Entre los libros más difundidos de Fernando Díaz-Plaja, que reside en el balneario uruguayo de Punta del Este, figura la serie de Los siete pecados capitales así como sus biografías de Fernando VII, Felipe III y Madame Du Barry, entre tantas figuras más. Y están, además de sus libros de viaje tras dar tres veces la vuelta al mundo, y sus incursiones en la guerra civil española, a la que llama “la guerra incivil”.
Uno diría, si no le conociera, que ha escrito una novela “a la moda”, ya que se integra perfectamente en los caminos que están transitando obras actuales como Soldados de Salamina de Javier Cercas, El lápiz del carpintero de Manuel Rivas o la celebrada Días de llamas de Juan Iturralde.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
He mantenido un sabroso diálogo con el escritor. Dice Díaz-Plaja que la Guerra Civil española, con su resultado, es decir, la férrea dictadura franquista “provocó el hundimiento moral de muchos que renegaron de sus principios éticos, mantenidos a rajatabla, para sobrevivir, para mejorar posiciones, para escalar en la vida ya universitaria o bien administrativa”. Hablando de las tertulias del Café Gijón (que figuran en su novela), que frecuentó desde muy joven, recuerda que allí conoció a Camilo José Cela (quien sería Premio Nobel), Buero Vallejo, Azorín y muchos más, cuando todos estaban comenzando sus carreras en el mundo de las letras. Y agrega:
-La diferencia entre Cela y todos los demás era que, mientras nosotros aspirábamos a escribir un libro y tener algún elogio, un comentario en la prensa, cosas así, él siempre fue a por el Premio Nobel. Había dos personas, en el café Gijón, que tenían el destino marcado: Camilo Cela y Buero Vallejo.
Ambos aparecen en su novela (comento); así como otros escritores como, por ejemplo, Hemingway.
-Hemingway se llevaba el mundo por delante: decía que él había enseñado a sus amigos toreros determinadas cosas. Fíjate. Estuvo como corresponsal. Y a Gerardo Diego lo veía en la rueda del Gijón, donde estaba siempre calladito, pero cuando hablaba clavaba una banderilla.
En su novela aparece también Sánchez Mazas —le digo— a quien está dedicada, justamente, Soldados de Salamina.
-Sí; él escribió unas estrofas de “Cara al sol”. Sánchez Mazas era un finísimo escritor. A él lo iban a fusilar al final de la guerra pero escapó milagrosamente por los bosques; todo eso lo sé muy bien. Luego sería ministro de Franco. Necesariamente debía aparecer en mi reciente novela.
“SI LORCA SE QUEDA EN MADRID NO LE MATAN”
La novela de Díaz-Plaja muestra las dos caras dolorosas de la misma medalla al narrar los “cien meses de aventuras” de Jorge Carrera, quien comienza siendo soldado republicano (participa en la batalla de Teruel) termina pasándose al otro bando y pelea por Madrid. Le pregunto si la geografía determinó la situación de cada cual.
-Pues sí. La geografía determinó de qué lado estaba cada uno en la gran mayoría de los casos. Fíjate en los hermanos Machado. Antonio Machado, que era republicano, llegó a escribir un verso que dice: “si mi pluma valiese tu pistola de capitán, contento moriría”. Dios Santo, ¿cómo puede decir un poeta cosa parecida? Y por el otro lado, su hermano, Manuel Machado, termina un soneto escribiendo nada menos que: “Franco, Franco, Franco”. Es que todo era así. Conocí a dos hermanos que participaron en la misma batalla, uno de cada lado y por suerte no murieron. Estuve en tal batalla, dijo uno; pues yo también, dijo el otro. Y entonces se enteraron de que se habían enfrentado.
Se daban situaciones de intercambio de cosas, como el tabaco, y se dice que un día jugaron al fútbol.
-Lo del fútbol no lo sé. Pero sí que un bando tenía el tabaco y el otro bando el papel de fumar, ya que las grandes fábricas quedaron en zonas diferentes. Los capitanes de un lado y otro hacían la vista gorda y los soldados iban hasta una distancia a media entre trinchera y trinchera, y allí cambiaban papel de fumar por tabaco. Les dejaban hacerlo naturalmente. Con una escena así, precisamente, comienza mi novela.
¿Y García Lorca?
-Creo que se marchó al lugar equivocado. Eso se dio mucho. Él pensaba que yéndose con su familia, donde le conocían, estaría bien protegido y no le ocurriría nada. Pienso que si se hubiera quedado en Madrid no le hubieran matado. Era un poeta demasiado importante. Pero fue la suya una decisión equivocada; estuvo donde no debió estar.
¿Cómo fue su enrolamiento?
-Yo me enrolé con los republicanos; me presenté al comandante Prat, que era conocido de mi familia. Así me convertí en el artillero segundo Fernando Díaz Plaja. No bien terminé de enrolarme, se me acercó uno de los nuestros y me dijo: “Oye, ten cuidado con ése, que es rojo”. Yo quedé desconcertado. ¡Qué guerra más loca es ésta!, pensé; pues ése hombre estaba en el lugar adecuado, física e ideológicamente... Bueno, todo era así. Yo estaba en una sección que preparaba proyectos de guerra; mapas, dibujos, esas cosas. Como yo no sabía dibujar era bibliotecario.
Y bien, La aventura de Jorge es el resultado de la unión del historiador, que estuvo además en contacto directo con la historia que cuenta, más la del narrador. El libro va ensartando noveladamente el collar de muchas vidas donde se codean personajes de ficción con personajes reales, sobre un telón de fondo espléndidamente pintado, que habla del dolor y la miseria de la guerra, así como del deterioro de aquella sociedad.
Fernando Díaz-Plaja nos ha regalado (a los uruguayos) su más reciente obra: una intensa novela sobre la guerra civil española. Todos sus lectores debemos agradecérselo.
Fernando Díaz-Plaja, La aventura de Jorge, Ediciones de la Plaza.