En 1921 escribe Ortega las más célebres páginas de su España invertebrada. Para conocer el estado de salud, vitalidad y temple, de nuestra circunstancia nacional, realiza un examen cuidadoso y advierte de las sangrías que algunos matasanos están prescribiendo como remedio radical al problema de España. Explica allí que un fenómeno característico de la política española es, desde comienzos de siglo, el de los regionalismos, los nacionalismos, los separatismos y, en general, los movimientos de secesión étnica y territorial. Y añade: “Hablar ahora de regiones, de pueblos diferentes, de Cataluña, de Euzkadi, es cortar con un cuchillo una masa homogénea y tajar cuerpos distintos en lo que era un compacto volumen”.
Desde entonces, muchas cosas han pasado en nuestro país, y no todas precisamente malas. Pero aquel que padeció alguna vez una grave enfermedad, está expuesto con facilidad a nuevas recaídas. Sobre todo si el agente patógeno sigue activo. Hoy en España no hay un plan de desvertebración nacional sino varios. Al explícito del nacionalismo oficial de BNG, CiU, PNV y EA, se han sumado el programa “soberanista” e “independentista” de ERC y los proyectos federalistas y reformadores de los PS que funcionan en España. Dicen que no son ni representan lo mismo, y que no hay que confundirlos entre sí, lo cual no deja de ser una postura lógica en quienes hacen de la identidad y la diferencia una causa política. Pero, con todo, esta sopa de letras y esta estratagema política de dispersión se apandillan en una apuesta compartida para lograr un mismo objetivo: la desmembración de la España moderna y democrática legitimada en la Constitución de 1978. Esta Oposición plural en la diversidad territorial contra la unidad española procura grandes ventajas prácticas. Por ejemplo, cuando unos pierden las elecciones (CiU), otros ganan (ERC, PSC y IC-V), y resulta lo mismo, después de todo.
O también se puede, como hace el PSOE, defender el Plan de Maragall y Carod-Rovira, mientras se manifiesta contra el Plan Ibarreche, sin ir más lejos el día 13 de diciembre junto a ¡Basta Ya! en San Sebastián: un acto público soberbio y valiente, promovido por verdaderos demócratas y defensores de la libertad…, y confío en que todos también, todavía y por muchos años, sinceros “constitucionalistas”, aunque unos rechacen la unidad del constitucionalismo. Lema de la marcha: “Con violencia no es plan sino chantaje”. ¿Significa esto que con otro tipo de “violencia” sí es plan? ¿Que lo que vale para Vasconia no vale para Cataluña? ¿No es esto ya, de hecho, una traza de España invertebrada? Ortega de nuevo: “Son las cosas a veces de tal condición, que juzgarlas con sesgo optimista equivale a no haberse enterado de ellas”.
Ante el programa de gobierno del nuevo tripartito catalán se observan demasiadas actitudes medrosas: desde la de los pusilánimes incorregibles (cómplices o simplemente cobardes), que dicen que no hay que prejuzgar y que ya veremos lo que pasa…, hasta la de bastantes candorosos populares para quienes, después de todo, la cosa no es tan mala, porque esto supone el fin de Zapatero y la victoria segura del PP en las elecciones generales de marzo de 2004, ante la evidencia de que los socialistas van a la deriva, y toman a España, en lugar de como a una nación, como a “una serie de compartimentos estancos”, y cito nuevamente a Ortega. Se olvida, sin embargo, que tal vez se trata de esto y que ése sea su plan.
Cada día se percibe con más claridad que los socialistas han renunciado a un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con el Partido Popular a nivel nacional, porque saben que en campo abierto tienen todas las de perder: ancha es Castilla... Su programa de “España plural” (a ver si se comprende de una vez) significa el plan de una España federal, y aun confederal, pero no en términos posibilistas o a largo plazo, sino un plan ya activado. Y aun más: lo dan por hecho. Su arrogancia y su chulería les delatan. Si tienen que negociarlo, será con los nacionalistas, “soberanistas” e “independentistas”, también con sus “barones” en sus propios territorios, y sólo para definir plazos y reparto de poder. Pero con el PP no hay nada de que hablar, porque el PP sencillamente no cuenta (ni tampoco sus diez millones de votantes), ha quedado definitivamente fuera de juego ante los proyectos rupturistas declaradamente irreversibles y “sin retorno”. ¿Se han vuelto locos, pues? ¿Es que no saben lo que hacen? Lo saben perfectamente. Para ellos ya no se trata de ganar España sino las “Españas” dispersas en los feudos territoriales. ¿Perder en las generales? Bueno, ¿y qué? Su estrategia envolvente se cifra en las vías indirectas, en tomar (como sea y con quien sea) las Autonomías, y vaciar de contenido y poder el Estado central. Pero, ¿qué pasará en la “España plural” con quienes no son nacionalistas ni de izquierdas?
El Plan Plural consiste en presentarse como solución del problema que uno mismo crea para su beneficio. El Plan Ibarreche se ofrece como solución a ETA y la “violencia”. El Plan Rovira-Maragall, como solución al supuesto clamor popular de más autogobierno y más catalanismo. El Plan Zapatero, en fin, como solución al PP y su aislamiento, a la ingobernabilidad, a la crispación, al sectarismo, al inmovilismo, al separatismo… ¿De qué se duele España? ¿Quién se queja? ¿Quiénes se proponen como sus salvadores? Los mismos que la ofenden y hieren. Sí, pero, ¿quiénes son?: “Unos cuantos hombres, movidos por codicias económicas, por soberbias personales, por envidias más o menos privadas, van ejecutando deliberadamente esta faena de despedazamiento nacional, que sin ellos y su caprichosa labor no existiría”. Esto escribía Ortega en 1921.