compatible con la libertad del individuo (lo cual no es muy halagüeño, pues nos deja bastante inermes ante el acoso permanente de los enemigos de la democracia en un mundo descreído).
Pero, siguiendo esta línea, yo quería llegar un poco más lejos en el camino desbrozado por Weber –tan discutido por los austriacos–, pues me temo que la economía está sujeta a la misma lógica evolutiva, y que es una "ciencia" de origen religioso y anglosajón, radicada en dos creencias "fuertes" de los puritanos ingleses: la libertad personal e, íntimamente asociada ella, la propiedad individual.
No hay más que echar un vistazo a los textos de Hume y A. Smith para apreciar la diferencia entre la ilustración puritana y la continental (su coetáneo Rousseau sobre todo): para ellos la propiedad era un derecho natural con el que el individuo se defiende del poder omnímodo del Rey, y no se discute. No hay libertad sin propiedad.
El contraste ante esta firmeza está en la condicionalidad con que se contempla la propiedad en el continente: por ejemplo, es significativo que políticos españoles de derechas, en la Restauración, con el afán de restar fuerza social al marxismo llegaran a creer en la idea de la función social de la propiedad (así, Ossorio, mano derecha de Maura, acabó separándose y formando su propio partido, con la idea base de la legitimidad de la expropiación. Ni que decir tiene que no debilitó al marxismo un ápice. Fue ésta una senda muy transitada por políticos de origen católico).
Con esto no pretendo molestar a los que niegan a Weber y colocan el centro del liberalismo en los austriacos, pero yo no estoy discutiendo el innegable mérito de éstos; estoy diciendo que la economía que propugnamos los liberales (en sentido amplio), con los avances incorporados de los austriacos –que, por cierto, tuvieron que emigrar a EEUU para desarrollar su investigación–, es de origen anglosajón (pese a lo que dijera Rothbard y su anti-smithianismo). Y esto se nota aún hoy: hay una sutil (o no tan sutil) barrera entre los economistas europeos y los americanos, pese a la penetración del marxismo en todos los países y profesiones durante la Guerra Fría.
En todo caso, en los momentos más agresivos de la propaganda soviética siempre quedó en EEUU un reducto de resistencia en defensa de la propiedad y la libertad que en Europa no llegó ni a testimonial. ¿Cuál ha sido la más sonora aportación doctrinal de los economistas europeos (no todos, es cierto) en los últimos años? La bondad de la unión monetaria, desaconsejada por la mayoría de economistas americanos con razones que poco a poco van emergiendo a la luz como evidentes: ni ha unido mercados, ni ha rebajado costes de transacción, ni ha hecho confluir ciclos... Claro que se adujo que no estaban interesados en que se consolidara la unión monetaria porque era un paso definitivo hacia una potencia europea alternativa al poder americano... (y si no llega a cuajar la superpotencia, ya sabemos de antemano quién tiene la culpa).
Todo esto nos deja un tanto desencantados, por las mismas razones de Dennis Prager: la historia es unidireccional, no puede retrotraerse. Unas creencias crearon la libertad; tales creencias desaparecieron de la vida diaria de la mayoría de los países occidentales. Esto trajo consigo, como destaca Prager, movimientos como el nazismo y comunismo, los más inhumanos jamás conocidos. ¿Se llevará también por delante las ideas que hacen viable el progreso económico? No soy optimista: la batalla en la opinión pública contra los ecologistas, antiglobalizadores y demás herederos del marxismo (apoyados frecuentemente por el Estado) se va perdiendo, al menos en Europa, por goleada.