El gobierno americano había anunciado inicialmente que donaría 15 millones en ayuda humanitaria y que enviaría expertos para ayudar a las naciones afectadas en su recuperación. Jan Egelund, el coordinador de ayuda de emergencia de Naciones Unidas, criticó la ayuda americana como "miserable" a pesar de que la suma ofrecida por los Estados Unidos era muy superior a la ofrecida por todos los países de la Unión Europea juntos. Pidió disculpas rápidamente y dijo que no quería decir que su comentario se dirigiera a Estados Unidos, pero la transcripción de sus palabras deja muy claro que Estados Unidos era el blanco principal de sus críticas.
Retórica contra Realidad
La crítica del Sr. Egelund se basa en la creencia personal de que Estados Unidos no da suficiente ayuda al desarrollo -específicamente, ayuda como equivalente a un porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB). De acuerdo a la OCDE (Organización de Cooperación y de Desarrollo Económicos), Estados Unidos es el último de la lista en ayuda como porcentaje del PIB a 0.15% sin embargo Noruega, país de nacimiento de Egelund, tiene una proporción del 0.92%. Pero hay varios problemas con este planteamiento:
Las contribuciones en dólares reales revelan que Estados Unidos es el donante más grande del mundo. La OCDE calcula que en 2003, la ayuda americana al desarrollo (basada en ayuda bilateral, ayuda humanitaria y donaciones a instituciones multilaterales como la Asociación del Desarrollo Internacional del Banco Mundial) fue de más de 16 mil millones de dólares -más del doble de lo que Francia, Alemania o cualquier otro país europeo. Japón es segundo con casi 9 mil millones de dólares.
La ayuda privada se ignora. Estos números no incluyen la ayuda privada. Ésto no es un gran factor en la mayoría de otras naciones porque este tipo de ayuda no es muy grande en la mayoría de países. Pero es una enorme omisión cuando se calcula el promedio de la ayuda americana porque la Agencia Americana para el Desarrollo Internacional estimada que la ayuda privada excedió los 33 mil millones de dólares en el año 2000. Por lo tanto, los cálculos sobre los cuales Egelund basa su crítica, menoscaba enormemente el mérito de la generosidad del pueblo americano.
Demuestra también que se pone énfasis sobre la aportación más que sobre el rendimiento. La asistencia al desarrollo debe servir para ayudar a los receptores de la ayuda, pero la evidencia nos demuestra que la mayoría de países receptores son cada vez más pobres. Y ésto es particularmente cierto para el África subsahariana, que es la región del mundo que más deseperadamente necesita desarrollarse. Pero a pesar de cientos de miles de millones de dólares en asistencia al desarrollo, el África subsahariana no ha cumplido con las expectativas. De los 45 países subsaharianos de los cuales hay datos de 1980 a 2002, la mayoría experimentó crecimiento cero o negativo per cápita de su PIB. A partir de 2002 la región entera vio el declive de su PIB per cápita de 660 dólares (1988) a 577 dólares (2002) en términos constantes. En vez de concentrarse en la cantidad de ayuda, los donantes deberían poner su atención en maximizar resultados a traves de libertad económica, impulsando el estado de derecho y estableciendo instituciones fuertes. La ayuda extranjera no puede reemplazar la voluntad interna de adoptar las políticas correctas sin las cuales el desarrollo a largo plazo es imposible.
El papel central que Estados Unidos tiene en los esfuerzos humanitarios es ignorado. La crítica de Egelund se convierte en obviamente ridícula después de examinar el esfuerzo americano para desastres y ayuda humanitaria –el tipo de ayuda que se necesita en el Océano Índico. Los datos de la OCDE revelan que Estados Unidos dio casi 2.5 mil millones de dólares en ayudas y apoyos de emergencia en 2003. Todos los otros países del mundo juntos dieron 3.4 mil millones de dólares, incluyendo 475 millones de Francia y 350 millones de Noruega. Y además, Estados Unidos contribuyó casi el 70 por ciento de toda la ayuda alimentaria.
Estados Unidos es un donante clave para las organizaciones de ayuda de las Naciones Unidas. Estados Unidos es uno de los mayores donantes a las organizaciones internacionales de ayuda incluyendo la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU, la cual el mismo Egelund supervisa ocupando el segundo puesto (casi el 14% en 2003). Estados Unidos es el mayor contribuyente del presupuesto de la ONU con el 22 %, traducido en dólares 317 millones en 2004. También dona el 56 % del Programa Mundial de Alimentos, más 72 millones de dólares a la FAO y 94 millones a la Organización Mundial de la Salud (OMS)
Conclusión
Los Estados Unidos es la fuente de mayor ayuda humanitaria en el mundo entero. Por naturaleza, la ayuda humanitaria debe adaptarse a las crisis de manera individual: Cada hambruna, terremoto, inundación u otro desastre es único en si y requiere diferentes tipos de ayuda y distintas estrategias. Y así como la suma de víctimas de la catástrofe del sureste asiático iba en aumento y las necesidades de los supervivientes era más clara, Estados Unidos aumentó su ofrecimiento de ayuda humanitaria a la región a 35 millones de dólares y se espera que la contribución total siga aumentando.
Las críticas a la generosidad americana, tales como la que hizo Egelund, se estrellan contra la realidad. Los expertos internacionales en ayuda humanitaria no sirven muy bien a la causa que representan cuando critican la generosidad americana –especialmente cuando el seguir adelante con esas causas sería imposible sin esa generosidad.
Brett D. Schaefer es miembro del Centro de Comercio Internacional y Economía de la Fundación Heritage.
©2004 The Heritage Foundation
©2004 Traducido por Miryam Lindberg
Libertad Digital quiere agradecer a la Fundación Heritage el permiso para publicar este artículo.