Es cierto que Chirac ha suavizado muchísimo los términos de su discurso antiyanqui, pero prosigue su sueño imperial de una Europa potencia liderada por Francia y apoyada por Rusia y los países árabes, sueño imperial y sumamente reaccionario, ya que, además, en su búsqueda de cualquier tipo de alianzas contra el “imperio” norteamericano actúa como el PNV con ETA, o sea, que utiliza implícitamente el terrorismo islámico y las dictaduras árabes para crear ese “frente unido jamás vencido”. Acabamos de verificarlo en el caso de Irak, no sólo con la estafa de los inspectores, sino, como lo está revelando estos días la prensa británica, con una colaboración, tan real como secreta, de las autoridades francesas con la tiranía iraquí hasta que llegó la guerra.
Ni qué decir tiene, la visión europea de Tony Blair y de la mayoría de los países europeos, miembros de la UE o candidatos, me parece más realista y democrática que el sueño imperial francés porque, las cosas como son, Chirac se ve apoyado por la inmensa mayoría de los franceses. Pero la crisis política europea ha sido tan grave, las divergencias tan profundas sobre temas, a fin de cuentas, más importantes que la PAC o la liberalización de los servicios públicos y hasta la entrada o no de Turquía en la UE (¡lo que nos faltaba!), que todas estas ceremonias de la Convención, el proyecto de Constitución, presidente, Gobierno, diplomacia, ejército europeos, resulta ser una broma pesada. Todo eso, ¿para qué?, si la casa está vacía. Los países candidatos de Europa, ayer sometidos al yugo soviético y antes, para algunos, al yugo menos feroz del imperio otomano, no quieren, ni sus ciudadanos ni sus gobiernos, participar de la construcción de un nuevo imperio, sobre todo si va dirigido contra los USA. Por lo tanto, en vez de acelerar la construcción autoritaria de una Europa potencia, que nos estrellaría (no cabe la menor duda) contra un muro, destruyendo así la idea misma de una Europa solidaria, más pragmática y eficaz, sería mejor marcar un compás de espera para fortalecer y mejorar lo único o, en todo caso, lo más positivo creado en Europa, o sea, el mercado común.
Tanto España ayer, como Polonia hoy, basan su deseo de Europa, esencialmente, en el fin de la autarquía económica, en una economía abierta, en intercambios sin fronteras, y pese a todos los problemas y altibajos, eso es lo que realmente ha existido y progresado hasta el euro. Y es lo que hay que proteger y mejorar, aceptando una gran flexibilidad en las decisiones políticas (guerra o paz, alianzas o rupturas) para cada nación. “Sólo se ha logrado hacer de Europa una zona de librecambio”, afirman con desprecio los políticos carcas, nacionalistas o imperialistas, bueno, pues eso significa un considerable aumento de bienestar para los pobres, lo cual constituye uno de los fundamentos de toda política realmente progresista. A fin de cuentas, los diferentes gobiernos españoles se han mantenido firmemente en el mercado común, mientras que en política internacional, pongamos, sus discrepancias son notables. Así, el Gobierno de Felipe González apoyó —simbólicamente— al presidente Bush en la guerra del Golfo, mientras que el presidente Aznar, apoyando —simbólicamente— al presidente Bush en el segundo acto de esa misma guerra, se convierte, por lo visto, en perrito faldero del imperialismo yanqui... La política es aún más irracional que la economía.
Ocurre con Europa lo mismo que con un adolescente, se le lleva al sastre para que le tome medidas y cuando el traje está terminado, el chaval ha crecido tanto que ya no le sirve. La mundualización es una realidad tan evidente que Europa se ha quedado corta. Estamos en guerra, y es una guerra muy peculiar, pero internacional, es una guerra declarada contra occidente, la civilización judeo-cristiana, o como se quiera calificar. Yo prefiero, lisa y claramente, calificarla de guerra contra la democracia. Lo hemos visto claramente, una vez más con motivo de la crisis iraquí, hasta la propaganda antiguerra utilizaba argumentos que nada tienen que ver con la Constitución europea, como por ejemplo, que Irak era una dictadura , sí, pero menos peligrosa que Corea del Norte, Pakistán, Arabia Saudí, Siria y otras dictaduras; no faltan, desde luego.
