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ECONOMÍA

¡Hágase obscenamente millonario!

Recientemente dicté una conferencia en una universidad privada. Al finalizar me preguntó un estudiante qué podría hacer él para mejorar el país. Traía una camiseta con el retrato del Che Guevara. Comprendí que era un joven inquieto, de buenas intenciones, pero que se había contaminado con la educación izquierdista que se enseña en las escuelas públicas y en algunas privadas. Así que, con tono retador, le dije a quemarropa: "¡Usted hágase obscenamente millonario, con eso ayuda a todos!". La cara se le puso roja, no sé si de vergüenza o porque se sintió ofendido.

Yo sabía que mi respuesta chocaba contra todo el sistema de creencias marxistas que le enseñaron sus profesores desde que empezó la primaria, porque a mí también me aleccionaron con todos esos mitos comunistas que obnubilan a cualquier mente verde. Siempre nos "enseñaron" que si alguien se hace rico es porque explota a los pobres. Si eres dueño de una fábrica estás explotando a los obreros; si eres dueño de una tienda estás explotando a los clientes. Mientras más millonario, más explotador, enemigo de la sociedad, y sólo mereces que el pueblo te ahorque en medio de la plaza pública.
 
Estas ideas se siguen enseñando en todas las primarias, secundarias y universidades mexicanas. Poco les ha importado que hace más de doscientos años Adam Smith descifrase el misterio del intercambio voluntario –el comercio–, demostrando que es el mejor mecanismo para lograr la prosperidad de la sociedad.
 
Así que tuve que explicarle al joven con paciencia. Sólo conozco dos formas de hacerse rico: robando o vendiendo. La primera significa un intercambio involuntario. Usted sale con una daga en la mano para esperar en la esquina a su víctima, y le amenaza con que si no le da la cartera le corta el cuello. O se hace diputado para darle mordidas al erario sin que los contribuyentes puedan detenerle: es el robo de cuello blanco. Ambos son intercambios involuntarios, forzados. Pero estos caminos no se los recomiendo.
 
La segunda forma de hacerse rico es a través del comercio. Eso significa que usted debe producir y ofrecer algo que guste a los otros de tal forma que estén dispuestos a pagar el precio. Puede usted hacer lo que se le ocurra. Si usted no elabora algo que sea del gusto del cliente, entonces no venderá nada y quedará peor que antes. Pero si usted logra fabricar productos que gusten, venderá mucho.
 
Observe que usted se está haciendo rico gracias a que su producto es capaz de satisfacer los gustos, necesidades o caprichos de los clientes. A nadie pone usted una pistola en la cabeza para que le compren: lo hacen voluntariamente. En otras palabras, usted está obteniendo ganancias sanas, lícitas, legítimas en una economía de mercado. Así es que nadie debe criticarlo por el hecho de ganar mucho dinero.
 
Cierto que la gente de ideas comunistas le quieren quemar vivo, pero es por envidia o porque no entienden la lógica de la riqueza. No se dan cuenta de que al ganar mucho dinero está haciendo felices a los que compran sus productos, a los trabajadores que los fabrican, a los que empacan, a los que transportan, a los que hacen las máquinas y vehículos que utiliza, etcétera.
 
Es muy difícil ver toda la cadena de gente que se beneficia por el hecho de que alguien sea un exitoso fabricante. Si este hombre, por miedo a ser mal visto, no hubiera tomado la decisión de hacer su empresa, no se habrían formado esas cadenas de beneficios. Sin proponérselo se transformó en un benefactor de la comunidad.
 
Pero los comunistas se empeñan en aplastarlo "porque se está pudriendo en dinero". No entienden cómo se mueve el dinero. Si cuando era pobre se comía un pollo al día, ahora que gana mucho dinero ¿va hoy a comerse cien pollos diarios? Pero aun si se los comiera, la industria del pollo estaría feliz de estar vendiendo cien pollos más al día, pues allí se crearía otra cadena de beneficiarios.
 
Para terminar, le dije al estudiante: suponga que usted es ese fabricante que gana un millón de pesos diarios. ¿Qué haría con ese dinero? Me contestó: "Bueno, ampliaría mi fábrica, pondría sucursales en otros países, me haría un palacio, me compraría autos de lujo o lo guardaría en el banco".
 
Muy bien, le dije, pues vea que todo lo que me ha dicho implica crear cadenas de beneficios para miles de personas. Aun cuando usted guarde su dinero en el banco, ese dinero se va a poner a la disposición de otras personas que tengan la iniciativa de fundar otras empresas, y eso es bueno para todos.
 
El joven me miró con ojos tristes, y al despedirse me dijo: "Creo que me han engañado toda la vida, mis profesores siempre me dijeron que estudiara para conseguir un trabajo. Gracias, muchas gracias por quitarme la idea de que hacer dinero era un pecado. Desde hoy trataré de hacerme obscenamente millonario".
 
Obviamente, salí muy contento de esa conferencia, con la esperanza de haber ganado a un joven para el mundo capitalista.
 
 
© AIPE
 
Santos Mercado Reyes, profesor de economía de la Universidad Autónoma Metropolitana.
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