Hace falta talento y creatividad. Dos cualidades con las que Girauta nos premia cotidianamente a los lectores de su columna de análisis político en Libertad Digital, y que salpican todas las páginas de un trabajo tan exhaustivo y brillante como heterodoxo y provocador.
Los que lo conocemos sabemos que, a su pesar, el autor comparte una pasión con Alfonso Guerra: la música de Malher. A mediados del siglo XX, algunos biólogos también escucharon a Malher. Constataron lo que todos los artistas habían sabido desde siempre: que en los organismos vivos no existe el equilibrio. Descubrieron que en los ecosistemas sólo se llega a él con su extinción. Mucho tiempo atrás, el gran músico había dejado escrito que con el tercer movimiento de la Segunda Sinfonía pretendía plasmar “el movimiento incesante y el bullicio inabarcable de la vida”; el movimiento incesante, no el equilibrio. Porque para la vida, el equilibrio es la muerte. La tesis fundamental que sostiene Girauta en esta obra es que a las organizaciones también les ocurre lo mismo.
Schumpeter llamaba “destrucción creadora” a la tendencia del capitalismo a la inestabilidad. Ese sesgo permanente en algunos momentos históricos se torna más virulento, se convierte en un torbellino. Son instantes en los que el cambio se hace discontinuo y en los que la experiencia del pasado ya no sirve de guía para intuir el futuro. Precisamente es ese territorio, el de la incertidumbre y la complejidad, el que ha elegido Girauta para repensar los fundamentos de las ideas dominantes sobre la gestión de las organizaciones.
En la naturaleza también ocurre. Los físicos han comprobado que determinados sistemas muy complejos, los llamados sistemas no lineales, adoptan sendas de evolución impredecibles. Pequeñas modificaciones insignificantes provocan alteraciones radicales en su conducta. Se generan de un modo imprevisto círculos viciosos o virtuosos. Causas y efectos se confunden. Cuando identifican un proceso que sigue esas pautas se refieren a él diciendo que está “en el límite del caos”.
Jamás en la historia de la Humanidad ha existido un entorno económico tan complejo como el que está dibujando la globalización. Un entorno en el que los físicos encontrarían características muy familiares. Tanto y tantas que algunos de los teóricos más audaces de la gestión empresarial, como Girauta, han decidido acudir a las ciencias duras para buscar nuevos modelos teóricos que nos ayuden a comprender una realidad caótica que desborda todos los esquemas clásicos de la teoría de la gestión.
El secreto de la creatividad radica en la capacidad para el “desplazamiento de conceptos”, en ser capaz de gestar nuevas intuiciones llevando elaboraciones del pensamiento a ámbitos distintos a aquellos para los que fueron imaginadas. Es lo que hace el autor en el libro al recurrir a la cibernética, la teoría de juegos o el evolucionismo para ilustrar su visión de la estrategia, el marketing o la cultura corporativa.
Cuando coincidimos trabajando en El Correo Financiero, la mejor publicación de management que se haya hecho en España, me convenció para que convocase a poetas, matemáticos y filósofos, y animarlos a escribir y pensar sobre problemas de gestión empresarial. El resultado fue espectacular. Un editor moroso y miope hizo que aquella aventura acabase de forma abrupta, pronto hará cuatro años. Allí nacieron muchas de las ideas que se desarrollan en el libro, y también allí se incubó el espíritu que impregna la visión del mundo de las organizaciones que se defiende en sus páginas. Porque bajo la apariencia formal de un libro de empresa lo que de verdad se esconde en él es una defensa apasionada del individuo, es decir, de la libertad.