Debería hacerlo, digo, aunque sólo fuera para que tuviera presente un par de cosas que los medios, por lo general, no abordan, ya sea por temor o por obra y gracia de la corrección política: que los yihadistas están librando una guerra bárbara y sangrienta, y que para ello están recurriendo a referencias explícitas a su religión.
En Fitna, Wilders intercala pasajes del Corán entre escenas tomadas de atrocidades islamistas como los ataques de Al Qaeda contra Nueva York y Madrid, la decapitación de Nick Berg o los "crímenes de honor" de que son víctimas las mujeres. Para subrayar la idea de que tales horrores son cometidos en nombre del islam, en la cinta aparecen predicadores musulmanes que exhortan a sus seguidores a machacar a los infieles: "Las gargantas han de ser rebanadas, y los cráneos aplastados –dice uno–. He aquí el camino hacia la victoria". Asimismo, se reproducen unas imágenes emitidas por un canal público saudí en las que se ve a una niña de 3 años repetir lo que le han enseñado: que, según el Corán, los judíos son unos monos y unos cerdos.
Ahora bien, no son los repugnantes comportamientos que recoge lo que ha hecho de Fitna objeto de controversia, sino el hecho de que Wilders haya relacionado dichos comportamientos con el Corán. La razón de que la actitud de Wilders haya levantado tanta polvareda no está nada clara, pues al fin y al cabo son los propios yihadistas los que ponen el énfasis en el Corán a la hora de justificar sus violencias.
El caso es que Fitna ha sido ampliamente condenada. El primer ministro de los Países Bajos ha declarado –en inglés y neerlandés– que la cinta de Wilders "no tiene otro propósito que ofender", mientras que el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, la ha calificado de "ofensivamente anti-islámica". Por su parte, la Presidencia de la UE, que ostenta en estos momentos Eslovenia, ha dicho que "alimenta el odio".
También le han llovido las críticas desde el mundo islámico. Así, Reuters ha informado de que el ministro iraní de Exteriores la ha tachado de "atroz, blasfema y anti-islámica", mientras que el Gobierno de Indonesia ve en ella "un insulto al islam" y 53 parlamentarios jordanos han pedido la expulsión del embajador holandés. En cuanto a la Conferencia Islámica, ha denunciado que Fitna es "un acto deliberado de discriminación contra los musulmanes" que tiene por objeto "provocar malestar e intolerancia".
Ciertamente, en la película de Wilders no hay ni rastro de sutileza. Quien la vea puede pensar que el islam es irremediablemente violento, y que todos los musulmanes rezuman odio religioso. Nada más lejos de la realidad. "Al igual que todas las grandes religiones –ha escrito Daniel Pipes–, el islam está sujeto a una serie de interpretaciones (...) La yihad terrorista contra Occidente es una lectura del islam, pero no representa su esencia eterna". Los fanáticos que insisten en que el enemigo es el propio islam nos están condenando, en la práctica, a una guerra eterna. Asimismo, traicionan a los moderados anti-islamistas del mundo musulmán, que padecen el rechazo tanto de los fanáticos como de los no musulmanes.
Dicho esto, Wilders no se ha inventado nada. La violencia que retrata en Fitna es horriblemente real, y los fanáticos que la practican afirman explícitamente que hacen lo que hacen en su condición de musulmanes.
¿Por qué no estalla el mundo islámico ante declaraciones de ese estilo? ¿Cuándo ha criticado el ministro iraní de Exteriores las decapitaciones islamistas de rehenes occidentales? ¿Cuándo ha tachado de "atroz, blasfemo e incendiario" el sermón incendiario de un imán yihadista? ¿Con qué frecuencia se pronuncia la Conferencia Islámica contra el antisemitismo islamista, o contra los "crímenes de honor"? Cuando degollaron a Theo van Gogh en plena calle, cuando los talibanes convirtieron Afganistán en un Estado terroríficamente represivo, cuando se emitieron fetuas que instaban al asesinato de los caricaturistas daneses, ¿dónde estaban las plañideras del mundo islámico?
Con todos sus defectos, Fitna no está tan peligrosamente equivocada como los Gobiernos occidentales que se apresuraron a denunciarla. Aterrorizados ante la perspectiva de una nueva oleada de disturbios islamistas, desesperados por apaciguar a los extremistas que responden a los "insultos" con manifestaciones tumultuosas, en vez de defender la libertad de expresión de Wilders se lanzaron a deplorarla. Jamás hubieran hecho lo mismo con una cinta que criticara el cristianismo, Estados Unidos o la tradición europea. Y los islamistas lo saben.
La civilización occidental no se defiende cediendo ante los matones, y Fitna tiene un sitio en el mercado de las ideas. Que el Cielo nos proteja si el miedo nos impide decir esto en voz alta.
JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.