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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

ETA mata

"ETA hace lo que le da la gana", escribía yo hace poco, para ir a contracorriente del discurso oficial, apoyado por numerosos columnistas –Antonio Elorza entre ellos–, que, basándose en las detenciones de varios cabecillas de la banda terrorista, por la policía francesa y en Francia, anunciaban a bombo y platillo el fin de ETA, o que estaba de capa caída, incapaz de casi nada.

"ETA hace lo que le da la gana", escribía yo hace poco, para ir a contracorriente del discurso oficial, apoyado por numerosos columnistas –Antonio Elorza entre ellos–, que, basándose en las detenciones de varios cabecillas de la banda terrorista, por la policía francesa y en Francia, anunciaban a bombo y platillo el fin de ETA, o que estaba de capa caída, incapaz de casi nada.
Lo que pretendían era crear optimismo, dar la impresión de que la "política antiterrorista gubernamental", apoyada por el PP, era perfecta; proclamar que todo iba bien, vaya, y que el problema etarra podía archivarse, y podíamos pasar a cosas serias, como la financiación de las Autonomías y la crisis económica. Tuvieron incluso el cinismo de considerar que si ETA cometió, durante su campaña "contra el turismo", varios atentados que no dejaron víctimas, fue porque estaba tan debilitada que era incapaz de matar.
 
Pero resulta que estos últimos días ETA ha vuelto a matar; y demostrado, repito, que hace lo que le da la gana.
 
La realidad, como siempre, nada tiene que ver con la propaganda oficial. Pese a lo que afirmaron tirios y troyanos, si la campaña "contra el turismo" no fue sangrienta se debió a que la banda terrorista así lo decidió, para no cerrar definitivamente las puertas a las negociaciones secretas con el Gobierno. Pero ahora que el Supremo ha ilegalizó a ANV y al PCTV, ETA considera que Zapatero se ha pasado de la raya y, en respuesta, mata. Este cinismo criminal, este chantaje asesino que juega con las vidas humanas, la clase política española, de hecho, lo acepta, y se limita a las ceremonias de luto y los consabidos pésames.
 
La nueva campaña terrorista de ETA tiene sus fallos, como esa bomba-lapa bajo el coche de un policía que no explotó, de milagro y por suerte, pero esos percances ocurren siempre, y hasta ocurre que los terroristas se maten con la bomba que destinaban a no se sabe quién porque, felizmente, explotó antes de lo previsto. Lástima que no ocurra con más frecuencia.
 
Rubalcaba.Varias cosas me han llamado la atención en los comentarios a esta nueva oleada de atentados etarras. Pese a que el protagonismo en la lucha contra ETA lo tienen la policía y los jueces franceses, Rubalcaba y sus trompetistas hacen como si fuera cosa suya, o a lo sumo admiten los "buenos resultados" de la "cooperación" entre las policías francesa y española. Pero cabe preguntarse si Rubalcaba está realmente contento con los éxitos de la policía gala en su acción antiterrorista; en todo caso, no lo parece.
 
Es cierto que Francia sigue siendo la retaguardia activa de ETA, aunque muchos etarras hayan prudentemente abandonado los Pirineos Atlánticos para buscar refugio en otras regiones. Las últimas detenciones no se han realizado en Bayona, ni en Hendaya, sino en el departamento del Loira, en el centro de Francia. Hay otros ejemplos. Pero en aquella región vasconfrancesa la policía acaba de organizar una redada contra los cómplices de ETA en la que han caído jefecillos de Batasuna (legal en el Hexágono) como Xabi Larralde o Jean Claude Aguerre. A la hora de escribir estas líneas –el jueves 25– son doce los batasunos detenidos, y se discute sobre la oportunidad de ilegalizar Batasuna en Francia. O sea que la acción contra ETA, a este lado de los Pirineos, es una realidad.
 
Los medios zapateristas, y El País, que en esta ocasión ha vuelto al redil, se felicitan de que, y ¡por primera vez!, el PP se muestre solidario y colabore plenamente con el Gobierno en política antiterrorista. ¡Que viva el PP, Rajoy y la madre que le parió!
 
Aparte del simple dato de que tal política no existe, yo recuerdo las multitudinarias manifestaciones contra ETA celebradas en Madrid y encabezadas por José María Aznar y Felipe González, rodeados de dirigentes de ambos partidos. Y recuerdo que, si hubo "crispación", como dicen los cursis, no faltaban motivos: Zapatero, su Gobierno y su partido (no unánimemente) habían entablado negociaciones con ETA, en las que prometieron a la banda terrorista mucho más de lo que podían dar: Navarra y toda una región francesa, calificada por los nacionalistas vascos de "Euzkadi Norte". En tales circunstancias, y ante semejante aquelarre político, lo mínimo que podía hacer el PP, y cualquier persona con sentido común, era oponerse tajantemente, y manifestarse por su cuenta contra el terrorismo etarra y, claro, contra la política del Gobierno de rendición ante los terroristas. Dichas manifestaciones, muchas veces convocadas por la AVT, fueron gigantescas: 700.000, 800.000, más de un millón de manifestantes, como fueron gigantescos los insultos, calumnias y canalladas proferidos contra el PP y la AVT. El ideólogo en jefe, y el amo de Javier Pradera, Miguel Ángel Aguilar y demás basura, Jesús de Polanco, las calificó de "franquismo puro y duro". (Y me echaron de La Razón por criticar a Polanco).
 
Hoy las cosas parecen haber cambiado; y el PP, en todo caso, lo ha hecho. Las negociaciones con ETA se han interrumpido oficialmente (no me lo creo), y un ambiente hipócrita de union sacrée reina. Pero, no sé si se han dado cuenta, el caso es que nadie convoca la menor manifestación contra ETA, pese a que ETA ha vuelto a matar.
 
Después de cuarenta años de terrorismo etarra, de manifestaciones de luto, o de indignación, de entierros, y de declaraciones oficiales embusteras, el terrorismo etarra sigue matando; los nacionalistas moderados, escudándose en esa violencia, exigen cada vez más, y yo no veo más solución para acabar con ETA que la militar. Bueno, militar, policial y judicial. Como hicieron los diferentes gobiernos del Reino Unido en Irlanda del Norte: la guerra duró años, hubo tremendas matanzas, pero el IRA se rindió y entregó sus armas, y la situación ha cambiado radicalmente.
 
Pese a las enormes diferencias históricas, nacionales y políticas, entre ambos casos y ambos países, no veo otra solución para liquidar a ETA. Y no veo, en España, alguien capaz de entablar una acción tan arriesgada. El cuento de nunca acabar.
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