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LIBROS: CONFESIONES POLÍTICAMENTE INCORRECTAS de FERNANDO DÍAZ-PLAJA

Figuras de papel: Eso no se dice

Doctor en Historia por la Universidad de Madrid, hombre de mundo, viajero impenitente, profesor y escritor sin pausas, Fernando Díaz-Plaja (que está radicado en el balneario de Punta del Este, en Uruguay) ha dado a conocer un nuevo libro. Vaya novedad. Lleva casi ciento cincuenta títulos editados.

El que tenemos a la mano se titula sugestivamente Confesiones políticamente incorrectas, y se refiere, naturalmente, a aquellos temas que “no se llevan”. Temas que no tienen un código escrito, pero al trasgredirlo, merecernos el cierre de muchas puertas. Se ha transgredido aquello que no queda bien decir.

Veamos unos ejemplos. Recuerda Díaz-Plaja que los “países pobres” pasaron luego a ser “subdesarrollados” y, más tarde, “en vías de desarrollo”; ahora son “países menos avanzados”. La pobreza, claro está, sigue siendo más o menos la misma. O peor. ¿Otra? Díaz-Plaja observa que la izquierda se suele ofender cuando el Papa beatifica mártires de la guerra civil; una reacción, comenta, que se debe “al profundo influjo que la Iglesia conserva en el subconsciente de los españoles”. Y de inmediato cuenta su asombro cuando amigos laicos y aún ateos, se escandalizaron por la beatificación del padre Escrivá de Balaguer. Pero, como él lo dice con más gracia, vamos a sus palabras:

-“¿Has visto? ¡Es una vergüenza! El fundador del Opus Dei en los altares.
-Perdona —pregunté—, ¿tú eres católico, apostólico y romano?
-Yo qué voy a ser! —contestó indignado.
-Entonces —concluí— ¿A ti que más te da lo que haga una agrupación que no te toca nada?”

Uno de los puntos más elevados de lo “políticamente correcto” es hablar mal de los Estados Unidos. Díaz-Plaja apela a un comentario que le hizo un humorista inglés sobre este tema. Un americano, con la ingenuidad que suele caracterizarles, pregunta: ¿por qué hablan tan mal de nosotros? La respuesta fue: “Porque sois los más ricos, los más altos, los de mayor producción industrial, los del ejército, la marina y la aviación”. El americano le dice, con asombro, entonces: “Pero si hemos corrido en auxilio vuestro, contra el kaiser, contra Hilter contra Stalin”. Y responde el inglés: “¡Ah! Y encima tenemos que mostrarnos agradecidos. ¿Qué más queréis?”

Unas cuántas páginas más adelante, llega esta reflexión: “Lo que resulta gracioso en el antiamericanismo visceral es que se olvida de golpe cuando las circunstancias lo aconsejan. Por ejemplo, el cantautor que en los países latinos aprovecha su voz para lanzar a los cuatro vientos, al mismo tiempo que su melodía, su odio al Tío Sam, nos sorprende un día anunciando que ha firmado con una multinacional USA para la edición de sus discos”. Agreguemos que, mi Dios, si lo que está en juego es el Oscar.

Audaz, agudo, nos recuerda al pasar que, por razones igualmente políticas, se denominó a la España franquista “democracia orgánica”, en tanto, con la misma intención propagandística los estados comunistas se autodenominaron “democracias populares”.

Y, para fin, otra anécdota. Se nos recuerda (y os lo recuerdo) que los componentes de un conjunto sinfónico no son músicos, sino “profesores de orquesta”. Acto seguido, el autor evoca a un viejo director amigo suyo llamando al ensayo, así: “A ver, los músicos, por favor”. Rápidamente, uno de los aludidos, le corrigió: “Perdón, maestro, profesores de orquesta. Ante ello, y de inmediato, el director le respondió: “Es verdad; músico era Beethoven”. Divertido, disfrutable y políticamente incorrecto, como debe ser.

Fernando Díaz-Plaja, Confesiones políticamente incorrectas, Editorial Edaf, 356 páginas.


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