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DRAGONES Y MAZMORRAS

Fiestas son fiestas

A riesgo de convertirse en el coco de los niños españoles, cosa para la que está prodigiosamente bien dotada por la naturaleza, María Teresa Fernández de la Vega, alias "la tenebrosa", se ha empeñado en conciliar el laicismo del gobierno que vicepreside con estas entrañables fiestas a las que es imposible, por tradición, renunciar.

A riesgo de convertirse en el coco de los niños españoles, cosa para la que está prodigiosamente bien dotada por la naturaleza, María Teresa Fernández de la Vega, alias "la tenebrosa", se ha empeñado en conciliar el laicismo del gobierno que vicepreside con estas entrañables fiestas a las que es imposible, por tradición, renunciar.
Entrega del V Premio Periodístico sobre Lectura a Álvaro Pombo
Como consecuencia de su condena al catolicismo y me imagino que al cristianismo, los belenes situados en emplazamientos oficiales, cuando no se han prohibido, se han convertido en musgosos paisajes deshabitados, en plan instalación de Richard Long. Otros ayuntamientos han preferido enmascarar la tenebrosa realidad cristiana tras la media luna, símbolo, como todos saben, de la religión más luminosa de todas y para la que el gobierno Rodríguez cuenta con una escogida asesoría de musulmanes españoles y socialistas, de los que ya les hablaré en otra ocasión porque es una historia tan apasionante como aterradora. Estos belenes "multiculturales", además de una mixtificación espantosa, chocan frontalmente con la pretensión de anular las raíces religiosas de la Navidad -hasta Papá Noel es santo- pero no son una sorpresa y ya había algunas señales como en aquel pueblo serrano, gobernado por el PP, donde los maestros decidieron, hace ya algunos años, suspender el belén para no ofender la sensibilidad de los tres niños musulmanes de la escuela. Para ello sumieron en la tristeza más profunda a los doscientos restantes, pero ¡qué ejemplo de integración cultural y de justicia social! Ciertamente, la estupidez es igualitaria.
 
Pero, fiestas son fiestas y frente a la obstinada realidad, municipal y espesa, están las tradiciones familiares y empresariales que siguen pujantes. Como, por ejemplo, la costumbre de celebrar grandes comilonas, corporativas las unas, familiares las más. Al no padecer yo fobia social, a Dios gracias, procuro asistir a todas; a las que me invitan, por supuesto, e incluso a las que me puedo permitir pagar. Estas últimas entran el ámbito de lo privado pero las primeras están vinculadas a mi labor de cronista cultural como la que me llevó hace poco a la cena que todos los años celebra la Fundación Germán Sánchez Ruipérez en el Hotel Palace para entregar el Premio Periodístico sobre la Lectura. No les extrañará si les digo que los premiados (van ya cinco ediciones) son todos personalidades relevantes del periodismo y la escritura, como Juan José Millás (por un artículo publicado en El País), Fernando Savater (El Diario Vasco), Alberto Manguel (El País, Babelia,), Gustavo Martín Garzo (ABC, Blanco y Negro Cultural) y, ahora, Álvaro Pombo (El Mundo, El Cultural). Como ven, muy equilibrado. Tampoco les extrañará que todos ellos (leídos, año tras año, en el acto de entrega por el actor Pepe Martín) sean artículos de corte más bien lírico y traten aspectos del libro y de la lectura bastante intemporales (como muy bien dijo Álvaro Pombo en su discurso), así como nada comprometidos con las circunstancias político culturales del momento. Así da gusto. No puedo sino mostrar mi rendida admiración ante esos escritores, como la copa de un pino, que saben eludir con tanto acierto los escollos de un tema tan escurridizo.
 
Bajando a aspectos más temporales, les diré que el acto fue mucho menos lucido que en años anteriores, tal vez porque, aunque nos parezca que llevan un siglo gobernando, todavía sea pronto para que los cortesanos sepan donde y cuando deben rendir pleitesía a los nuevos amos. El caso es que si en otras ediciones me encontré con el "todo Madrid" de la cultura, en ésta sólo había cuarto y mitad. Políticos, los justos: Doña Carmen Calvo y Don Jesús Caldera (me pregunto si no se ofenderán por el tratamiento); el grueso del público lo formaba una nutrida representación de ilustrísimos y excelentísimos editores y libreros, junto a una escasísima, por lo anteriormente apuntado, nómina de escritores. A ver si se van aclarando y vuelven todos al redil, por muy conservadores que sean los convocantes, en este caso, don Germán. En el capítulo de los discursos la ministra alabó la obra de la Fundación de este último "que es una verdadera Fundación y no como tantas que se crean para recibir una subvención". ¡Andá la osa! La nota divertida la puso el premiado quien terminó su animada intervención agradeciendo el premio a la Fundación Germán Sánchez Espeso. Pero no se quedó tan ancho sino que, de inmediato, reaccionó, pidió perdón y dijo: ¡Vaya colofón! Algunas malas lenguas opinaron que lo había hecho aposta y hubo quien, entre el público se preguntó por qué nos reíamos tanto.
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