No es una casualidad. Desde el primer momento, Bush y su administración supieron que España y los españoles están en primera línea de la lucha contra el terrorismo. Y sabían que la lucha contra el terrorismo iba a ser el eje principal de su acción política, porque el terrorismo se había convertido ya, hace cuatro años, en el eje principal de la historia del principio del siglo XXI.
Los atentados del 11S le dieron a esta convicción una dimensión desconocida hasta ahí. No sólo por el alcance de la tragedia, sino porque el ataque había sido dirigido contra la población y el Estado norteamericanos, en el propio territorio de Estados Unidos. Era por tanto un desafío directo, que puso sobre la mesa todas las cartas.
El desafío podía haber tenido varias respuestas. Bush y su administración eligieron la más consistente con las decisiones adoptadas hasta ahí, entre ellas la algo más que simbólica visita a España y las especiales relaciones establecidas con nuestro país mediante los gestos diplomáticos a los que antes me he referido.
La respuesta de Bush y su administración fue asumir con todas las consecuencias la necesidad de responder con claridad a la voluntad de imponer el terror. En otras palabras, declarar la guerra al terrorismo y afirmar así la defensa de la democracia y de la libertad como primera prioridad de la acción política en nuestro tiempo.
Esta decisión se basa a su vez en lo que se deducía, para todo el que quisiera verlo, de lo ocurrido el 11S. Y es que la moral, tantas veces expulsada de la vida pública en el último siglo, había vuelto a ser la cuestión central de la vida política. Esto es algo que muchos no quisieron entender en 2001 y que se niegan a seguir comprendiendo todavía hoy.
Queda para otro momento analizar el por qué de esta negativa. Después de los hechos ocurridos en Madrid el 11 de marzo, es más importante subrayar que la irrupción de la moral en la vida pública requería unos políticos con una personalidad especial, capaces de comprender en su auténtica dimensión –humana, sentimental e histórica- lo que estaba en juego y el cambio que esto introducía en la misma legitimidad del poder y en la naturaleza del liderazgo político.
Por una vez, la historia no falló. José María Aznar y George W. Bush han sabido comprender cuál era su tarea y enfrentarse a ella sin cobardía, con todas las terribles consecuencias personales que una decisión de esta naturaleza implica necesariamente. Entre ellas está el saber hacer frente a los asesinatos de Madrid, las matanzas en Irak, en Estambul o en Bali, y los atentados contra los judíos y los ciudadanos israelíes (los primeros que conocieron antes del 11S la dimensión de lo que estaba ocurriendo).
La masacre del 11 de marzo es una nueva vuelta de tuerca en esta guerra y expresa a la perfección la naturaleza de la lucha a la que nos enfrentamos, a la que nos enfrentamos todos. Corrobora los análisis más pesimistas y probablemente más lúcidos: que ETA y el nacionalismo han optado por el terror global y masivo. Pero así como el 11S tuvo un significado preciso para el pueblo norteamericano y para su Presidente, George W. Bush, esta masacre tiene también una dimensión particular para los españoles y para nuestro Presidente José María Aznar.
Para los españoles, significa que la victoria sobre el terror no está próxima, que el grado de las atrocidades que vamos a padecer es ahora mismo inimaginable, mucho mayor que el que hemos sufrido hasta ahora. Habrá que movilizar en defensa de la vida, la libertad y la democracia todos los recursos de los que dispongamos: el patriotismo, la fe, las convicciones morales, la solidaridad y la ley.
Para José María Aznar, significa que la lucha terrible en la que ha comprometido lo más importante de su vida y de su persona habrá de ser continuada sin desfallecimiento después de sus ocho años al frente del Gobierno de España. Sepa usted, Sr. Presidente, que hoy más que nunca es usted un ejemplo y una guía para todas las personas, en particular todos los españoles que no están dispuestos a dejarse humillar y amedrentar por la barbarie. Su liderazgo y su compromiso nos acompañarán y nos reconfortarán siempre en los tiempos oscuros que nos esperan.