Veamos: hace meses que mantengo que Corea del Norte, país arrasado por el comunismo, con millones de muertos de hambre, sólo pretende chantajear para vender lo más caro posible su único “tesoro”: su armamento nuclear. Es precisamente lo que acaba de proponer en Pekín. El caso de Pakistán, como el de Arabia Saudí, es más ambiguo. Con una mano ayuda a EEUU en la región, como en el primer acto dela guerra del Golfo o con la intervención militar contra los talibanes de Afganistán, y con la otra ayudan a los terroristas. Es una situación de doble juego que no puede durar eternamente. Y eso, la Casa Blanca, cuyos “halcones” son mucho más inteligentes de lo que ustedes se creen, lo sabe perfectamente, y es así como están retirando sus tropas de Arabia Saudí. En cuanto a Pakistán, que también posee armamento nuclear, se impone como evidencia que hay que ayudar a India, país infinitamente más democrático, no a conquistar Pakistán, pero sí a impedir una agresión paquistaní.
Queda siempre candente y sangriento el problema de la guerra israelo-palestina. Apenas se forma un nuevo Gobierno palestino, pese a la oposición de Arafat, gobierno que condena verbalmente el terrorismo, y se reanudan los atentados suicidas contra la población civil israelí, reivindicados por los grupos terroristas directamente dependientes de Arafat. Este sí que es un problema peliagudo. Y, si evidentemente se puede aceptar un estado palestino, todo dependerá de qué será dicho estado. ¿Tendrá una autonomía real, quién le subvencionará, aceptará realmente la paz o continuará la guerra? Los estados también declaran guerra, y no únicamente las intifadas. La verdad es que Israel está en peligro.
Como los problemas más graves son mundiales, y en todo caso superan ampliamente el marco europeo, es lógico que se hable tanto de la ONU. Asistimos, en este sentido, a una impresionante verborrea sobre las reformas: reforma de la ONU, reforma de la OTAN, reformas europeas, reformas de las reformas, y tratándose de la ONU, algunos proponen, por ejemplo, que se suprima el derecho de veto de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Tonterías. Como lo recordaba el otro día Antonio Escohotado en un artículo de El Mundo, de los 220 estados miembros, 150 son dictaduras.
Esta es la triste realidad, y todas las declaraciones sobre el derecho internacional, los derechos humanos —protegidos por Libia—, la defensa de la democracia y otras habladurías, son majaderías. China, sin ir más lejos, miembro permanente del Consejo de Seguridad, gran potencia mundial, con armamento nuclear, es, sobre todo, una dictadura de partido único, sin las más elementales libertades de opinión, de organización, sin derecho de huelga, etcétera. Por ello, los “halcones” de Washington tienen toda la razón cuando proyectan crear una alianza internacional democrática, al margen de la ONU, al margen de la UE, que no consistiría en una reforma del Pacto Atlántico, siendo más universal, ya que países como Japón, Taiwán, India, Australia, etc, podrían formar parte de esa nueva alianza. A mi modo de ver, los criterios de base de dicha alianza son tan exigentes como sencillos: elecciones libres, pluralidad de partidos y sindicatos, libertad de expresión y economía de mercado. A lo que habría que añadir, en las circunstancias actuales, la voluntad de defenderse contra el integrismo islámico, las tiranías y los demás grupos terroristas, nacionalistas, marxistas-leninistas o narcoguerrilleros. Defender y luchar por la democracia, respetando la legalidad asimismo democrática. Y hacerlo como, para dar un buen ejemplo, nuestro Gobierno contra ETA, sin los GAL del PSOE ni la vil complicidad del PNV. Y claro, en la perspectiva de esa nueva alianza que se prepara, Francia estaría ausente. Por ahora, no se puede defender la democracia y Sadam al mismo tiempo.